Papeles mojados
Papeles mojados
La corrupción es tan enorme que el desaliento de la población es irreversible.
El problema ya no consiste en saber si los papeles de Bárcenas son auténticos o no, si la autenticidad consiste en retazos del pasado o en trocitos de presente intencionadamente juntados para hacer la mayor operación de acoso y derribo contra un Gobierno que la democracia española conoce. El problema, en realidad, radica en que el sentimiento de corrupción afecta de tal manera al conjunto de las instituciones y de la clase política que el desaliento moral de la población es irreversible.
¿Quién, en estas condiciones, está capacitado para pedirle a la gente que pague sus impuestos, siquiera sea con resignación? Estamos en una España que nos la descosen y la rompen por todas sus estructuras esenciales: una oposición oportunista que cuando huele un poco de sangre se lanza como el depredador más inmisericorde, sin conciencia ni cuidado, sobre los riesgos estructurales del Estado; un Gobierno que da muestras inequívocas de estar como los boxeadores profundamente castigados que se agarran al contrario para no caer, es decir, “sonado”; una Monarquía que se debate entre las tropelías de un yerno codicioso y presuntamente delincuente, y la impopularidad de actos sobre los que ha habido que pedir perdón; una Administración de Justicia que, en sus más altos niveles, se sabe totalmente dependiente y politizada; unos oportunistas con ambiciones de secesión que, al estar también en la más putrefacta corrupción, quieren abandonar el barco para eludir posiblemente la cárcel; y una población cada día más harta de pagar impuestos y totalmente desencantada de sus dirigentes políticos.
¿Puede salvarse España así? Yo creo que sí: si obligamos a un pacto verdadero de transparencia y de pelea contra la corrupción, y de compromiso por la salubridad de la cosa pública, pienso que aún estamos a tiempo, porque si no hay evolución habrá revolución.