Hace casi un año escribí un post que titulé: “atrapados”. Aquel post trataba de expresar como todos y cada uno de los agentes involucrados en esto de la economía estamos atrapados en una dinámica en la que la única decisión que podemos tomar individualmente nos lleva al desastre. Por resumirlo, lo expresé como una situación en la que estemos aprisionados mediante un nudo corredizo de tal forma que todos y cada uno de los movimientos que podemos hacer nos aprieta más.
Hoy creo que somos todos más conscientes del problema y eso nos lleva a otra situación curiosa. Si nos damos cuenta todos los análisis realistas son para el presente y todas las decisiones que se toman en el ámbito económico son para hoy. Es cierto que existen algunos análisis que hablan del futuro, pero lo cierto es que estos análisis se suelen restringir a algún sector en particular, realizados por el sector interesado y tienen la misma presentación, metodología y credibilidad que un publirreportaje.
De la misma forma, existen multitud de previsiones para el futuro, previsiones que no coinciden pero que no hay forma de contrastar porque simplemente surgen de la nada. Cada uno de los organismos, expertos, casas de estudios y gobiernos tienen sus propias previsiones que en general llevan como carga argumental “pepito de los palotes estima que el PIB crecerá… en ….”.
Pero la realidad es que no hay ni un solo argumento que nos diga cómo se va a crecer, cuando se va a recuperar y en definitiva como van a ser los mecanismos que nos van a permitir superar esta crisis.
Sin embargo, creo que todo el mundo tiene una palabra en la boca cuando trata de anticipar lo que va a ocurrir. Esta palabra es incertidumbre, lo cual no viene a ser muy distinto del más castizo: “no tengo la remota idea”. Como en cualquier otro eufemismo, el mismo concepto lo encontramos en multitud de formatos, en casi todos los ámbitos económicos, de forma que el más socorrido es el de “no somos adivinos” o “no tenemos bola de cristal”.
Seamos o no adivinos, exista o no exista incertidumbre, lo cierto es que todas estas cosas son realmente excusas de mal pagador. Es cierto que existe incertidumbre y es completamente cierto que hay dos grandes incógnitas que afectan a todos los análisis. Pero desde luego, lo que todos tenemos claro es que evaluar el impacto de determinadas decisiones es muy sencillo. Lo que no es tan sencillo es anticipar las decisiones que se van a tomar, y desde luego el timing o la velocidad a la que se van a desarrollar los acontecimientos. Y aquí es donde nos encontramos las dos incógnitas, que empiezan a ser ya indescifrables.
Desde 2008, las decisiones de los gobiernos han ido todas en un mismo sentido, (ver la serie de rescate en Grecia), y no es otra que apuntalar a toda costa el sistema financiero a costa del resto de la economía. Por tanto en definitiva no es demasiado difícil tratar de anticipar lo que va a ocurrir en el corto plazo.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que tanto la economía como el sector financiero al final tienen que converger. De esta forma, es muy sencillo observar que a medida que los procesos deterioran la economía (llamada real), a la vez que los mercados financieros suben la situación es una burbuja, que se mantiene durante un tiempo, pero que al final va a explotar.
Por tanto es muy sencillo también entender que cuanto más se profundice en todas y cada una de las medidas tomadas, mayor será la diferencia entre estos dos ámbitos y en definitiva, mayor será el problema. Además ahora mismo, a todos nos queda claro que los límites que antes se consideraban como inmutables, ahora no lo son.
En resumen, es sencillo concluir que todos los gobiernos y autoridades harán lo humano y lo divino en este camino, hasta que llegue a un límite, (siempre los hay), de lo que pueden soportar las sociedades. Esta es la gran incógnita, que a su vez se desagrega en algunas otras que se resumen en el cómo se va a desarrollar el proceso.
