La huelga es uno de los mecanismos de presión, para conseguir determinadas mejoras en cualquier tipo de negociación. Dependiendo de las condiciones de los distintos agentes, nos encontramos con huelgas más o menos surrealistas.
Normalmente se toman en consideración las distintas huelgas en función del carácter de los trabajadores, pero realmente, al final lo que se busca el mayor impacto sobre la otra parte, que varía en función de las circunstancias de los distintos mercados.
Por ejemplo, en un entorno de deflación y un mínimo de garantías laborales, (lo cual no es un escenario normal en la mayoría de las economías), nos encontramos con la huelga a la japonesa.
En Japón los datos de paro son muy reducidos, y la inmigración es anecdótica. En este sentido el poder de los trabajadores en el mercado laboral es elevado. Si lo combinamos con una situación de deflación, el resultado es que los trabajadores pueden presionar a las empresas produciendo más. En un entorno en el que los precios que cobran las empresas, el hecho de producir más, e incrementar los stocks en las empresas es un problema realmente grave, ya que se inunda el mercado aún más de tal forma que se profundiza en la caída de precios. ¡Un par de mensajes haciendo público el elevado stock de un producto, y el daño puede ser inmenso, ya que los consumidores sabrán que en el futuro habrá bajadas!.
Por otra parte, al existir un mercado laboral relativamente rígido, y unas aceptables protecciones laborales, resulta que las empresas tienen muy complicado ajustar con el empleo. Por tanto las huelgas a la japonesa en este concepto son las más efectivas.
Por supuesto, una huelga “tradicional”, o de las que los trabajadores deciden no acudir a trabajar, no supone un problema demasiado grave y desde luego en ciertos aspectos hasta sería algo que en determinados momentos las empresas japonesas agradecerían.
Dado que el leiv motiv, por definición de cualquier huelga es buscar algún tipo de daño a la otra empresa, en un país con una gran productividad, muchísimas inversiones en bienes de equipo y deflación que ya parece crónica, el daño de producir más bienes es brutal. Por tanto, existe una razón de tipo económico para las huelgas a la japonesa, que se puede ver imaginando a los trabajadores llenando los almacenes de las empresas, ocupándose de que toda la sociedad conozca que los stocks de la empresa en la que trabajan se llenan y esperando que los consumidores, esperen la caída de precios que va a suponer esta decisión.
Por supuesto en España, sería completamente absurdo plantear una huelga a la japonesa, (aunque estemos en deflación). En España, existe una gran flexibilidad en el empleo, (a cuenta de temporales, eres temporales y otros instrumentos), que provocan que la mitad del año, la plantilla esté trabajando a todo ritmo y haciendo horas extras, para luego pasar a discutir la necesidad de un ERE para parte de la plantilla durante unos meses.
En este caso, una huelga a la japonesa sería desde luego una bendición para las empresas, que incrementaría su producción; No se incrementaría en la proporción de economías con elevados niveles tecnológicos, (por el tema de la productividad), pero desde luego se incrementaría, de forma que el empresario acabaría encantado y como puede ajustar la producción enviando a parte de la plantilla a casa, nos encontraríamos que el fruto de este tipo de huelga en España, sería desde luego beneficioso para las empresas y provocaría nulos intereses en las empresas en acceder a lo que quiera que se demande. Por tanto, sí lo que buscamos es causar daño suficiente o hacer una demostración de poder, es difícil entender que esta huelga tenga sentido en España. Más que nada, porque jamás se conseguiría ni una sola reivindicación más; Por ponerlo gráficamente, es como si unos secuestradotes nos piden dinero o nos devuelven a nuestra odiada suegra, (entiéndase el tópico).
En España, tenemos una huelga, que a fuerza de costumbre, de la situación y de las circunstancias se ha convertido en algo normal, pero que desde luego es absurda. Son las “huelgas de celo”. Una huelga japonesa, significa cumplir de más en el trabajo y hacer más de lo que corresponda. Una huelga de celo, lo que implica es hacer “sólo”, lo que se supone debemos hacer. Es decir, que los trabajadores cumplan a rajatabla sus obligaciones.
