La aparición de Internet junto con el surgimiento de las nuevas tecnologías, todo ello aderezado con la globalización, hace surgir un nuevo modelo empresarial transformando al existente con la creación de nuevas prestaciones. De esta forma, se modifican los puestos de trabajo, los mercados, los servicios y hasta el propio funcionamiento de la industria, llegando a una economía disruptiva donde el cliente es investigado con el fin de resolver todas sus inquietudes favoreciéndole su estado de bienestar.
La economía disruptiva, que lleva con nosotros bastante tiempo, no es más que una serie de cambios abruptos que se producen en todos los sectores influyendo en la transformación de la industria y en los sectores más tradicionales. Ese impacto que está produciendo hace que el mundo cambie, aunque se lleve por delante la parte más conservadora ante la renovación de productos, tecnología, ideas y servicios.
Paralelamente, la tecnología disruptiva se convertirá en la tecnología dominante o tecnología ‘alfa’, considerándose como la única alternativa posible menospreciando cualquier estrategia que desee subsistir sin subirse a su carro. La tecnología tradicional tiene que ceder renunciando a su nicho para que las nuevas fórmulas vayan ocupando su puesto, consiguiendo mayores cuotas de mercado. Un ejemplo muy ilustrativo es el desarrollo que ha tenido la fotografía digital frente a la tradicional. La fotografía convencional, con unos costes elevados de revelado, capituló ante a una incipiente fotografía digital, de menor calidad de imagen, pero mucho más asequible para aquellos con un menor poder adquisitivo. Poco a poco ha llegado hasta hoy desbordando totalmente la fotografía del revelado con un aumento considerable de la resolución, aparejado con unos menores costes y una gran facilidad para el almacenamiento, convirtiendo a toda la sociedad en fotógrafos capaces de captar cualquier instante, hasta el punto de que ya no queda lugar en la tierra ni momento inoportuno que no esté inmortalizado.
El concepto de disrupción está ligado, como decía, a la tecnología, a la constante innovación y a los avances de la ciencia, no conociéndose hasta que las ‘start-ups’ han irrumpido en los sectores más tradicionales como la competencia de bienes y consumo (Alibaba o Amazon), medios de comunicación (todas las redes sociales), turismo y transporte (Uber, Cabify, Airbnb…). La innovación de la que hablo no sería nada sin la influencia de la inteligencia artificial y su aplicación contribuyendo a que aparezcan constantemente nuevos productos como los coches autónomos, la impresión en 3D, la realidad virtual, los drones y hasta la tecnología blockchain. Visto está que la tecnología por donde pasa transforma y se asienta automatizando los servicios para hacerlos más eficientes y, a su vez, avanza provocando constantemente una innovación disruptiva dejando un montón de cadáveres a su paso, generalmente a todos aquellos que se resisten al cambio y no quieren cruzar a la otra orilla. No nos olvidemos que cada revolución que ha habido ha destrozado lo viejo, porque las empresas con un negocio muy definido envejecen y desaparecen por obsolescencia. Sin lugar a ninguna duda, la industrialización de nuestros ascendentes está en el lecho de muerte lo que hace que existan dos economías contrapuestas al mismo tiempo: mientras una muere, sin remedio, la otra crece, con dificultades, pero de forma imparable. Y, en el futuro, otra vendrá que la sustituirá. Los jóvenes de hoy estudian para trabajar en empleos aún no creados con tecnología sin inventar que servirá para resolver problemas que todavía no lo son.
El impacto que produce en los consumidores se adapta como algo positivo porque supone una mayor comodidad y eficiencia, pero también se exige transparencia cosa que, por desgracia, no siempre existe entre otros motivos porque las administraciones no avanzan tan rápidamente como para regular todo lo que aparece y satisfacer a todas las partes. Las nuevas actividades económicas se han desarrollado gracias a las nuevas tecnologías sin que haya dado tiempo a su regulación. Y regulación no se puede traducir como restricción, se debe de hacer todo lo posible para que su adaptación al sistema sea de mejora colectiva con un afán de mejora en la ocupación laboral. En cualquier caso, una cosa es el consumo colaborativo y otra diferenciar la actividad privada de la profesional. Aquí está un poco el dilema a la hora de diferenciar entre cliente y proveedor ya que en algunos casos llegan a confundirse por su integración, hasta el punto de que cualquiera puede ofrecer sus servicios y sus productos. La situación ha llegado a tal unto que ya no se habla de consumidores, se habla de ‘prosumidores’: aquellos consumidores que son productores, creando, compartiendo, vendiendo y ofreciendo sus servicios y productos al mismo tiempo que los adquiere y usa los de otro consumidor o productor.
Los jóvenes de hoy estudian para trabajar en empleos aún no creados con tecnología sin inventar que servirá para resolver problemas que todavía no lo son.
Por intentar clasificar las economías de alguna manera creo que podíamos hablar de tres economías diferentes: la antigua, la nueva y la disruptiva. El punto de inflexión entre la antigua y la nueva fueron las punto.com: mientras que las empresas de la antigua economía tenían historia y crecían sosteniblemente, las empresas de la nueva economía vivían de las expectativas y con un crecimiento muy volátil y así les fue. ¡Boom! La economía disruptiva aprendió del pasado y su inversión está basada en activos intangibles, innovación, investigación y desarrollo para aumentar la productividad con unos costes reducidos. Sus proyectos financieros se basan en análisis de datos, en el estudio del comportamiento de los mercados y los consumidores, disfrutando de unos ingresos eficientes y una buena productividad retribuyendo a sus accionistas periódica y satisfactoriamente.
Aunque el mundo esté cambiando, solo lo mejor de lo antiguo se mantendrá, mientras que los negocios que se conviertan en humo desaparecerán. A partir de ahí, los negocios funcionarán de forma diferente al tenerse que adaptar a la llegada de la economía y la tecnología disruptiva para poder crecer y adaptarse al nuevo entorno. Al mundo rural, por ejemplo, todavía le queda mucho camino por recorrer en este sentido ya que las nuevas tecnologías y la llegada de Internet aún se encuentran en un estado semidesarrollado.