Tenemos unas cuantas peticiones de libertad de voto para los diputados; en uno de los lados nos encontramos con los diputados del PSOE pidiendo la libertad para el asunto de la corona y por otro lado nos encontramos con el tema del aborto, (que supongo será recordado tras haber pasado las elecciones).
En este sentido, voy a ser revolucionario y afirmar que he encontrado una norma jurídica que les permitiría ejercer sin mayores problemas la citada libertad. Concretamente el artículo 67 de la constitución establece que “los miembros de las cortes generales no estarán ligados por mandato imperativo”.
Sé que no es perfecto, porque estamos hablando de una norma casi desconocida que tan sólo se usa como una caja de herramientas para la publicidad, y para apoyarse cuando se jura (o promete) algún que otro carguito. Sin embargo, esta ductilidad es muy apropiada para los propios diputados que cuando no tienen otra justificación a la que agarrarse llaman a aquello de “ser respetuoso con la constitución”.
Una vez solucionados los problemas legales y aclarado que el voto en contra de lo que diga un señor x que se da la casualidad que ejerce de líder absoluto y espiritual del partido de turno vale igual que los demás y no podrá ser enjuiciado por esto, es bien cierto que nos quedan unos cuantos problemas que, si somos sinceros, tampoco son tan importantes.
Es cierto que la constitución no dice en ningún momento que los diputados representen a los partidos políticos, pero por otro lado son estos quienes eligen a los posibles diputados, de tal forma que los diputados son una parte de los elegidos. En este punto y hora es compresible que estas personas acaben liándose y actuando a favor y bajo las órdenes de los partidos políticos en lugar de a los ciudadanos. Sin embargo deberían tener en cuenta que, aunque no se hayan cambiado las circunstancias para que esto sea una democracia, que los jefes actuales pueden tener los días contados porque las circunstancias han cambiado.
Sé que es una perogrullada, pero los nombres que dirigen hoy los partidos políticos están quemados, por lo que si el problema es que estas personas no elegirán al que se le ocurra discrepar, debemos entender que el problema es menor.
Supongo que habrá una pequeña crítica a este argumento; es aquella de los perros y los collares; es decir, que puede que cambien los rostros que dirigen los partidos pero no realmente quien los dirige, ni las trastiendas o viejas guardias, ni su forma de funcionamiento. Esto es posible, pero en este caso tampoco sería relevante. El partido que no cambie, desaparecerá, por lo que quien nombre este partido será también algo que no importe demasiado. Para los que crean que llega con un poco de barniz para pintar y cambiar el discurso para no cambiar nada, creo que deberían tener en cuenta que más bien será al contrario, ya que incluso aunque cambien de verdad, tendrían verdaderos problemas para demostrar y convencer de que tal cosa ha ocurrido. Curiosamente apartar cortesanos que hacen negocios pequeños sin molestar es una de las campañas de marketing preferidas, ergo yo pensaría.
De hecho, la única forma de evitar el cambio es que esto pase a una situación de un férreo control de la sociedad, mediante técnicas y tácticas de regímenes de corte totalitario. Cierto es que esta posibilidad ya existe, y que ciertas cosas lo hacen recordar mucho. A esta posibilidad es a la que se debería aferrar todo interesado en mantener el status quo, pero teniendo en cuenta que en este caso las elecciones de las personas se basan en otros criterios y que de pasar a la historia se pasaría precisamente por esto.
En definitiva, está llegando el momento donde lo que interesa a las personas que están en parlamentos, partidos o gobiernos es precisamente representar a los ciudadanos, y dejarse de tecnicismos, justificaciones y argumentos para explicarnos porque no hacen lo que ponen en esa norma, que resulta que además de ser marketing, se llama ley fundamental.