El fin de la indefensión aprendida
Luis del Pino
La indefensión aprendida (término acuñado por el psicólogo Martin Seligman en 1967) es el modo de comportamiento de una persona o un animal que ha "aprendido" a comportarse de manera pasiva, con la permanente sensación subjetiva de no poder hacer nada para evitar su infelicidad, lo que la lleva a no aprovechar las oportunidades de cambiar su situación.
Ese fenómeno no solo afecta a las personas individuales, sino que también puede lastrar a colectivos completos. Un ejemplo sería la minoría negra en los Estados Unidos de mediados del siglo pasado: el castigo infligido a los negros que intentaban reivindicar sus derechos se traducía en que todo el colectivo se refugiaba en la pasividad, como medio de autoprotección. Pasividad que, a su vez, se traducía en una actitud de sumisión en todos los órdenes de la vida.
Aquí, en España, hemos podido ver en el campo de la política muchos ejemplos. Cuando alguien como la ex-ministra García Tejerina sale a recordar un hecho objetivo (que la educación en Andalucía es significativamente peor que en Castilla y León) y desde su propio partido la crucifican, se lanza el mensaje de que criticar la gestión del PSOE andaluz es intolerable, porque equivale a criticar a Andalucía. En consecuencia, la base social del PP aprende a no cuestionar que el PSOE tiene en Andalucía una prima de legitimidad.
Otro ejemplo: ¿recuerdan Vds. aquel debate electoral en el que Marta Rivera de la Cruz se atrevió a señalar la injusticia de las leyes de género, que castigan más a los hombres que a las mujeres por un mismo delito? La somanta de palos dialéctica que le cayó por atreverse a hacerlo fue terrible. Y su partido, Ciudadanos, abandonó al poco tiempo su oposición a esas injustas leyes de género y pasó a convertirse en su máximo defensor. El resultado de ese tipo de escarmiento y posterior rectificación es que la base social de centro-derecha aprende que no se deben criticar las leyes de género, por muy injustas que sean.
Lo más importante de la irrupción de Vox en el panorama político no es la posibilidad de conformar gobiernos de centro-derecha, ni la posibilidad de efectuar reformas legislativas. Ambas cosas son fundamentales, pero mucho más importante que todo ello es que se ha roto el bucle de la indefensión aprendida. Y eso es lo que no terminan de entender algunos: que muchos votantes se acercan a Vox, no porque estén de acuerdo con todo lo que defiende el partido de Abascal, sino por su actitud, porque transmiten que les importa un comino la opinión de quienes llevan décadas maltratando psicológicamente a la base electoral de la derecha.
De repente, los votantes ven que alguien no tiene ningún reparo en defender lo que cree correcto, sin miedo a los castigos, ni a las represalias, ni a las descalificaciones. De repente, esos votantes se dan cuenta de que tienen tanto derecho a opinar como los demás: en ocasiones, para estar de acuerdo con Vox; en otras, para discrepar. Pero el hecho es que pueden opinar, en vez de agachar la cabeza.
Hace unos días, a Abascal le llovieron las críticas por recordar que Valls es francés. Muchas personas, incluidas algunas que no sienten ningún tipo de animadversión hacia Vox, se rasgaron las vestiduras, como si Abascal hubiera insultado a Manuel Valls. Pero si uno se va a la propia web que Valls ha montado para su campaña a la alcaldía, resulta que Valls ha elegido los colores de la bandera francesa para su campaña y no para de recordar en sus mítines las cosas tan importantes que ha hecho en Francia. Entonces, si el propio Valls se "vende" a los electores como francés y presume (hasta en la elección de los colores de su página web) de su condición de francés, ¿por qué no va a poder Abascal recordar que es francés? ¿Cómo es posible que algunas personas que no sienten animadversión hacia Vox reaccionaran criticando a Abascal por algo que no es en absoluto criticable? Pues yo se lo explico: indefensión aprendida.
El mismo reflejo que lleva a algunas personas no precisamente progres a criticar que los diputados de Vox juren sus cargos en Andalucía "por España".
Durante décadas, la base electoral de la derecha y del centro-derecha ha aprendido a ser pasiva, a ser sumisa, a aceptar la supuesta superioridad moral de la izquierda oficial y de los nacionalistas. Y la reacción instintiva de muchas personas, ante cualquier desafío que alguien lanza a los nacionalistas o a la izquierda oficial, es encogerse y taparse la cabeza con las manos, esperando el castigo. Indefensión aprendida.
Pero esa situación se acabó. Los que no somos de la izquierda oficial ni nacionalistas, tenemos todo el derecho del mundo a opinar, a expresar nuestras ideas, a responder a las provocaciones con otras provocaciones. No tenemos más derechos que otros, pero tampoco menos. Y no vamos a ir más con la cabeza agachada por pensar como pensamos. Pensamos lo que nos da la gana, como todo hijo de vecino. Es más, tenemos derecho a ir con la cabeza más erguida que muchos otros, porque para empezar respetamos la ley: es decir, somos demócratas, a diferencia de otros.
La indefensión aprendida se terminó. Vayan haciéndose a la idea.