Pedro y el lobo Por Rodrigo Cota
EL LÍDER de una manada de lobos tiene una serie de funciones. La primera de ellas, conservar su liderazgo, lógicamente. Para ello debe cubrir determinados objetivos, como garantizar el suministro de alimento, mantener la unidad y hacer respetar su territorio. Otros lobos de la manada, que aspiran a gobernarla, pueden discutir el liderazgo, pues por ejemplo saliendo a la prensa a decir que el líder sólo puede hacer lo que dicte el Comité Federal. Eso no suele preocupar demasiado al dirigente, que sabe mejor que nadie que las bravuconadas no cambian la jerarquía. La única forma de perder el liderazgo es que uno de los barones lo rete de verdad, en una batalla final que acabe con la derrota de uno de los dos, probablemente con su muerte o su expulsión del grupo en el mejor de los casos.
Incluso en una manada decadente, que ha perdido territorio y ha sido abandonada por muchos miembros, el líder es el líder, y lo sigue siendo hasta que otro lobo se siente con fuerzas suficientes para jugarse la vida en una disputa, para la que por cierto sólo tiene una oportunidad. Al macho alfa le tienen sin cuidado las opiniones de Susana Díaz o Guillermo Fernández Vara, lobos beta que mientras sigan en la manada se ven obligados a seguir al líder por mucho que discrepen de su estrategia.
Lo que el líder no puede evitar es caer en una trampa llevándose a toda su manada con él. El foxo de lobos, elemento arquitectónico muy común en Galicia, diseñado precisamente para dar caza al animal, está conformado por lo general por dos paredes que pueden llegar a medir más de un kilómetro. Las paredes, alejadas una de la otra en su comienzo van acercándose una a la otra hasta converger en un vértice, en el que se encuentra el foso propiamente dicho. Cuando se quiere cazar al lobo, los del Partido Popular y los de Podemos, enemigos naturales del lobo, se juntan y comienzan a hacer ruido con tambores, con cacerolas o a voz en grito. El lobo asustado, emprende la huida por el camino más fácil, a toda velocidad, llevando a todo su grupo tras él. Una vez que se mete entre las paredes del foxo, no puede retroceder, pues atrás están los cazadores dispuestos a darle muerte. Así que sigue avanzando, pensando que la única solución está frente a él, hasta que la manada entera acaba cayendo en el foso.
Hay grupos que consiguen evitar el foxo, de ahí que el lobo nunca se haya extinguido del monte gallego. Normalmente, el líder conduce a los suyos por una escapatoria imprevista por los cazadores. Puede que haya explorado el foxo antes de la batida y sepa a dónde conduce, o quizá simplemente esté dotado de un instinto natural que le indica por dónde no conviene huir.
Pedro Sánchez lidera hoy una manada en declive. Muchos de sus antiguos componentes se han ido, uniéndose a otros grupos o convirtiéndose en lobos solitarios. Los rivales de la manada morada le han arrebatado buena parte del territorio y de los recursos. Las cacerolas y los gritos suenan a su espalda y él corre, a punto de adentrarse en el foxo.
Solamente hay dos cosas que pueden suceder para evitar la trampa: una que alguno de los lobos beta se decida a retar al líder y que consiga derrotarlo. Eso no sucederá, pues ninguno de los candidatos está dispuesto a morir. Otra, que el líder entregue la manada y el territorio al rival. Esto tampoco puede ocurrir porque en la naturaleza del macho alfa no cabe la rendición ni la entrega. La única posibilidad que le queda es la de huir por un lugar imprevisto, un camino desconocido incluso para él, que lo conduzca lejos de los muros del foxo.
Tuvo la oportunidad de buscar nuevos territorios, alejados de sus depredadores. Los lobos beta tuvieron ocasión de retarlo, pero no el valor necesario para hacerlo. Ahora, demasiado tarde, Pedro Sánchez está a punto de meterse entre los muros. Lo malo del foxo de lobos, lo que lo convierte en una trampa muy eficaz, es que cuando un macho alfa de adentra en él, la manada entera desaparece para siempre. Que el líder cree que la escapatoria está en el lugar donde encontrará la muerte. Un macho alfa jamás reconocerá un error, pues no puede bajar la cabeza ante los suyos. Lo único que puede hacer es correr y correr hasta el final, y nunca mira hacia atrás, pues sabe que la manada lo sigue, aunque sea de mala gana.
Una vez que caen en el foso, hay varias modalidades de muerte. El agujero puede estar sembrado de estacas, o lleno de agua. En otras ocasiones, simplemente los cazadores lo matan a palos. Lo único que tiene garantizado el líder en el momento de morir es que ha provocado la extinción de la manada, que por cierto está formada por amigos y familiares.
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