Por una simple deducción la mera existencia de las huelgas de celo implican que los trabajadores están normalmente haciendo más de lo que legalmente les corresponde. No es más complicado que esto. El hecho de que una huelga de celo tenga sentido nos muestra una realidad del mercado de trabajo, que analizada fríamente no se puede entender.
Cuando se hace un contrato de trabajo, la empresa y el trabajador, asumen una serie de obligaciones, por las dos partes y unas contraprestaciones. Pues curiosamente, que el trabajador cumpla exactamente con sus obligaciones en España se llama “huelga”.
Claro que hay algo peor que tenga sentido una huelga de celo en España, y es aquello de que no se entiendan, y de que la situación sea tal que casi nadie puede plantearse ni tan siquiera hacer una huelga de celo.
Dicho de otra forma, tenemos todos los días, miles de micrófonos en la boca del experto o lobby de turno, reclamando una reforma laboral, en base a unos derechos laborales inasumibles, en una situación en la que solo desde la administración pública, (y ni tan siquiera todos los grupos), tiene sentido plantear una huelga de celo.
De vez en cuando nos encontramos con que funcionarios (esos que no hacen nada), plantean una huelga de celo, que plantea demasiados problemas, pero desde luego lo más surrealista es que plantear una huelga de celo en cualquier empresa será contestado con un “Pero; ¿quieres que me despidan?”. Sí nos paramos a pensar raya el surrealismo que soltemos un “¡ya les vale!”, ante un colectivo que plantea una huelga de celo. Para que nos entendamos, es como cuando nos cabreamos por que el banco no nos da el calendario. ¡Hombre, es costumbre!; pero los bancos no son papelerías.
¿Se puede superar?. Pues hombre, tenemos un gobierno socialista, que afirma que no hace decretazos, sacando un decreto para evitar las huelgas de celo de los controladores. Y toda la opinión pública aplaudiendo a rabiar la decisión.
En fin, el caso es que en un país donde hacer una huelga de celo, parece hasta complicado, puede ser una utopía hablar de huelgas que se traten de interrumpir los contratos. O sea, lo que es lo típico, no hacer nada durante períodos de tiempo determinados y en ámbitos determinados. Lo que viene a ser una huelga normal, que no es otra cosa que dejar de trabajar para presionar a las empresas.
En este sentido nos encontramos con la huelga general, que no es más que una protesta de los trabajadores de todos los sectores económicos, buscando paralizar el país, de forma que al final se entiende como una protesta contra el gobierno. Curiosamente, hemos olvidado que una huelga es paralizar la producción de empresas, por lo que es una propuesta que afecta directamente a empresarios, y por tanto sólo tiene sentido una huelga general para tratar de mejorar las condiciones laborales. Por tanto, lo normal es que las huelgas generales sean planteadas por los sindicatos con el objetivo de proteger los derechos de los trabajadores.
No creo que sea tan difícil entender. Sin embargo, en nuestro país, las cosas están liadas de tal forma que no se acaba de entender muy bien esto, y los empresarios, pidiendo todos y cada uno de los días, desde rebajas en las indemnizaciones de los despidos hasta directamente bajadas de sueldos, no entendería que los sindicatos convocasen una huelga general. Por supuesto, es difícil entender la postura de los sindicatos cuando día sí, día también, nos encontramos ataques a todos y cada uno de los puntos que como representantes de los trabajadores han de defender, desde todos y cada uno de los demás colectivos sociales, y no acaben de ver la conveniencia de una huelga general, ni tan siquiera de algo que vaya más allá de una manifestación convocada en un día laboral a las 19.00 horas, (garantía más que evidente de fracaso).
En este sentido, en España somos capaces de romper todos los esquemas sobre huelgas, al encontrarnos con que las huelgas las hacen las empresas. Algunas consumadas como la de los transportistas o las de los agricultores, o algunas que por ahora se quedan en amenazas, como pueden ser las de los clubs de futbol o incluso las de todas las PYMES, protestando por la subida del IVA.
Analizando el tipo de huelga que nos encontramos, (y la que no nos encontramos), en cada país, sector o colectivo, podemos fácilmente obtener mucha información sobre dicho sector. Y lo cierto es que en esto sí que podemos soltar aquello de Spain is diferent.