En esa época estaba vigente la Ley 9/1992 que regulaba la formación de seguros y para quien la superaba había un Titulo Superior de Seguros y Productos Financieros emitido por el Mº de Economía y Hacienda; era el título obligado para acceder a la actividad de corredor o para ejercer la Dirección Técnica de una correduría. Tal vez por eso era mal llamado "título de corredor" aunque no era tal cosa.
Ese título también era útil para ejercer como agente; de hecho yo ejercí tres años como agente de seguros con este título colgado en la pared pero, lo más importante, con una formación ausente del sesgo propio de toda marca y con contenidos que iban más allá de lo que mi marca pretendía que conociera. Conste que antes de comenzar mi andadura como agente mi marca de entonces me había formado durante tres meses a fondo; por tanto no iba mal de "fondo de paella".
Cabe recordar que la Ley 9/1992 quitó la colegiación obligatoria y, además, permitió que las empresas (personas jurídicas) pudieran ser mediadores (por eso antes los bancos no hacían seguros). Con la Ley de 1968 existían "agentes afectos" y "agentes libres" (estos últimos luego se denominarían "corredores"); para ambos estaba obligada la colegiación y para colegiarte debías pasar un exámen teorico práctico que no hacían las aseguradoras sino el Colegio de turno.
Desde 1992 y hasta la entrada en vigor de la Ley 26/2006 actualmente vigente, a los agentes no se les obligaba a nada en concreto recayendo en cada compañía la obligación de formar... a su criterio. Podemos imaginar que no siempre hubo inversión en la materia y de esos polvos vienen estos lodos. Actualmente el asegurador debe formar con un mínimo de 200 horas ANTES de que el agente comercialice nada pero en la práctica como nadie controla eso pues hay mucho certificado de formación que se emite sin haber aplicado más que una capa de barniz insuficiente. Interesa vender, vender, vender... y eso a veces requiere que no exista la opción de pensar o saber lo que realmente se hace.
Uno tiene que ser o muy pardillo, o muy confiado, o un iluso o un "mira pa otro lao" para creerse que se puede vender un seguro de jubilación con un 60% de comisión y que eso no perjudica a su cliente. O tiene que ser otro tanto para vender un seguro de responsabilidad civil de construcción sin cobertura frente a daños al promotor. O ir un poco más allá para colocar a un cliente al que le tiene hecho el seguro de la oficina un seguro de todo riesgo de avería de maquinaria para cubrir los muebles de la oficina (no máquinas, sino muebles, tal cual). O tiene que ser muy burro y mala persona para sustituir un seguro con franquicia de un edificio convenciendo al cliente de que él se lo hace al mismo precio pero sin franquicia. Eso sí, reduciendo la suma asegurada que protege a más de 30 familias en más de un 25%... para que el precio encaje sin importar que la gente quede expuesta.
Resumiendo, como dice Emilio Duró "No hay nada más peligroso que un imbécil con iniciativa".
Saludos,