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El buzo que halló la bomba en la Barceloneta: "Habría afectado a todo a un kilómetro a la redonda"
Miembro de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS) y experto en explosivos, localizó el proyectil de la Guerra Civil en el mismo lugar donde nada cada día desde hace 20 años.
El cabo Antonio Pérez Pinto, en la base de los GEAs en BarcelonaSANTI COGOLLUDO
El hallazgo
la semana pasada de un proyectil de 1936 en una playa de la Barceloneta tuvo dos efectos inmediatos. El primero, la razonable expectación que provocan decenas de kilos de trilita -TNT- a 20 metros de donde cada día se tuestan en agosto cientos de bañistas. La segunda consecuencia fue menos razonable: empezó a difundirse que todo era una conspiración. Según sectores del independentismo alguien -el Estado, el CNI, la Armada, la Guardia Civil, alguien al fin y al cabo- colocó ahí, con objetivos oscuros por determinar, un explosivo con 80 años de antigüedad. Por seductora que suene la tesis, la desmiente, irónico, el hombre que encontró la bomba: «
No, no la llevé cargada sobre el hombro. Ya estaba ahí y era un peligro».
Antonio Pérez Pinto, cabo primero de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil, localizó el artefacto mientras nadaba en la playa de Sant Sebastià. Él dio la primera alerta y también certificó su final. El lunes acompañó a la Armada hasta que detonaron -a una milla naútica y a más de 40 metros de profundidad- un proyectil cuyo poder resume en el efecto que habría tenido si hubiera explotado donde la encontró: «Habría afectado a todo cuerpo sumergido a un kilómetro a la redonda».
La presencia de un guardia civil fuera de servicio entre bañistas tampoco fue una coincidencia sospechosa. «Desde hace más de 20 años, cada día, salgo a nadar desde ese punto exacto». No es una práctica excéntrica. Miembro del Club Natació Atlètic Barceloneta (CNAB) desde hace décadas, cumple con el mismo ritual que muchos otros socios de la entidad. Se bañan cada día, verano o invierno, justo donde se encontraba la bomba.
«Habré pasado por encima mil veces y nunca había visto nada. Hasta esa tarde».
La Armada explotará hoy el proyectil encontrado en la playaEL MUNDO (Vídeo)
Solidificada en el fondo marino con décadas de lodo y piedras encima, ni los movimientos de tierras ni las obras realizadas en esa parte del litoral antes de los Juegos Olímpicos permitieron detectarla antes. Los movimientos naturales de los fondos marinos y la erosión por el paso del tiempo sí han colaborado esta vez.
El hallazgo, admite, sí tuvo relación con la casualidad, unida a su experiencia. Miembro de los GEAS desde 1991, mientras nadaba vio a tres metros de profundidad una roca con «una forma extraña». Fue el sábado, a la hora en la que en la playa sólo quedan los turistas más rezagados.
«Al principio pensé que era una bombona», un recipiente más lanzado al mar. «Hice cuatro o cinco inmersiones para asegurarme». Tras apartar parte del barro que llevaba incrustado, reaccionó. «Vi uno de los extremos y supe que era una bomba».
La idea tampoco surgió de la providencia. Experto por el Ejército en la búsqueda y detección de artefactos explosivos submarinos, Pinto ha participado en siete inmersiones relacionadas con armamento sin explosionar de la Guerra Civil. Un hecho que no es inusual en un país donde miles de bombas quedaron olvidadas tras la contienda. Según datos oficiales, desde 1985 se han encontrado más de 300 artefactos sólo en Barcelona. Más de 35.000 en todo el Estado. En el mar que baña la capital catalana
«es difícil encontrar una de un tamaño y una capacidad explosiva parecida a esta», dice.
Tras advertir del hallazgo, el GEAS activó sus protocolos. Miembros de su unidad inspeccionaron el artefacto. Lo limpiaron por completo y enviaron las imágenes a los especialistas de contraminado de la Armada, en la Base Naval de Cartagena. La orden, en cuestión de minutos, fue clara: «Hay que desalojar toda la zona ya». Antes de las 12.00 del domingo, la playa de Sant Sebastià quedó precintada.
Pinto participó también en los trabajos de detonación de un explosivo de un metro de altura y 80 centímetros de diámetro -conocida como catalana por su lugar de fabricación-,
con 70 kilos de trilita en un estado desconocido. El traslado se hizo con un sistema de flotación, conducido por una lancha de la Armada. En ella iban Pinto y tres especialistas. «Si explotaba, que afectara a cuanta menos gente, mejor». El miércoles por la tarde, cuatro días después de localizar la bomba, Pino regresaba al fin a su rutina diaria. «Salgo a nadar de nuevo. Esta vez no miraré hacia el fondo».