Cuando hablamos de aspectos macroeconómicos o incluso de distintos negocios, planteamos los efectos en términos de la aritmética simple del primer efecto que nos encontremos. Es difícil pedir que se vaya más allá, porque la realidad es que ni tan siquiera se suman todos los valores.
Ejemplos los encontramos a mares, y van desde las privatizaciones (de cajas, de la lotería, de aena…), hasta los rescates varios, (bancos, compañías de automóviles,…), hasta los cambios normativos, (reformas laborales, de la seguridad social, de las distintas normativas…).
En las justificaciones nos encontramos con la perversión de identificar los beneficios de las decisiones, obviar el agente identificado, contar el beneficio global, y olvidar los costes por otro lado. De tal forma que el resultado es una rara combinación de olvidos y medias verdades, vestido como un slogan, que cada vez resulta más complicado creerse.
Por ejemplo. Las barras libres facilitadas a las entidades financieras, provocan un efecto claro sobre las entidades financieras que se ven claramente beneficiadas. Este efecto suele ser obviado bajo la fórmula de “la economía lo necesita”; de aquí pasamos a “la economía ha mejorado por las inyecciones monetarias”, que básicamente sale de “los bancos se recuperan”, como los bancos se recuperan, la economía, (entendida como la suma de agentes económicos), mejora, o su análisis alternativo: “si no hubiésemos rescatado a los bancos estaríamos peor”.
El problema es que absolutamente nadie habla de los efectos perversos de estas decisiones. A lo máximo que llegamos es al tópico de que esto genera inflación. De hecho llegamos al absurdo de que el hecho de que no se presente el efecto pernicioso, (que no tengamos la hiperinflación), justifica las medidas, en lugar de llevarnos a lo lógico que es cuestionarnos lo que ocurre. Es decir; el único problema que identificamos al hablar de las inyecciones monetarias es la inflación; como no se presenta este problema en lugar de replantearnos si los problemas son otros, (lo que sería lógico cuando algo no se desarrolla respecto a lo previsto), añadimos más madera.
A fin y a cuentas, lo curioso es que parece que nadie pierde en esta situación. Y digo que parece, porque resulta que si nos paramos a pensar y echamos la vista atrás a finales de los 90, nos encontramos con una burbuja punto.com, que se derrumbó estrepitosamente. Todas las políticas monetarias, fiscales, normativas, apoyos y demás se volcaron entonces por recuperar el valor de los mercados financieros en un proceso en el que parecía que no perdía nadie.
Está claro que esto impuso unos cuantos “sacrificios”, que se compensaban sumando. Los beneficios derivados de recuperar los mercados financieros compensaban con creces los costes derivados de estas políticas, por lo menos sumando, de forma que el PIB que no es más que un indicador, se incrementaba.
Todos nos echamos las manos a la cabeza si mentamos el término “lucha de clases”, pero la realidad es que existen distintos tipos de agentes económicos, (trabajadores, pymes, grandes empresas, sistema financiero, familias…), y todos conformamos un sistema. En un sistema, lo que se impone es la interacción entre los integrantes, y no una simple suma. Esto está bastante superado con todo el desarrollo de la teoría de juegos, que viene a estudiar los efectos de las interacciones entre los distintos componentes en distintos tipos de situaciones.
Tenemos las herramientas para hacer un análisis mucho mayor que sumar los distintos beneficios, o menores pérdidas que va a tener cada grupo económico y por supuesto también para no olvidar los efectos negativos. Pero bien sea por ineptitud, o bien sea porque no interesa mirar demasiado, (requisito imprescindible para las burbujas), nos encontramos con una situación en la que no se han mirado las consecuencias de las políticas, lo cual es un absurdo desde el punto de vista de un enfoque basado en la teoría de juegos.
