Artículo publicado en el diario El Comercio el día 12 de noviembre de 2009 en la sección de Opinión. El párrafo de encabezamiento es de la editorial.
NUEVA ALTERNATIVA España ha sido una excepción a ese salto del ecologísmo político debido a la ausencia de un referente político unitario del movimiento verde que concite el apoyo del creciente número de ciudadanos preocupados por el presente y el futuro de nuestra sociedad.
12.11.09 -
JOSÉ ANTONIO BALLESTEROS GARRIDO MIEMBRO DE LA MESA FEDERAL DE LOS VERDES DE ASTURIAS Y ABOGADO
LA magnitud de las crisis (financiera y económica, social y humanitaria, ecológica, ética) que estamos padeciendo ha puesto de manifiesto el agotamiento de las propuestas políticas tradicionales, que no sólo no son capaces de proponer soluciones, ni siquiera alcanzan a analizar las causas de lo que nos ha caído encima. Y ello agravado por las docenas de procedimientos judiciales contra cargos políticos de todos los colores y empresarios por la corrupción extendida por todo el país.
El presidente Rodríguez Zapatero ha perdido toda capacidad de liderazgo, de ilusionar a la ciudadanía en un proyecto de reconstrucción nacional y social; a estas profundidades del hundimiento de nuestra economía, aún discute la magnitud de la crisis y anuncia la salida de la misma para un futuro inmediato aunque las falanges de parados sigan creciendo. Tal parece que para él sólo cuenta la crisis financiera, las cifras macroeconómicas, las cuentas de banqueros y otros magnates, mientras desconoce los problemas cotidianos de quienes lo están perdiendo todo.
Sus principales propuestas hasta el presente se han limitado a dar más dinero a los mismos que nos han hundido en este marasmo, a la banca y las constructoras, tratando de rescatarlas de una merecida quiebra y de mantener unos empleos precarios por unas semanas más mediante la subvención de obras sin criterio social o ecológico; y unos mínimos subsidios a los parados que quedan sin prestación. Mientras tanto, sigue en el olvido su promesa electoral del 2004 de una Ley que proteja a las familias de la insolvencia (que había presentado como Proposición de Ley estando en la oposición y fue rechazada por la mayoría del PP), Ley que ya existe en casi toda Europa. En el plano ecológico, las subvenciones a las térmicas que utilicen carbón nacional desacreditan toda su palabrería referente a un supuesto liderazgo en la lucha contra el cambio climático, lo que se agrava con el examen del Proyecto de Ley de Economía Sostenible, que por ninguna parte hace honor a tan prometedor título.
Qué decir de las propuestas populares, que combina la defensa de sus cargos públicos imputados por corrupción y la percepción de todo tipo de dádivas y regalos con el ataque irresponsable a las instituciones clave del Estado; sus propuestas económicas neoliberales (más de lo mismo que nos llevó a las crisis) con un discurso demagógico e hipócrita dirigido a los más débiles y con la petición de liberalizar aún más el despido y reducir la protección social; sus proclamas patrióticas con una campaña de desprestigio internacional de nuestro país y de nuestro sector empresarial más innovador. Tampoco desde la izquierda 'real' surgen propuestas para superar la crisis; más allá de la sólida defensa de una necesaria política de servicios y protección social, no parece encontrarse la vía de superar la contradicción entre su concepción industrialista-desarrollista de la economía y la constatación de la crisis ecológica y humanitaria a que ese modelo nos ha conducido.
En cuanto a los nacionalismos, la simple exaltación de identidades culturales locales y la exigencia de ventajas frente a los vecinos no suponen ningún añadido positivo en orden a la superación de ningún tipo de crisis. Por el contrario, se ha demostrado campo propicio para la corrupción.
Por otro lado, la falta de propuestas creíbles por estos partidos tradicionales, la mediocridad de sus dirigentes, su pérdida de todo referente ético, la falta de transparencia en la toma de decisiones y la limitación de la democracia real, de la participación de la ciudadanía en la vida política, lleva al desencanto con el sistema democrático, al pasotismo electoral y a la proliferación de partidos sin ideología centrados en sólo un aspecto concreto de todo el amplio espectro de la vida política.
