Hoy me he levantado por la mañana; he encendido la luz y me he metido en la ducha, para después tomar un café. Se me ha dado por pensar y resulta que el café tenía un precio determinado en el supermercado; por tantos gramos, tantos euros. Los del agua, los de la electricidad y los del agua, resulta que también me cobran exactamente (en el mejor de los casos), por lo que consumo. Es más, por mucho que he tenido pataletas y cabreos, resulta que además en ambos recibos pago cosas rarísimas que no acabo de entender.
En fin, he cogido el coche, y me he pasado por la gasolinera. He sentido la tentación de que después de echarle 50 euros, que me pusiesen “un poquito más”; ¿no podrían echarme un poquito más en aras a un sacrificio para levantar España?. El caso es que me ha salido fatal y resulta que me han cobrado exactamente la gasolina que me pusieron, y desde luego resulta que el precio de esta tampoco es que haya seguido fielmente la evolución de mi sueldo, (o mejor dicho, mi sueldo no ha seguido la evolución de la gasolina…).
En fin, resulta que luego he cogido la autopista, y resulta que tienen un precio establecido. Tanto por km, y luego redondean para arriba para evitar las incomodidades. A pesar de que los sueldos de sus trabajadores bajan, su número de trabajadores baja y que tienen todas las ventajas financieras, (incluido el aval del estado) resulta que tienen que subir todos los años como mínimo el IPC; me extraña que los consumidores no tengamos subidas en función de los precios al consumo mientras que los productores sí, pero sigo adelante, viendo casi como normal que pague exactamente por el cacho de autopista que uso; (y resulta que como contribuyente por el que no uso porque es más que evidente que a todo el mundo tienen que compensarle si sus costes se incrementan).
Pues así me he tirado todo el día; pagando lo que me pedían porque curiosamente es todo lógico y cabreándome por sentir que el gobierno (este que también pago), ha tomado partido por los ciudadanos dándoles nuestro dinero a todos estos, (o las oportunidades para que libremente estos se forren a nuestra cuenta).
Todo es muy lógico; tantos minutos hablo por teléfono, tanto me cobran, y cuando se acaba el límite de datos en la tarifa del móvil, pues a navegar lento toca, (aunque me llega un mensaje en el que me da por un módico precio una cantidad adicional).
Luego me he pasado por unas cuantas tiendas; Estos sí que son razonables; una camisa nueva estaría bien; tiene un precio que no ha subido demasiado y resulta que ahora hay cuatrocientas mil ofertas. Al final he pasado porque la cosa está regulín aunque la verdad me he sentido un poco identificado con el dependiente.
No deja de ser curioso que es completamente normal pagar un precio determinado por un bien, pero es completamente normal hacer horas y funciones en un trabajo que no te corresponden, hasta el punto de que hacer lo que corresponde se llama “¡huelga de celo!”; Resulta que ni tan siquiera te puedes permitir esta huelga, no sea que se cabreen; lo que me importa hasta el punto que me encantaría ser tan invulnerable como los de Repsol.
En fin, seré raro; o quizás estoy un poco paranoico, pero tengo la impresión de que realmente la frase de “los costes hay que pagarlos” y la frase de “los servicios hay que pagarlos”, sólo la oigo cuando me toca pagar; tengo la impresión de que realmente lo de que aquello de que me cansa esto que dicen los patriotas de “tenéis que sacrificaros”, (bueno, dicen “sacrificarnos”, pero empiezo a pensar que no se acaban de incluir), y tengo la impresión de que los gobiernos entienden que hay que rescatar a los bancos porque, a diferencia de los pensionistas, trabajadores, consumidores, pymes…, resulta que sí son necesarios para la economía.
Y me pregunto, al ver las opiniones y análisis en los medios económicos o en los discursos de políticos, organismos internacionales, consejos del Ibex y bancos centrales varios, ¿tan raro soy?. ¿o son ellos?.