En el anterior post he tratado de exponer que las consecuencias de una catástrofe varían y mucho en función de la situación y de lo destruido, mucho más allá de valoraciones y de PIB.
Lo primero que debemos hacer para entender los efectos de esta catástrofe sobre Japón es contextualizar, tan siquiera mínimamente de que estamos hablando. Y lo que estamos hablando es de un país que es una Isla, muy densamente poblada, y no demasiado grande, sin recursos naturales, a la vanguardia tecnológica. Estamos hablando de un país que lleva décadas luchando contra la deflación, que obtiene una gran parte de su renta de las exportaciones, y que además es una potencia financiera.
Recordemos que antes de este suceso, ya estaba en duda su recuperación; y que tiene un nivel de deuda que se acerca al 200% de su PIB.
Esta es la situación de partida; y es la situación en la que golpea el terremoto, el tsunami y el problema nuclear. A día de hoy es cierto que poco se sabe de los daños que tiene el país, pero únicamente con las imágenes que existen nos podemos hacer una idea de los efectos que tenemos que encontrarnos.
En primer lugar, lo que está claro es que el mero hecho de que sea una Isla; y además una potencia exportadora, sin demasiado Espacio, lo que provoca es que la mayor parte de la población e infraestructuras se concentren en la costa. Por razones más que obvias la importancia de la costa en este país es mucho mayor que en la mayoría de los lugares donde puede ocurrir este suceso.
En muchas de las fotografías nos hemos encontrado con barcos en medio de lo que antes eran ciudades, por lo que añadiendo el hecho de la destrucción de las viviendas de estos pueblos costeros y las víctimas, tenemos un primer impacto en el sector pesquero. Además de la pérdida de las casas, muchas personas han perdido su medio de vida. Por descontado una parte importante de la actividad de las ciudades costeras depende de alguna forma del sector de la pesca; y lo peor es aquella parte que no depende de la pesca.
La principal ventaja de Japón es la capacidad industrial y tecnológica. De todos es sabido que es una gran potencia industrial en varios sectores, que genera una gran actividad. Desde el sector automovilístico, hasta la electrónica la industria japonesa genera una actividad exportadora que sostiene el país.
Afortunadamente parece que la mayor parte de las plantas productivas del país no han sido afectadas; lo cual pudiera parecer un alivio. En todo caso, deberíamos tener en cuenta, que la capacidad exportadora de Japón se reduciría, porque tendrían que producir toda la cantidad de elementos destruidos; es decir. Antes de comenzar a realizar exportaciones nuevas, habrá que volver a hacer los coches, (entre otras cosas) que estaban listos para salir en los puertos afectados y además los coches destruidos de los japoneses. La necesidad de usar la capacidad para reconstruir, reducirá la capacidad exportadora de Japón, (o incrementará las importaciones), de tal forma que limitará la capacidad de generar ingresos en un momento en que los gastos se van a disparar.
Pero en todo caso, el mayor problema no es el uso de la capacidad productiva, sino el concepto de la cadena productiva. Y es en este punto donde tenemos que tener en cuenta la situación real.
¿Qué ha de ocurrir para que Japón pueda usar sus plantas industriales?. Imaginemos que todas las plantas están bien; el proceso es sencillo, Japón recibe las materias primas, las traslada a las plantas, en estas, se necesita una gran cantidad de energía, para producir lo que quiera que hagan, que luego se ha de trasladar hasta el extranjero.
Por lo tanto el impacto de este drama, da de lleno en casi todas las fases de una cadena que rompe por el eslabón más débil. No hay más que ver una fotografía del puerto de Sendai para analizar el principal problema:
Los puertos dañados, y no parecen pequeños, unidos a los grandes barcos que han aparecido en medio de las ciudades, van a limitar tanto la recepción de materias primas, como la posibilidad de exportación. Desde luego no va a ser fácil reasignar este tránsito en otros puertos que además tienen que asumir el incremento del tráfico para la reconstrucción.
