Mucha gente se llevó las manos a la cabeza cuando Ada Colau acudió al congreso a hablar de la iniciativa legislativa popular para la reforma de la ley hipotecaria y calificó como “criminales” a los banqueros. No importa el hecho de que miles de personas estén pasado por situaciones imposibles, ni la existencia de indicios abrumadores de engaños a clientes, de manipulaciones de precios y no importa tampoco el hecho de que esto se haya hecho mientras los organismos reguladores y las administraciones públicas miraban hacia otro lado, cuando no los instigaban directamente. Poco importa tampoco que no haya nadie en la cárcel, que el único alto responsable de una entidad financiera condenada haya sido indultado, y que ahora se cambie la normativa para que sea honorable y todos los favores que se nos pueda ocurrir.
La lista de escándalos, tanto a nivel internacional como nacional, es devastadora y tan sólo contrasta con la nula investigación de tales hechos y sobre todo por la no existencia de castigos, hasta el punto incluso de que las imputaciones afectan únicamente a aquellos que hayan caído.
Por tanto, la existencia de delitos es evidente, la inexistencia de investigaciones también y la existencia de daño es indudable. En este sentido, lo único que extrañaría de una palabra general a un colectivo general es que no se haya dicho más veces.
Frente a esto, nos encontramos con el argumento del rigor y del respeto. Es decir, se critica que no se pueda catalogar a bulto a un colectivo y menos en las instituciones del estado. Esto se puede discutir hasta que los mismos representantes y las mismas personas, comienzan a lanzar acusaciones de forma coordinada, primero referidas al terrorismo y luego ya referidas al nacismo.
Tengamos clara que la palabra criminal es fuerte, pero que aún es susceptible de empeorar, y desde luego la palabra terrorismo, teniendo en cuenta la historia de nuestro país, es mucho peor. Respecto al nacismo estamos haciendo referencia a los peores hechos de la historia. Por tanto, alguien debería aclarar si está bien que en las instituciones o desde las instituciones se descalifique o no, porque no se puede criticar el que se llame criminales a los banqueros en la situación actual, mientras se lanzan palabras como estas desde las mismas instituciones.
En todo caso, llama y poderosamente la atención la idea lanzada comparándolo con el nacismo, (mediante todo el aparato de propaganda que incluye opinadores en todos los medios y un mensaje coordinado de numerosas personas del partido). Lo digo, porque creo recordar que el nacismo consistió en que un partido político accedió al poder en un país mediante unas elecciones, para después usando las infraestructuras del estado, practicar de forma generalizada la coacción, la propaganda (hasta el punto de que es evidente que en este punto el manual utilizado es abundantemente seguido, ya que se ha mostrado muy efectivo). Dejando aparte los campos de exterminio, (basándonos en que no tengo constancia de que tal cosa esté pasando ahora mismo, ni de que absolutamente nadie lo esté planteando), sacar las referencias al nacismo no parece que sea muy apropiado por parte del partido que gobierna, a menos por supuesto que estemos ante el famoso: “llámalo tú al rival antes de que te lo llame él”.
En todo caso, ¿tendría sentido el hecho de considerar que una parte de la sociedad que no ha encontrado la forma de cargarse una normativa declarada ilegal sea considerada practicante del totalitarismo?. Vamos a ver si entendemos que el totalitarismo es consustancial al ejercicio del poder y difícilmente se puede entender que las personas agobiadas por un desahucio estén en condiciones de imponer absolutamente nada a nadie.
De hecho, este argumento nos lleva a la famosa coacción de estas personas, que es definida en todos los puntos como algo manifiestamente antidemocrático. En este sentido parece que ahora presionar a los representantes públicos para tratar de conseguir una cierta ventaja normativa es algo totalmente censurable, antidemocrático y que atenta absolutamente contra todo. Y digo que curioso, porque existen ciertas estructuras que se denominan “grupos de presión”. ¿De dónde viene este nombre?. En algunos países, estas organizaciones destinadas única y exclusivamente a presionar a las instituciones democráticamente elegidas están reguladas, en otros no, pero tenemos que tener en cuenta que desde luego se dedican a presionar a los políticos y por otro lado tienen muchos éxitos, sobre todo en el caso de gobiernos débiles que no responden ante los ciudadanos, (cómo es claramente nuestro caso).
Independientemente de que estas organizaciones, tengan evidentes medios de presión no disponibles para el común de los mortales (o sus organizaciones), lo que está claro es que no tienen el rechazo de los que ahora tanto se quejan y es más; se encuentran las puertas abiertas, a diferencia que los ciudadanos y plataformas a las que dirigen, (con mucha simpatía) a las instituciones, que son las mismas que ignoran, o en el mejor de los casos han ofrecido explicaciones para salir en los periódicos.
Y tampoco nos olvidemos de todos los demás coaccionadores en esta historia, que son una lista no demasiado selecta, y si muy amplia. Los bancos centrales, troikas que nadie conoce y mucho menos ha votado, instituciones de todo tipo y color, consultoras de turno, … De hecho todas estas instituciones, que de alguna forma dependen de los ciudadanos, con una cotidianidad espantosa, presionan, (y se justifica esto sin problema alguno), para conseguir las reformas que están hundiendo los países y ciudadanos sin conjunto.
Es decir, ¿nos quejamos de las coacciones de unas pocas personas mientras no hemos dicho ni mu cuando cualquiera de las entidades obliga a tomar decisiones que llevan al desastre?. En fin.