En esta desoladora situación las elecciones europeas han mostrado la eclosión de una fuerza renovadora e ilusionante, la única que ha conseguido un considerable incremento del número de votos recibidos y de representantes electos: el ecologismo político asociado a un amplio espectro de movimientos sociales. Debe quedar claro que la ecología política no consiste en una propuesta sectorial centrada exclusivamente en una política de protección ambiental, como muchos pueden creer, sin duda porque en muchas ocasiones lo urgente (la denuncia y lucha contra proyectos irracionales y destructivos y contra la corrupción) no ha dejado mucho espacio para lo importante: transmitir el programa político de un nuevo modelo que reconcilie la sociedad del bienestar con el planeta en que vivimos y con nuestros semejantes excluidos de ese bienestar.
Por el contrario, la ecología política es todo un sistema complejo, con soluciones propias y bien diferenciadas para las políticas económicas, sociales, sanitarias, de exterior, de seguridad, etcétera. Y, muy relevante, de renovación y profundización democrática, de transición a un régimen de participación ciudadana (de ahí su confluencia con numerosos movimientos sociales, particularmente conspicua en el caso de la candidatura francesa de Europe Ecologie) que devuelva la democracia a la gente. La transparencia, la información y el debate público constituyen el antídoto más eficaz contra la corrupción y contra la pereza mental en la búsqueda de soluciones eficaces e innovadoras.
España ha sido una excepción a ese salto del ecologismo político debido a la ausencia de un referente político unitario del movimiento verde que concite el apoyo del creciente número de ciudadanos preocupados por el presente y el futuro de nuestra sociedad y del planeta en que vivimos. Esta ausencia se debe, entre otras cosas, a la división originada por el personalismo de algunos, la inexperiencia o torpeza política de otros, la proliferación de siglas propiciada a veces incluso por agentes económicos y políticos interesados en que no se forme un partido verde sólido. Pero el éxito del partido verde europeo y el convencimiento de que la salida a las crisis antes citadas se encuentra en la ecología política (convencimiento que no procede de un necio diálogo con nosotros mismos, sino del examen de las propuestas de los científicos y organismos más reputados a nivel internacional, entre las que cabe destacar el Informe Stern y el Global Green New Deal que ha sugerido el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y de la evidencia de que el sector de la economía verde es el único no afectado por la crisis económica y ya ha creado cientos de miles de puestos de trabajo) reclaman un cambio de rumbo en el movimiento verde español.
Con ese objetivo el pasado mes de julio nos reunimos en Huesca un centenar y medio de militantes verdes españoles, representantes de asociaciones varias y una considerable representación de eurodiputados, diputados nacionales y otros cargos de partidos verdes europeos desde Francia a Suecia, de Holanda o Bélgica a Grecia. En una veintena de talleres y conferencias hemos repasado las propuestas y viabilidad de la ecología política; hemos hablado de economía ecológica, de políticas de salud, de juventud, de cooperación; de derechos digitales, de organización del territorio, de movimientos sociales, etcétera. Y, finalmente, hemos bosquejado una hoja de ruta para la refundación del ecologismo político español en la que, con el apoyo del Partido Verde Europeo, se consiga la constitución de una entidad política unificada de las bases verdes (lo que implica una renovación de los cabecillas políticos actuales a nivel nacional) y ecologistas con todo un amplio elenco de activistas sociales que consiga devolver la ilusión a la ciudadanía de que es posible salir de las crisis económica, ecológica, social, humanitaria y de valores merced al compromiso de todos en ese empeño.
Hoja de ruta que tiene presente dos hitos particularmente relevantes en el futuro inmediato: la cita en Copenhage el próximo mes de diciembre en que los mandatarios de todo el mundo deben demostrar su compromiso en salvar el planeta y la humanidad de la catástrofe que el cambio climático puede suponer si no se le frena; y la presidencia española de la Unión Europea el próximo semestre, que se adivina particularmente complicada en un país con cuatro millones largos de parados y con un presidente a la deriva.
