Con mucha frecuencia, tengo la sensación de que en esto de la economía, nos encontramos en un período oscuro, que me recuerda mucho a la edad media. Tenemos nuestras supersticiones, tenemos nuestros dogmas, tenemos la fe y tenemos todas aquellas cosas de las que no dudamos, y por supuesto tenemos a los clérigos, aprovechando estas situaciones para fines particulares, como ocurre con toda estructura religiosa.
Y por supuesto tenemos una voluntad ajena a todos nosotros que es la que dicta nuestros designios de forma que nadie pueda hacer absolutamente nada.
Uno de los aspectos que más me llama la atención es el carácter que se le da a los ciclos económicos. Es cierto que siempre han existido, pero tan cierto como que nunca han existido, la realidad es que no hay una sola razón para determinar que siempre tengan que existir.
En épocas de crisis, tendemos a la resignación de asumir que esto es así, que las crisis son inevitables, y que cuando salgamos de la crisis, aprenderemos de nuestros errores. Pero lo curioso es que nadie parece caer en el detalle de que cuando estamos en crisis estamos así por algo. Parece que esta crisis, nos ha caído encima como algo completamente imprevisto, y de esta forma esperamos salir algún día. La consecuencia es que estamos todos intentando pasar el momento, esperando que los Dioses de repente nos sean propicios y salgamos.
Pero desde luego, lo que deberíamos tener en cuenta es que cada una de las crisis que ha ocurrido en el pasado, ha sido consecuencia de errores y de la prevalencia de unos dogmas que nadie ponía en duda, hasta que el mundo se desmorona. Tras la gran depresión de los años 30, surgieron muchos economistas y muchas medidas que servían a la constatación de que en los años previos a dicha depresión muchas cosas se hicieron mal. Estas medidas, que se aglutinaron bajo el nombre del estado del bienestar, hubiesen sido simplemente herejías con anterioridad a los años 30.
Sólo proponer incrementar el gasto público, o ir en contra de las bajadas de sueldos, hablar de estabilizadores automáticos, de sueldos mínimos, de pensiones y del papel del estado en los felices años 20 hubiese llevado a la excomulgación inmediata de cualquier economista. Es así de simple; proponer semejante salvajada en los años 20 hubiese sido un desastre mayúsculo. Sin embargo, unos años más tarde, nadie era capaz de entender porque no se habían tomado esas medidas desde el principio de los problemas. ¿Por qué no se había separado la banca de inversión de la banca comercial con carácter previo a la formación de la burbuja que estalló en 1929?. Durante unos cuantos años, se consideró que esto era una gran burrada, hasta nuestros días, donde poco a poco nos vamos cargando todas las medidas y resulta que los últimos resquicios de normativa diseñada en la salida a la crisis de 1929, están aún siendo dinamitados.
En otros períodos, principalmente a partir de los años 70, la situación era completamente diferente. De la total indefensión de la clase trabajadora de principios del siglo XX, se pasó a una sobreprotección; De tal forma que en los años 70, la clase media y los trabajadores no estaban desprotegidos, sino que los que estaban vendidos eran las empresas y las entidades financieras que tenían que asumir un entorno de locos. Pues es en ese momento, en el que las teorías basadas en la demanda se desmoronan y surgen las teorías de la oferta, de forma que todo va basado en conseguir que las empresas no quiebren, en la desregulación, privatizaciones masivas de todo lo que haya que privatizar y en general en todo un esquema de pensamiento en el que nos encontramos con una serie de mandamientos que suponen otra vez la pena de herejía a quien no comulgue con ellos.
Es cierto, que realmente siempre han existido crisis, pero por supuesto, siempre, se han sucedido con nuevos sacerdotes, (véase economistas), que han demostrado que los anteriores han metido la pata; para a continuación pasarse de frenada, para el otro lado. En definitiva, todas y cada una de las crisis, responden a errores pasados, de forma que es sencillo entender que las crisis no son inevitables, sino que son errores garrafales del pasado.
El problema es que a ver quién es el guapo que mientras se está cociendo la crisis, (y en prosperidad o incluso aparente prosperidad), le lleva la contraria a los sacerdotes del momento. Incluso ahora mismo, todo el mundo escucha a aquellos que no han tenido más que sonoros fracasos en sus predicciones, (Trichet, FMI…). ¿Por qué?. Pues porque en cada momento una corriente de pensamiento tiene el poder, y esto desencadena unos efectos; aunque la crisis sea desencadenada por estas decisiones, (el caso de los bancos centrales es clarificador, ya que han sido parte muy activa en la gestación de esta situación), mantienen el control, y en consecuencia siempre van a negar sus errores.
Al final las crisis siempre tienen sus errores, sus gurús y sus “sostenella y no enmendalla”, hasta que la situación y las tornas cambien. Respecto a la pregunta acerca de si las crisis son evitables o no, la realidad es que por supuesto que son evitables, pero que desgraciadamente no tenemos la capacidad de evitarlas ahora mismo, porque sinceramente los economistas estamos aún empezando a descubrir esto de la economía.
Es más, al igual que las distintas religiones a lo largo de su vida, a veces tengo la sensación de que a través de toda una larga lista de dogmas de fé, la realidad es que estamos involucionando en lugar de desarrollar la ciencia económica. Sorprende como a medida que vamos avanzando en el tiempo, nos encontramos con un retorno a los dogmas que se habían perdido para salir de 1929, y cualquiera puede hacer la lista, que llega incluso a la sugerencia de volver al Patrón Oro. Cuando se abandonó el patrón oro, cuando se creó el estado de bienestar, cuando se separó la banca de inversión de la comercial, cuando se supeditaron las actuaciones de los bancos centrales a los estados, (dejando en los gobiernos, la existencia de políticas monetarias y fiscales), cuando se institucionalizaron los sindicatos, cuando se racionalizaron los sistemas fiscales, cuando se generalizaron los sistemas de seguridad social; todas estas medidas se tomaron por algo, y ahora absolutamente nadie se acuerda de tales circunstancias. ¿Hemos retrocedido o no?.
En el momento en que seamos capaces de aprender, de recordar y sobre todo de no dogmatizar; (Cuando nos pregunten si es mejor el sistema privado o sistema público tendremos que decir que ¡depende para qué! en lugar de una respuesta contundente en el sentido de “….” es mejor siempre); habremos avanzado en la resolución de los ciclos económicos y por supuesto, si tengo que apostar, creo que me la juego a que un día se acabarán; porque tengo claro que poco a poco el ser humano va avanzando, (a veces con pasos para atrás), de tal forma que poco a poco la situación cambiará. Lamentablemente no creo que lo vivamos. ¡Hoy estamos muy lejos aún y sólo podemos pedir que los cambios sean menos pronunciados y que los economistas pasemos de niños a adolescentes!.