Nos queda tratar de determinar las razones por las que no se ve este proceso, que tampoco son muy difíciles de ver. Pensemos que tenemos que dividir otra vez a las personas en función de su capacidad de decisión. Por un lado tendríamos a aquellas personas que tienen cierto poder de decisión, (desde entidades financieras, grupos de opinión a políticos), y personas que simplemente nos tenemos que comer las decisiones que se toman, (básicamente lo que un día se llamó el pueblo llano).
Las personas que deciden no pueden ver más allá de la inmediatez del momento, porque como cualquier burbuja, depende de que no se vean las cosas. Toca vender todo, desinvertir, privatizar, rescatar al sistema financiero, que las commoditties suban, que los inmuebles no bajen y toda una serie de hitos, medidas y acciones que son necesarias para mantener el sistema financiero en pie, aunque todas y cada una de las medidas tengan efectos secundarios devastadores en el largo plazo. Pero simplemente nadie se puede permitir mirar el largo plazo, ya que es un requisito imprescindible para evitar la caída ya.
No hace falta ser demasiado inteligente para entender que si los sueldos y el empleo caen, los inmuebles van a caer porque no se podrán pagar, (lo mismo da en compra que en alquiler). ¿Podemos sostener los precios?. Pues durante un tiempo, siempre que se de liquidez a la banca y que tengamos perspectivas (aunque sean remotas de una recuperación). Lo mismo va para el petróleo, para el trigo y para las acciones de la empresa que sea.
El problema es que a poco que analicemos el futuro, los resultados son tan claros y sencillos de ver, que la mejor forma de comportarse es no analizarlo.
Por otra parte, tenemos a los que no tenemos capacidad de decisión, que la verdad da un poco igual lo que hagamos. Por supuesto, en este caso el futuro suele estar más claro y en la calle se tiene una idea un poco más clara de lo que nos espera. Sin embargo, tengo la sensación de que a pesar de que todos tenemos claro por dónde van a ir los tiros, la realidad es que tratamos de tomarlo como si no fuese con nosotros. Y aunque es cierto que cada vez menos, tengo la impresión de que la sociedad trata de pensar lo menos posible en el futuro y trata de pensar en el día a día. La gente está ahorrando y restringiendo el consumo, (los que pueden decidir), en base a unas perspectivas que no son halagüeñas, pero a la vez la calma se está imponiendo en una especie de resignación colectiva que solo se puede explicar desde la apatía. Nos concentramos en pasar el mes, la semana o que vayan pasando los días esperando que ocurra un milagro cada vez más lejano.
Las pequeñas empresas, los trabajadores y desde luego los parados están, (estamos), hoy tratando de sobrevivir, en un proceso en el que a la larga tenemos todos los papeles para perder y sin que seamos capaces de reaccionar. El caso más palmario es en la decisión de ir a una huelga, donde nos encontramos que una gran parte de los trabajadores no pueden perder el sueldo de un día de trabajo. ¿Cuántos de los que no pueden perder un día de sueldo, se han preguntado seriamente por su futuro?. Es decir. Si hoy no puedes perder un día de sueldo, ¿Qué pasará cuando venga el siguiente golpe?. Supongo que es fácil entender que la respuesta es muy dura, como para que simplemente se pregunte.
Por tanto, la sensación que tengo es que hay mucha gente que no mira al mañana, para no fastidiar el presente, mientras que la inmensa mayoría de la sociedad simplemente no mira el mañana porque se da una combinación entre el “no puedo hacer nada” y el simple dolor de tratar de anticiparse.
Puede que me este equivocando pero creo que esta combinación es la que explica que nos estemos agarrando a un supuesto milagro que en el fondo todos sabemos que no va a llegar, en lugar de tomar decisiones que pueden salir bien o mal, pero que por lo menos tengan algún sentido en el futuro.
Pero lo que no debemos olvidar es que por mucho que nos empeñemos en no analizar el mañana y por mucho que tratemos de no pensar en ello, la realidad es que aunque cada día estemos en el corto plazo, el largo plazo llega siempre. Las dudas son cómo y cuándo.