NUEVA ALTERNATIVA España ha sido una excepción a ese salto del ecologísmo político debido a la ausencia de un referente político unitario del movimiento verde que concite el apoyo del creciente número de ciudadanos preocupados por el presente y el futuro de nuestra sociedad.
12.11.09 -
JOSÉ ANTONIO BALLESTEROS GARRIDO MIEMBRO DE LA MESA FEDERAL DE LOS VERDES DE ASTURIAS Y ABOGADO
LA magnitud de las crisis (financiera y económica, social y humanitaria, ecológica, ética) que estamos padeciendo ha puesto de manifiesto el agotamiento de las propuestas políticas tradicionales, que no sólo no son capaces de proponer soluciones, ni siquiera alcanzan a analizar las causas de lo que nos ha caído encima. Y ello agravado por las docenas de procedimientos judiciales contra cargos políticos de todos los colores y empresarios por la corrupción extendida por todo el país.
El presidente Rodríguez Zapatero ha perdido toda capacidad de liderazgo, de ilusionar a la ciudadanía en un proyecto de reconstrucción nacional y social; a estas profundidades del hundimiento de nuestra economía, aún discute la magnitud de la crisis y anuncia la salida de la misma para un futuro inmediato aunque las falanges de parados sigan creciendo. Tal parece que para él sólo cuenta la crisis financiera, las cifras macroeconómicas, las cuentas de banqueros y otros magnates, mientras desconoce los problemas cotidianos de quienes lo están perdiendo todo.
Sus principales propuestas hasta el presente se han limitado a dar más dinero a los mismos que nos han hundido en este marasmo, a la banca y las constructoras, tratando de rescatarlas de una merecida quiebra y de mantener unos empleos precarios por unas semanas más mediante la subvención de obras sin criterio social o ecológico; y unos mínimos subsidios a los parados que quedan sin prestación. Mientras tanto, sigue en el olvido su promesa electoral del 2004 de una Ley que proteja a las familias de la insolvencia (que había presentado como Proposición de Ley estando en la oposición y fue rechazada por la mayoría del PP), Ley que ya existe en casi toda Europa. En el plano ecológico, las subvenciones a las térmicas que utilicen carbón nacional desacreditan toda su palabrería referente a un supuesto liderazgo en la lucha contra el cambio climático, lo que se agrava con el examen del Proyecto de Ley de Economía Sostenible, que por ninguna parte hace honor a tan prometedor título.
Qué decir de las propuestas populares, que combina la defensa de sus cargos públicos imputados por corrupción y la percepción de todo tipo de dádivas y regalos con el ataque irresponsable a las instituciones clave del Estado; sus propuestas económicas neoliberales (más de lo mismo que nos llevó a las crisis) con un discurso demagógico e hipócrita dirigido a los más débiles y con la petición de liberalizar aún más el despido y reducir la protección social; sus proclamas patrióticas con una campaña de desprestigio internacional de nuestro país y de nuestro sector empresarial más innovador. Tampoco desde la izquierda 'real' surgen propuestas para superar la crisis; más allá de la sólida defensa de una necesaria política de servicios y protección social, no parece encontrarse la vía de superar la contradicción entre su concepción industrialista-desarrollista de la economía y la constatación de la crisis ecológica y humanitaria a que ese modelo nos ha conducido.
En cuanto a los nacionalismos, la simple exaltación de identidades culturales locales y la exigencia de ventajas frente a los vecinos no suponen ningún añadido positivo en orden a la superación de ningún tipo de crisis. Por el contrario, se ha demostrado campo propicio para la corrupción.
Por otro lado, la falta de propuestas creíbles por estos partidos tradicionales, la mediocridad de sus dirigentes, su pérdida de todo referente ético, la falta de transparencia en la toma de decisiones y la limitación de la democracia real, de la participación de la ciudadanía en la vida política, lleva al desencanto con el sistema democrático, al pasotismo electoral y a la proliferación de partidos sin ideología centrados en sólo un aspecto concreto de todo el amplio espectro de la vida política.
