Cuando la gente lee que los grandes capitales se están refugiando en determinados productos, se imagina a unos señores con un coche descapotable, con un rolex de oro y fumando un puro que le ordenan a su banco que invierta sus montañas de dinero en tal o cual sitio.
La vida real no se suele parecer a lo que sale en las películas. Una gran parte de las grandes sumas que se mueven por el mundo pertenecen directa o indirectamente a gente de la clase media o poco más. Fondos de pensiones privados; grandes fondos de pensiones públicos o empresariales; fondos de reserva de la seguridad social; reservas de las compañías de seguros, que algún día tendrán que ser pagadas a sus beneficiarios; dinero manejado por Hedge Funds; dinero que manejan los fondos de inversión; dinero que se usa para coberturas de riesgo de divisa o de tipos de interés.
En otro capítulo están las carteras de gente más acomodada que tienen su gestión encomendada a gestoras profesionales. Estos gestores recomendarán cambiar de país o de productos estas carteras, puesto que esa actividad genera suculentas comisiones.
En términos generales, hay montruosas cantidades de dinero gestionado por personas a sueldo o a comisión cuyos ingresos no se verán mermados si esas carteras sufren importantes descalabros.
La gran mayoría de estos gestores se leyó un librito hace décadas que en una de las páginas decía de pasada que los valores refugio son el Franco Suizo (quizá porque en esa época estaba respaldado por oro), los bonos alemanes, suizos y americanos, y, si la cosa se pone muy fea, algo de oro.
Cuando estos últimos meses los gestores han oído el telediario, les ha venido a la cabeza esas palabras del librito y han empezado a ejecutar la estrategia. Y sus compras han producido lo siguiente:
1 – El bono suizo a dos años arroja una rentabilidad negativa del 0.30 % anual.
2 – El bono americano a 10 años por debajo del 1.50 % de rentabilidad.
3 – El bono alemán a 10 años bailando con el 1.20 %.
4 – Luego hablamos de lo que ha pasado con el oro.
En todos los casos anteriores, los inversores están perdiendo dinero, pues los intereses cobrados no cubren la inflación ni en las más utópicas fantasías. Se supone que aceptan esa pérdida a cambio de una seguridad, de un refugio a prueba de bombas nucleares. Pues siento decirles que están equivocados. Esos activos tienen la misma garantía que los gobiernos que los emiten: cero.
Aparte del riesgo de impago, que no es descartable, asumen el riesgo de contrapartida de la institución en la que esos títulos están depositados o custodiados. Además, asumen sin querer el riesgo de una devaluación de la moneda en la que están emitidos o de una inflación futura galopante.
Estos bonos están formando la mayor burbuja que ha conocido la humanidad, y cuando estalle no quedarán ni las cenizas. Conceder a estos bonos la etiqueta de valor refugio causaría una sonora carcajada si no fuera por las dramáticas consecuencias que van a producir a la especie humana.
Poseer papelitos respaldados por bancos centrales cuyos balances están repletos de activos tóxicos y bonos basura, parece una temeridad. Esto sirve también para el papel moneda que algunos guardan debajo del colchón con la buena intención de librarse de las quiebras bancarias. Los colchoneros deberían saber que el papel moneda guardado en casa no se libra del resto de riesgos expuestos arriba, además de asumir riesgos nuevos de robo, incendio, hurto, distracción u olvido. No he querido mencionar los riesgos asociados a la incontinencia para que este post no caiga en lo escatológico.
La mitad de los países europeos están quebrados, a falta de entierro. La otra mitad todavía no lo están, pero lo estarán cuando entierren a los primeros y declaren sus deudas incobrables.
El BCE da dinero a los bancos al 1%. Los bancos cogen ese dinero y compran Deuda del Estado al 6%. Ganan un dineral asumiendo mucho riesgo, pero eso no les importa, porque como ya están quebrados, si el Estado no paga ellos no pueden estar más quebrados, se quedan igual de quebrados que estaban. Y si por un milagro el Estado no quiebra, pues han ganado mucho dinero que les ha venido de perlas para autopagarse jubilaciones escandalosas y seguir tirando de tarjeta oro.
Y como el dicho dice “muerto por mil, muerto por mil quinientos”, los bonos comprados se los llevan al BCE y se los canjea por dinero fresco otra vez. Con ese dinero compran más Bonos del Estado y vuelta a empezar (esto debería llamarse el tirabuzón con palanca).
Estas historias acaban casi siempre igual: entidades quebradas que tienen que ser salvadas con el dinero de los tontos de siempre, y ejecutivos criminales e irresponsables que se van a su casa con el riñón bien forrado. Mi abuela decía que mientras haya burros fabricarán albardas.
Como suele ocurrir, los gobernantes no investigan ni meten en la cárcel a los banksters porque ellos también se han llevado su tajada y no pueden arriesgarse a que salgan a la luz los trapos sucios.
Haced circular la nueva bandera de los de abajo.
ARRIBA LOS DE ABAJO
4 – Sobre las compras de oro. Como comprar plata u oro físico y custodiarlos es desagradable y engorroso, a los gestores les da repelús. Como los que mandan lo saben, han preparado unos vehículos con un envase muy bonito para canalizar esas inversiones. Esos fondos se llaman GLD para el oro y SLV para la plata. Sobre estos fondos sólo voy a decir dos cosas:
- Que quien quiera comprarlos se lea antes el folleto entero.
- Que piense si puede haber algún conflicto de intereses en que el depositario del metal ostente unas abultadas posiciones cortas en el mercado de futuros del mismo metal. Además de tener varios litigios abiertos por manipulación de los precios de ese mercado.
Hace casi un año, un periodista quiso que le enseñaran los lingotes que se supone que tiene en custodia el depositario y que pertenecen a esos fondos. Tras muchas precauciones lo llevaron con los ojos vendados a la cámara acorazada en la que estaban los lingotes. El periodista cogió un lingote y lo mostró a la cámara que estaba filmando, con tan mala suerte que se pudo ver el número de serie de ese lingote. Desgraciadamente, el citado número de serie no estaba en el listado de lingotes que publica regularmente el fondo. Una anécdota sin importancia.
Otra cosa curiosa: mientras que el PSLV (que es un fondo sobre plata del que la gente se fía más, yo no me fío de ninguno) suele cotizar con un premium sobre el precio de la plata que oscila entre el 6 % y a veces hasta el 20 %, el SLV cotiza con un descuento de alrededor del 3 % respecto al precio de la plata.
Para terminar, unos dibujos animados para el fin de semana.