Lo claro que lo tiene Luis Aparicio, director de contenidos de Invertia y como nos tratan otros con la clase de ralea que nos esta tocando lidiar. Ver para creer.
Bankia y un gobierno despótico
Bankia no solo es una acción o un banco. Ni siquiera es solo un gran escándalo tanto por el estigma de las preferentes con el que nació como por una salida a Bolsa plagada de mentiras. Bankia es el paradigma de una forma de gobernar cercana al despotismo donde se busca la mejoría pero ignorando a los que se quiere mejorar.
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Es la esquizofrenia en estado puro. El discurso de una Bankia que gana dinero, que promete dar dividendos en 2015. Una Bankia que se embolsa 266 millones de plusvalías con la venta de su casi 5% de Iberdrola y que acumula unos ingresos por desinversiones superiores a los 4.500 millones de euros. Una Bankia que todavía tiene en cartera más de 1.000 millones de euros que tiene que vender. Una Bankia feliz, gestionada con éxito por uno de los grandes de la banca al que se le dio todo lo que pidió para confirmar el acierto de su elección. Así casi hasta yo me hacía cargo.
En el otro lado, una Bankia que se desgañita por las calles de Madrid exigiendo el dinero que era suyo, entre asambleas de estafados, viajes a los juzgados y arbitrajes para el sicoanálisis. Una Bankia de historias esperpénticas: enfermos de alzheimer comprando preferentes, niños conocedores de los riesgos y ancianos asumiendo con serenidad la condición de perpetuo de estos títulos. Como un nicho.
Entre medias, un Gobierno que busca la solución de Bankia y la encuentra enchufando la manguera del dinero de todos (el Tribunal de Cuentas nos ha enseñado esta semana que el desmadre de las ayudas descabalga a Bankia de la pole position y el compañero de El Mundo, Carlos Segovia, nos muestra que el goteo de las ayudas es incesante).
Y Guindos y su equipo se congratulan de la reforma del sistema financiero –antes Zapatero se felicitaba de jugar en La Champion- mientras los engañados siguen plagando las calles de gritos e impotencia. Es una cuestión de prioridades. Primero salvar a la banca y luego, el problema de la gente que siga su tedioso ritmo.
Puede que el Producto Interior Bruto (PIB) nos sorprenda este año con su crecimiento. Es posible que de una vez por todas mejore el paro y que empiecen a comprarse más coches, más viviendas. Algo de culpa tendrá el Gobierno en la mejoría, estoy seguro.
Sin embargo, la impresión que nos queda de estos años de Gobierno es una gestión hecha a espaldas de los ciudadanos. Rajoy o Guindos tienen la coartada de que están cumpliendo las exigencias de Europa, el MOU que obliga a Bankia a ventas y prohibía la ayuda directa a los preferentistas. Pero se podría haber hecho mucho más y haber mostrado sensibilidad no solo para los mandatos de la eurozona. Y es que ni esta Europa ni este Gobierno me convencen cuando anuncian dividendos para 2015 entre manifestaciones de estafados.