En esta desoladora situación las elecciones europeas han mostrado la eclosión de una fuerza renovadora e ilusionante, la única que ha conseguido un considerable incremento del número de votos recibidos y de representantes electos: el ecologismo político asociado a un amplio espectro de movimientos sociales. Debe quedar claro que la ecología política no consiste en una propuesta sectorial centrada exclusivamente en una política de protección ambiental, como muchos pueden creer, sin duda porque en muchas ocasiones lo urgente (la denuncia y lucha contra proyectos irracionales y destructivos y contra la corrupción) no ha dejado mucho espacio para lo importante: transmitir el programa político de un nuevo modelo que reconcilie la sociedad del bienestar con el planeta en que vivimos y con nuestros semejantes excluidos de ese bienestar.
Por el contrario, la ecología política es todo un sistema complejo, con soluciones propias y bien diferenciadas para las políticas económicas, sociales, sanitarias, de exterior, de seguridad, etcétera. Y, muy relevante, de renovación y profundización democrática, de transición a un régimen de participación ciudadana (de ahí su confluencia con numerosos movimientos sociales, particularmente conspicua en el caso de la candidatura francesa de Europe Ecologie) que devuelva la democracia a la gente. La transparencia, la información y el debate público constituyen el antídoto más eficaz contra la corrupción y contra la pereza mental en la búsqueda de soluciones eficaces e innovadoras.
España ha sido una excepción a ese salto del ecologismo político debido a la ausencia de un referente político unitario del movimiento verde que concite el apoyo del creciente número de ciudadanos preocupados por el presente y el futuro de nuestra sociedad y del planeta en que vivimos. Esta ausencia se debe, entre otras cosas, a la división originada por el personalismo de algunos, la inexperiencia o torpeza política de otros, la proliferación de siglas propiciada a veces incluso por agentes económicos y políticos interesados en que no se forme un partido verde sólido. Pero el éxito del partido verde europeo y el convencimiento de que la salida a las crisis antes citadas se encuentra en la ecología política (convencimiento que no procede de un necio diálogo con nosotros mismos, sino del examen de las propuestas de los científicos y organismos más reputados a nivel internacional, entre las que cabe destacar el Informe Stern y el Global Green New Deal que ha sugerido el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y de la evidencia de que el sector de la economía verde es el único no afectado por la crisis económica y ya ha creado cientos de miles de puestos de trabajo) reclaman un cambio de rumbo en el movimiento verde español.
Con ese objetivo el pasado mes de julio nos reunimos en Huesca un centenar y medio de militantes verdes españoles, representantes de asociaciones varias y una considerable representación de eurodiputados, diputados nacionales y otros cargos de partidos verdes europeos desde Francia a Suecia, de Holanda o Bélgica a Grecia. En una veintena de talleres y conferencias hemos repasado las propuestas y viabilidad de la ecología política; hemos hablado de economía ecológica, de políticas de salud, de juventud, de cooperación; de derechos digitales, de organización del territorio, de movimientos sociales, etcétera. Y, finalmente, hemos bosquejado una hoja de ruta para la refundación del ecologismo político español en la que, con el apoyo del Partido Verde Europeo, se consiga la constitución de una entidad política unificada de las bases verdes (lo que implica una renovación de los cabecillas políticos actuales a nivel nacional) y ecologistas con todo un amplio elenco de activistas sociales que consiga devolver la ilusión a la ciudadanía de que es posible salir de las crisis económica, ecológica, social, humanitaria y de valores merced al compromiso de todos en ese empeño.
Hoja de ruta que tiene presente dos hitos particularmente relevantes en el futuro inmediato: la cita en Copenhage el próximo mes de diciembre en que los mandatarios de todo el mundo deben demostrar su compromiso en salvar el planeta y la humanidad de la catástrofe que el cambio climático puede suponer si no se le frena; y la presidencia española de la Unión Europea el próximo semestre, que se adivina particularmente complicada en un país con cuatro millones largos de parados y con un presidente a la deriva.
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