Otra de las falacias “bonitas” que nos encontramos con relativa frecuencia es aquella que nos trata de decir que los estados deben asumir las decisiones de política económica asumiendo los principios de funcionamiento de otros. Unos nos cuentan que los estados se deben gestionar como si fuesen familias y otros nos dicen que se deben gestionar como si fuesen empresas.
Lo realmente grave de estas afirmaciones, es que parten de una base equivocada tan obvia que absolutamente nadie parece caer en la gran contradicción. Cada vez que usamos la frasecita del “como si fuese”, estamos reconociendo implícitamente que “no es”. Y una vez tenemos claro que un estado no es una empresa o una familia, ya tenemos claro que las frasecitas se enfrentan a una contradicción evidente: ¿Cómo van a tener que actuar algo, cosas que son distintas, con funciones distintas y que han de buscar cosas distintas?. Es más que evidente que directamente estamos ante una burrada de gran calibre. De hecho curiosamente gran parte de los problemas vienen derivados de que desde hace tiempo, los gobiernos han dejado de ejercer su función de gobiernos. ¿Cómo va a ser el problema que los gobiernos no se gestionan como entidades privadas, cuando en realidad hace tiempo que se vienen aproximando a tales efectos?.
En todo caso, sorprende la aceptación del “como si” en la sociedad, ya que estamos ante un fenómeno que no es en absoluto específico del ámbito económico, sino que estamos ante un razonamiento que hacemos en todos y cada uno de los campos de la vida.
Imaginemos que estamos en una discusión que todos en algún momento de la vida hemos tenido: ¿Qué tal aquella de cómo debemos conducir?. Pues una de las formas de afrontar este tema es tirar de los ejemplos y concluir que debemos conducir como el que mejor conduce, que en España bien puede ser Fernando Alonso. Vale que en este momento podemos discutir si Fernando Alonso conduce bien o mal, o si en realidad el mejor es Hamilton, Button o Vettel. Aspecto importante, ya que al buscar un punto de referencia, debemos tener claro si el punto de referencia es válido. O sea, que ya que vamos a conducir como alguien, primero tendríamos que discutir si esa referencia es válida.
Este primer punto es importante, ya que normalmente cuando decimos aquello de que los estados se han de comportar como empresas, la discusión se traslada a otro punto: ¿es que las empresas se han comportado bien?. Lo mismo va para las familias; porque en el fondo no deja de ser curioso que se diga que los estados deben comportarse como familias y empresas, y a su vez hablar de que todo el mundo se ha vuelto loco durante unos cuantos años.
Lo grave es que en este caso mientras discutimos si las empresas o las familias lo hacen bien, o lo hacen mal, realmente estamos cometiendo la mayor de las barbaridades, además de dar por buena la frase del “como si”. En estas cosas es mejor ir por partes, para no liar al personal, (a menos que se quiera liar, como parece últimamente). ¿Por qué digo esto?.
Pues porque si en medio de la discusión de cómo debemos conducir, comenzamos a discutir sobre cuál es el mejor piloto de fórmula 1, inconscientemente estamos asumiendo que en la calle debemos conducir como uno de ellos. Y asumiendo que exista una discusión sobre cuál de los pilotos es mejor, lo que debemos tener claro es que si nos preguntan “como debemos conducir”, jamás deberemos contestar como un piloto de fórmula 1, sea cual sea. No tiene absolutamente ningún sentido discutir sobre la calidad de los distintos pilotos, cuando en definitiva, el problema es que no es lo mismo conducir un fórmula 1, en una competición, en un circuito, de acuerdo con unas reglas y con el objetivo de entretener, a lo que hacemos todos y cada uno de los días.
Pero si algún animal intenta coger el coche y emular a un piloto, (me da igual el que sea), lo más probable es que el experimento acabe con un tortazo. ¿Será porque conduce peor que el piloto que sea?. Evidentemente yo conduzco peor que Fernando Alonso, pero no podré decir que el tortazo será precisamente por conducir peor que él, aunque sea cierto. Desde luego el defecto de no tener la misma calidad para la competición no es nada comparable a la ineptitud para conducir que demuestro intentando trasladar una forma de actuar a donde no es.
En este caso, independientemente de la valoración que se haga de los políticos con los gestores de la empresa privada, el problema no es tanto que aquellos tengan cualidades inferiores a los gestores de la privada, (que a diferencia del hecho de que yo no tenga la calidad de Fernando Alonso, sería discutible), sino que la máxima expresión de la inutilidad de un gestor es precisamente no entender absolutamente las circunstancias, situaciones, objetivos y medios en los que se ha de mover.
Lo que tenemos que entender es que un gobierno no puede tener la misma función que una empresa o una familia, tampoco tiene los mismos instrumentos y tampoco funciona bajo las mismas reglas. Y es completamente normal, ya que un desatornillador no se usa igual que un alicate.