Cada vez tiene más fuerza la tesis de que se va a buscar un tecnócrata para gobernar el país. No es que se oiga demasiado, pero sin embargo, lo que apabulla son los análisis y comentarios que nos encontramos en todos los medios. Si hace un tiempo el problema de España era que el mercado laboral era muy rigido, o los funcionarios, o la escasa competitividad, ahora toca a todo el mundo identificando los problemas de España con su estructura política.
En este caso es más sencillo entender que este argumento tiene ciertos visos de verosimilitud, sobre todo si lo comparamos con argumentos que se han dado en el pasado. Defender, por ejemplo, que tenemos un problema de rigidez del mercado laboral, siendo la economía que más empleo destruye cuando las cosas van mal y la que más empleo crea cuando van bien, no es precisamente un detalle de rigidez, y aún así se ha colado este mensaje. Por lo tanto, y dado que el sistema político es manifiestamente mejorable, la idea de que es un desastre y por tanto hay que quitar a los políticos de en medio tiene grandes posibilidades de cuajar.
El problema, como siempre, está en el sentido de lo que tenemos que hacer. Partiendo de la base de que tenemos un problema con los políticos, tenemos la posibilidad de buscar formas de arreglarlo o simplemente eliminarlos o minorarlos. En mi opinión, (mucho más argumentada en su día), se está cometiendo un error, (o no tan error), generalizado que es entender que como no funcionan determinadas instituciones, lo que debemos hacer es desmantelarlas, cuando en realidad deberíamos entender el hecho de que gran parte de la responsabilidad de esta situación viene precisamente del hecho de que estas instituciones estén fallando, por lo que desmantelarlas simplemente empeorará el problema.
Tenemos una serie de alternativas que ayudarían a incrementar la representatividad, incrementando la responsabilidad de los representantes sobre sus votantes. En su día yo opinaba que como mínimo nos deberíamos encontrar con listas abiertas y la eliminación de la disciplina de voto como requisitos principales para esto, pero nos podemos encontrar con otras ideas, bajo la denominación de democracia liquida, o 4.0 o similares. Algunas son más utópicas que otras, y quizás alguna no sea realizable, pero sin embargo tienen en común que se trata de incrementar el poder del ciudadano sobre el político, como condición necesaria para que el político actúe de acuerdo a los intereses del ciudadano.
Sin embargo, nos encontramos, (y nos vamos a encontrar en muchas más ocasiones en estos días), con propuestas que van en el sentido equivocado. O sea, que en lugar de incrementar la responsabilidad de los políticos, nos vamos a encontrar con propuestas que tratan de limitarla o eliminarla. El mero hecho de transmitir soberanía desde los países a la Unión Europea, en la situación actual es directamente esto. Por muy poco democrático que sea nuestro país, (u otros), y por muy mala que sea la situación, cuesta y mucho encontrar un esquema de funcionamiento tan poco democrático que el de la Unión Europea, en el que tenemos tan sólo elecciones a un parlamento al que no se le conoce ocupación. Difícilmente va a defender un comisario Europeo, o el Ecofin, o quien sea de Europa los intereses de los ciudadanos, (ni tan siquiera los españoles), cuando directamente su elección no depende de estos. Evidentemente Europa siempre tendrá problemas debido a que la distancia al electorado tiene siempre impacto, pero es que además tal y como está diseñada, es absolutamente inoperante.
Pero siendo obvio que las instituciones europeas no atienden a otra cosa que los deseos e intereses de quienes pueden acceder a ellas, (que no son precisamente los ciudadanos), no encontramos análisis de los esquemas de allí, los escándalos, (y van unos cuantos), de eurodiputados, europarlamentarios y en general “europolíticos”, directamente no existen y no son noticia, y tampoco nadie pide su disolución. En cambio la desaparición de políticos de bajo nivel, (los más cercanos a los ciudadanos, y sobre todo, los que menos culpa tienen en la crisis mundial, ya que cualquier alcalde de sitio pequeño, por muy mal que lo haya hecho, no parece responsable de la situación actual), es algo que se pide en todos los países de forma reiterada.
El extremo de esta línea de pensamiento son los tecnócratas, que son aquellas personas elegidas para gobernar por alguien que no es el pueblo soberano, y que en consecuencia dependerá de estas personas y no de la población. En el imaginario de todos los análisis, aparecen estos personajes como aquellos que deben estar para llevar a cabo las medidas que ningún político se atrevería a tomar, debido a que son extremadamente impopulares, lo que viene a ser que son medidas no sometidas a votación, porque si se sometiesen serían rechazadas de plano ya que todo el mundo sabe que no son las que la sociedad quiere.
El esquema es sencillo, los políticos cercanos serán catalogados como inútiles, y las instituciones cercanas igual, de esta forma se justifica mejor la existencia de tecnócratas y la eliminación de aquellos entes que mejor pueden recoger la opinión de los ciudadanos. Tengamos en cuenta que esto es directamente eliminar cualquier tipo de parecido con la democracia.
El problema es que si eliminamos la democracia, eliminamos la base misma del sistema, y en consecuencia, no existirá la mínima garantía de que las decisiones que estamos tomando tenga algo que ver con los intereses de los ciudadanos, lo cual es el primer paso para llegar a una situación en la que tendríamos una ruina total y absoluta de estos.
Tengamos en cuenta esto, cuando leemos todos los análisis sobre los 450.000 políticos o el repaso de los escándalos de una tipología de políticos, al lado del olvido sobre las tropelías de otros. Tengamos en cuenta, que estamos a la orden del día en lo que se refiere a campañas, y pidamos a todos que los políticos y los sistemas políticos han de representar mejor a los ciudadanos, corrigiendo fallos de las instituciones y no eliminándolas.