Séptima observación mensual correspondiente a octubre 2019
Ninguna de las reglas de gestión del plan dio señal de compra o de venta
Tras superar el objetivo del 9% el pasado mes, en el día de la observación la cotización ha caído por debajo hasta el 8,17%, por lo que no procede una nueva venta.
Este mes vamos a centrarnos en el plan de inversión haciendo un análisis en profundidad de su actual situación en donde incluiremos los detalles de la operación de venta realizada el mes pasado, datos económicos relevantes, así como explicaciones y aclaraciones sobre las reglas del plan que se entienden mucho mejor con datos concretos.
Empezamos por el concepto de unidad de inversión y el porqué del número elegido. La unidad de inversión es un importe fijo en que dividimos las aportaciones para utilizarlo como unidad de medida en las operaciones. De tal manera que, si invertimos 60 unidades en el fondo de Amundi, cada una de ellas tendrá asignado un número de participaciones variable en función del precio de compra y de los redondeos. Ahora todas tienen casi el mismo numero de participaciones asignado con una ínfima diferencia de un punto en el tercer decimal para cuadrar con el total invertido. Cuando empiecen a realizarse operaciones de compra se harán a precios distintos, el número de participaciones de esa unidad de inversión concreta será distinto y el precio medio de compra variará.
En la primera fila de la tabla vemos el detalle de la venta realizada el mes pasado. Se vendió una unidad de inversión equivalente a 1,081 participaciones compradas a 166,60 euros/participación a un precio de 182,14 euros/participación. Los importes respectivos de compra y de venta son de 180,09 y 196,89, por lo que el beneficio bruto obtenido es de 16,80, sobre el que se aplica una retención del 19% equivalente a 3,19 que deja el beneficio neto en 13,61.
¿Cuál debe ser el importe óptimo de la unidad de inversión? Si nuestro objetivo es conseguir la mejor relación entre rentabilidad y volatilidad, la respuesta correcta es “depende de cómo se comporte el mercado en el futuro”, por lo que no hay un importe óptimo. Sí podemos hablar de un mayor o menor grado de eficiencia para conseguir los objetivos perseguidos.
La referencia clave para cuantificar la unidad de manera eficiente es su porcentaje respecto al total de aportaciones.
Si el porcentaje es muy alto, cada operación tendrá un impacto significativo en datos clave del sistema tales como el precio medio de adquisición, porcentaje de exposición en renta variable y volumen de pérdidas y ganancias realizadas. El riesgo que corremos es comprar y vender demasiado pronto en los grandes movimientos direccionales al alza y, sobre todo, a la baja en donde corremos el riesgo de quedarnos sin liquidez y con un precio de adquisición relativamente alto lo que puede lastrar la rentabilidad a largo plazo del plan, incluso hacerla negativa.
Un porcentaje muy bajo hará que la aportación de las operaciones sea poco o nada relevante, dependiendo el resultado final sobre todo del momento en que se hace la operación inicial, lo que en caso de coincidir con un techo de mercado también incrementa la probabilidad de rentabilidades a largo plazo bajas o negativas.
En un plan con observaciones mensuales y horizonte de 10-15 años (120-180 observaciones) es razonable una unidad de inversión del 1-2% respecto al total aportado. Nos hemos inclinado por la opción más conservadora del 1%, equivalente a 100 unidades de inversión. Con una exposición inicial, también moderadamente conservadora, de 60 unidades en renta variable, queda una reserva de 40 en liquidez que permite afrontar caídas extremadamente duras y/o prolongadas con la capacidad de “hacer algo” y no quedarse mirando como la inversión pierde valor cada mes. En este caso, comprar a la baja aprovechando la caída e ir rebajando el precio de coste. A cambio se renuncia a aprovechar al máximo las subidas con niveles de exposición inicial más elevados. También renunciamos a optimizar el rendimiento de la volatilidad no direccional, con subidas y bajadas pronunciadas y erráticas, de la que saca partido un número bajo de unidades de inversión debido a su elevado porcentaje respecto al total aportado.
¿Se puede optimizar este número a partir del análisis de los datos históricos? No, porque los datos de rentabilidad, volatilidad, direccionalidad y correlación entre activos no son magnitudes constantes en el tiempo, sino que van variando en función de la evolución de las variables que influyen en el precio de dichos activos (crecimiento económico, política monetaria, fluctuaciones de las divisas, psicología de los inversores). Es extremadamente improbable que se mantengan estables, sobre todo en plazos medios y largos debido a que las variables subyacentes pueden sufrir importantes e imprevisibles modificaciones. En el corto sí puede haber cierta continuidad, pero tampoco es del todo seguro.
Es decir, a partir de los datos históricos podemos concluir que el número más adecuado de unidades de inversión para invertir a diez años vista es de 83, pero en los próximos diez años, es muy poco probable que lo siga siendo y el nuevo óptimo puede diferir mucho. Así que resulta un esfuerzo estéril el afinar más allá del establecimiento de una reducida gama de números redondos entre la que escogemos el que más se ajuste a nuestros objetivos prioritarios.
¿Qué datos, aparte de los recogidos en las observaciones necesitamos conocer y controlar?
Básicamente, son dos, la rentabilidad del plan y el importe y origen de las pérdidas y ganancias que se han realizado (las latentes están recogidas en la observación).
No es imprescindible pero sí aconsejable conocer los niveles de precio que van a generar órdenes de compra o de venta. No es imprescindible porque podemos automatizar las decisiones de inversión programándolas en una hoja de cálculo, pero sí aconsejable porque vamos a tener una muy positiva sensación mental de conocimiento y control de lo que lo que hará el plan. Eso sí, hay que evitar la tentación de “mejorar” continuamente el sistema sin dejarle tiempo para que muestre sus fortalezas y sus debilidades de forma fiable y no condicionada por una coyuntura concreta.
RENTABILIDAD DEL PLAN:
Por un lado, necesitamos establecer una forma flexible y fiable de cálculo de la rentabilidad del sistema.
El mejor método es calcular la TIR (tasa interna de rentabilidad) de nuestras aportaciones y reembolsos a lo largo del plan considerando para calcular la rentabilidad a la fecha de observación el supuesto de un reembolso a precio de mercado en dicha fecha. Esto puede sonar un tanto esotérico, pero ya lo explicaremos en profundidad en un futuro artículo.
Por otro, necesitamos disponer de una referencia con la que comparar la rentabilidad. Esta referencia ya la establecimos dentro de la definición de las grandes magnitudes y reglas del plan. Es del 4,03% antes de impuestos y del 3,37% neto de IRPF. Este último dato es el que vamos a utilizar para que el dato sea lo más realista posible.
La TIR a 22-10-19 es del 6,38%, incluyendo ya el coste fiscal de la realización de la plusvalía latente. Una rentabilidad muy por encima de la referencia a largo plazo. O tenemos muchísima suerte o ya caerá, porque no es sostenible indefinidamente el porcentaje de revalorización de los mercados de este año. Las reglas del sistema tienen en cuenta esta tesis, de ahí la orden de venta del mes pasado.
PÉRDIDAS Y GANANCIAS REALIZADAS A 22-10-2019
Por conceptos:
Por años (de momento, sólo uno):
NIVELES DE REFERENCIA A 22-10-2019
Es decir, el sistema dará orden de venta si en la próxima observación mensual el precio del Amundi MSCI World sobrepasa el 181,59, una orden de compra si está por debajo de 160,28 y otra adicional si está por debajo de 156,60
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