En el mundo de la economía, al final a todo el mundo lo encajan en un bando. Por un lado están los que se alinean con las tesis de Say, (aquello de que toda oferta crea su demanda, y por lo tanto hay que realizar políticas de oferta para mejorar la situación económica), y frente a esto, los keynesianos, (que vienen a ser los de los estímulos por aquello de que lo importante es la demanda). Y fuera de esto no hay nada.
En realidad pasa lo mismo, que ocurre (u ocurría hasta hace muy poco) con el PP y el PSOE; cuando escribías o te metían en un grupo o te metían en el otro. Sin embargo hay una especie de trampa en este esquema que me gustaría aclarar.
Creo que se puede entender muy bien si en realidad prescindimos de nombres y nos encontramos al final con únicamente dos opciones para proponer una política económica. O bien defendemos realizar políticas de oferta, (beneficiar a los productores, para de esta forma crear riqueza y que esto cree una demanda en situaciones en las que no hay demanda), o defendemos que el sector público debe sustituir a la demanda en aquellas situaciones que las crisis o el poder adquisitivo de las personas se desploma.
Y ya está. Parece ser que no hay otra opción más que apoyar a la oferta o sustituir a la demanda para que la oferta tenga su demanda. No es de extrañar por tanto que en la época de la gran recesión, los partidarios de políticas de oferta echasen chispas, (porque se decidió a intervenir), y curiosamente Keynes, echase chispas también, (tal y como explicaba en el otro post en el que me preguntaba por las dos opciones para salir de la crisis).
El problema que tenemos es que ninguna de las dos opciones nos vale. En una etapa en la que la renta disponible de los consumidores se desploma, no tiene ningún sentido facilitar las cosas a los productores, retirando renta disponible de los consumidores, en base al argumento de que de esta forma mejorarán los consumidores, y luego ponerse a esperar, rezar y sorprenderse de tonterías como que las mejoras no llegaran a la sociedad o que la economía no arranca por la debilidad del mercado. Pero claro, ponerse a gastar como un loco para salvar a los productores del inconveniente de que la demanda está destrozada tampoco sirve, sobre todo si se pasa la factura a la misma demanda.
Y la realidad es que no vale, porque al final son exactamente lo mismo. Por mucho que todo el mundo afirme que la diferencia es que Keynes pone el enfoque en la demanda, la realidad es que Keynes lo que propone es ayudar a la oferta, (eso sí, usando la palabra “demanda” como si fuese un bálsamo). A título de ejemplo; el famoso Plan E, tan denostado, o los famosos planes de estímulo en construcciones de infraestructuras, que pueden ser considerados el ejemplo típico de un pensamiento keynesiano, ¿tan difícil es entenderlo como unas medidas para apoyar a las constructoras con la excusa del empleo?.
Y si estamos en un eterno debate entre unos que se confiesan (o a los que acusan de ser) partidarios de Keynes y otros que se confiesan (o a los que acusan de ser) partidarios de las tesis de Say de alguna u otra forma enconado y sin soluciones, ¿no va siendo hora de que se asuma que existe una tercera posibilidad?.
¿No va siendo hora de que alguien recoja un guante y establezca de una vez por todas que el hecho de tener una clase media fuerte implica un gran crecimiento, mientras que destrozando a la clase media no existe ni un solo caso de prosperidad real en la historia?.
Van siendo horas de que se plantee la necesidad de la existencia de un equilibrio entre la oferta y la demanda, para que superemos nuestros problemas económicos. Creo que en pocos momentos de la historia se puede comprobar mejor que la solución no es ni apoyar más a las empresas que sin clientes no pueden sobrevivir jamás; ni sustituir a los clientes por contribuyentes, sino que se trata de que todos seamos clientes, contribuyentes y productores de un sistema en realidad sostenible.
Por esto, lo que necesitamos de una santa vez es un nuevo “new deal”, ese que levantaba ampollas tanto en Hayek, (por gastar lo que no había) como en Keynes, (por no gastar por los problemas burocráticos). Lo que necesitamos de una vez es que en lugar de discutir si gastar más o menos, (evidentemente siempre será mejor menos), se discuta si es razonable o no, la situación de consumidores, contribuyentes y trabajadores.