Regreso de vacaciones en las antípodas, en Nueva Zelanda, y cuatro días después todavía voy cabeza abajo por la cantidad de cosas acumuladas en el despacho. Varias de ellas con temas para ir metiendo en el blog: a propósito de tanto comentario sobre las hipotecas sub prime, me encuentro un caso de préstamo con interés astronómico y engaño para que lo firme el cliente que no tenía ninguna necesidad de acudir a una financiación de ese tipo; casos de derechos de los viajeros infringidos por las compañías aéreas o mayoristas de viaje; pisos de cartón-piedra; tasas de agua astronómica sobre inmuebles destruidos... Ya iré contando.
Hago un hueco entre el maremágnum para sumarme a la campaña DI NO A LAS BOMBAS DE RACIMO, que ya tiene un blog específicoiniciada por Human Rights Watch, sobre la que Juantxo López de Uralde, Director ejecutivo de Greenpeace-España ha escrito en su blog,tras inaugurar una exposición sobre el tema a la que El Mundo dedica un artículo.
Dentro de lo perverso y cobarde que es la fabricación y utilización de bombas -matar a gente, a personas, desde la distancia, y además seguro de no correr riesgos, lo que en Derecho Penal es agravante de alevosía-, las bombas de racimo llegan a lo extremo. Dan lugar a verdaderas carnicerías indiscriminadas y, aún más grave, en un elevado porcentaje de casos no explotan al caer al suelo, sino que permanecen como un riesgo latente incluso durante años. Se calcula que el 98% de las víctimas que produce son civiles. En gran parte niños, muchos de ellos cuando se ponen a jugar con esos "artefactos raros" que encuentran en cualquier descampado.
Y me parece especialmente lamentable que el Gobierno español se haya negado a prohibir su fabricación (al menos dos empresas españolas las fabrican) alegando que son eficaces. ¡Claro que son eficaces!: matan a MUCHA GENTE, casi todo CIVILES y muchos de ellos NIÑOS. Creo que nuestros actuales gobernantes deberían volver al colegio para intentar aprobar las asignaturas de educación para la ciudadanía y de ética. Les iba a costar.
Hago un hueco entre el maremágnum para sumarme a la campaña DI NO A LAS BOMBAS DE RACIMO, que ya tiene un blog específicoiniciada por Human Rights Watch, sobre la que Juantxo López de Uralde, Director ejecutivo de Greenpeace-España ha escrito en su blog,tras inaugurar una exposición sobre el tema a la que El Mundo dedica un artículo.
Dentro de lo perverso y cobarde que es la fabricación y utilización de bombas -matar a gente, a personas, desde la distancia, y además seguro de no correr riesgos, lo que en Derecho Penal es agravante de alevosía-, las bombas de racimo llegan a lo extremo. Dan lugar a verdaderas carnicerías indiscriminadas y, aún más grave, en un elevado porcentaje de casos no explotan al caer al suelo, sino que permanecen como un riesgo latente incluso durante años. Se calcula que el 98% de las víctimas que produce son civiles. En gran parte niños, muchos de ellos cuando se ponen a jugar con esos "artefactos raros" que encuentran en cualquier descampado.
Y me parece especialmente lamentable que el Gobierno español se haya negado a prohibir su fabricación (al menos dos empresas españolas las fabrican) alegando que son eficaces. ¡Claro que son eficaces!: matan a MUCHA GENTE, casi todo CIVILES y muchos de ellos NIÑOS. Creo que nuestros actuales gobernantes deberían volver al colegio para intentar aprobar las asignaturas de educación para la ciudadanía y de ética. Les iba a costar.