La coartada está en que los negocios por sistema son un sistema de suma mayor que cero, ya que en cualquier negocio, los participes de este mejoran, (por definición, si uno perdiese no existiría negocio). Por supuesto, este esquema cierto de los negocios y la suma mayor que cero, olvida el grave problema que supone el hecho de que no se cumple en el momento en que se amplía la visión de los efectos. Es decir, un negocio es un juego de suma mayor que cero para los participes. Pero, ¿y entre los que no son participes?.
Promotores, administraciones, constructoras, inmobiliarias, y unos cuantos más se han metido en un monstruoso negocio a lo largo de los últimos años. Evidentemente todo el mundo se metía porque todo el mundo generaba beneficios, por tanto se ve claramente el juego suma mayor que cero. Sin embargo, si ampliamos la vista y el plazo, comprobamos que al final el resultado puede no ser ese, porque en realidad al final todo ese negocio salía de algún lado, de forma que empobrecía, (al pagar más por lo mismo) a una parte importante de la sociedad, lo cual ha provocado efectos en el resto del tejido económico. Al final lo que se lleva la hipoteca del sueldo que nos queda, es lo que puede cobrar el del comercio.
Teoría de juegos en estado puro, y los negocios en este caso, (como en el de la especulación de petróleo, el hecho de que los bancos se permitan aguantar las viviendas, subir las comisiones y controlarlo todo), genera efectos negativos en el resto de la sociedad, que como técnicamente no participa en el negocio, no computa en los efectos.
Por supuesto, olvidamos que el hecho de que la sociedad no participa en los negocios, no significa que no tenga un papel que no es otro que pagarlos.
Este fenómeno nos lleva a otra confusión, (también interesada o por desconocimiento), que es la de la inversión. Invertir es un juego de suma mayor que cero, ya que cuando invertimos nos encontramos combinando recursos para conseguir una mayor capacidad productiva. Por tanto, la inversión, al igual que los avances permiten crear riqueza, que si se reparte adecuadamente provoca que todo el mundo mejore, (unos más, otros menos, pero todo el mundo mejora).
Pero el problema es que hoy en día el concepto de inversión es eminentemente financiero. Y la inversión financiera no es más que una parte del proceso de inversión. De hecho, el sector financiero en sí, al igual que los negocios, son una parte del proceso de creación de riqueza. Y son partes que en definitiva detraen recursos de los procesos de unir recursos para producir bienes. ¿necesarios?. Por supuesto, pero debemos tener en cuenta que realmente el sistema financiero y los negocios, buscan la forma de conseguir al final la liquidez y los inversores, para los que realmente crean la riqueza y los que la consumen.
Cuando una empresa invierte, y comienza un proceso en el que contrata recursos, (sean materias primas, energía o recursos humanos), para convertirlos en un bien que va a proporcionar una satisfacción genera un valor.
Parte de ese valor, se transmitirá al sector financiero, en pago por conseguir la financiación para las inversiones. Y este matiz es importante, ¡muy importante!. El sector financiero no produce, no genera, no crea absolutamente nada. Por supuesto, esto no se entienda como algo despectivo, ya que sólo intenta ser descriptivo. De hecho no es malo en absoluto que haya personas, agentes económicos o sectores económicos que no sean productivos o que no crean absolutamente nada. Esto no tiene nada que ver con el valor y si con la necesidad.
Dicho de otra forma, los bancos no crean valor, pero sin embargo esto no quiere decir en absoluto que no tengan sentido. Al fin y al cabo, los bomberos tampoco crean nada, pero sin embargo generan un gran valor. Por supuesto, cuanto menos bomberos mejor para el sistema, porque los gastos en bomberos, no los hemos de comparar con lo que generan sino con la situación en la que los bomberos no existiesen.
¿Qué ocurre cuando los bomberos no hacen su trabajo y se dedican a provocar incendios?, ¿Qué ocurre cuando nos cuesta más un seguro que el valor del bien asegurado?, ¿Qué ocurre cuando el sistema financiero obtiene un rendimiento mayor que lo que genera la creación de riqueza?. Pues lo que ocurre es lo mismo que en la naturaleza, cuando una relación simbiótica se convierte en una relación parasitaria.