Este problema no es menor, pero además nos encontramos con que después de llegar al puerto se necesitan las carreteras o vías ferroviarias para trasladar estos containers. En la medida que las vías de Japón estén dañadas, y por lo menos parece que en una parte importante del país los daños son importantes, el impacto se multiplica.
Por tanto, el principal problema de las infraestructuras destruidas no son su coste, sino que el verdadero perjuicio es que el hecho de que hayan sido destruidas afecta muy gravemente a las posibilidades de recuperación del país. El problema no es el pib de la zona afectada, sino que es el impacto sobre el resto de la economía.
Mientras no se recuperen las infraestructuras la capacidad productiva de las plantas de Japón van a estar muy limitadas, y llegamos a otro tema importante, que es la energía para que funcionen. Todas y cada una de las plantas productivas no son absolutamente nada sin energía que las haga funcionar.
No hay muchos datos sobre la situación de las plantas e instalaciones de energía y su situación más allá de la situación de la planta nuclear de Fukushima. Lo único que sabemos es que hay restricciones en la ciudad de Tokio con apagones rotativos de tres horas, transportes suspendidos y una expectativa de unos seis meses para recuperar la normalidad. Tenemos que tener en cuenta que además ahora mismo todas las plantas están paradas, de tal forma que no debería ser descabellado suponer que más allá de la situación de la energía nuclear, existen problemas energéticos muy graves, bien sea por daños en las distintas plantas de generaciones, (que no sean noticias al no ser nucleares), o en la distribución.
En medio se ha colado la crisis nuclear que aunque se solucione y no empeore más la situación va a originar un debate sobre la energía de forma que actuará sobre los reactores perdidos y sobre el resto. Sin energía no hay posibilidad de hacer funcionar las máquinas. ¡es así de simple!.
Los incendios en varias refinerías que se han originado después del tsunami es previsible que hayan dañado la capacidad de refino del país, lo cual generará nuevos impactos para la economía productiva.
El problema no es el valor de lo destruido, ni tan siquiera el porcentaje del PIB que ha sido afectado, sino que se han destruido gran parte de las infraestructuras necesarias para que la industria funcione. Por lo tanto, la reparación de estos elementos será elemento necesario para que la economía comience a recuperarse, y estas instalaciones no son sencillas.
Pero es que además esta situación ha coincidido con una situación de crisis mundial, que tiene como rasgos fundamentales unos precios de las materias primas disparados, acompañado de una crisis de deuda. Y si preguntamos por las dos cosas que va a necesitar Japón tanto para la reconstrucción como para generar luego la actividad, tenemos que mencionar precisamente estas dos cosas en cantidades industriales.
Con la actividad parada o por lo menos muy dañada, la única posibilidad de asumir la reconstrucción no es otra que acudir a la financiación, para pagar unas materias primas de las que es muy dependiente la economía japonesa con un precio record. Esta financiación ha de servir también para pagar los beneficios que esperan las empresas constructoras de medio mundo que están hoy haciendo funcionar las calculadoras a todo trapo. Estas infraestructuras en teoría se tendrían que pagar con los impuestos de los japoneses, pero se antoja difícil sobre todo teniendo en cuenta que mientras no se recuperen la actividad difícilmente podrá generar ingresos para generar las posibilidades de pagar estos impuestos.
¿Queda algo para completar el escenario?. Pues queda el tipo de cambio, que por lo menos inicialmente puede compensar un poco el escenario del coste de las materias primas; (al pagar con una moneda fuerte, sirve para que salgan un poco más baratos los costes), pero se puede convertir en un gran problema para Japón, que recordemos tiene un sector exportador muy importante.
Y todo esto, sin tener en cuenta el problema de la central nuclear de Fukushima, que desde luego va a empeorar este esquema y por supuesto la pérdida de vidas humanas que va a ser muy relevante.
Para entender los efectos, necesitamos por tanto saber exactamente la situación de las infraestructuras, (tanto de comunicaciones, como de energía), que son aspectos claves en cualquier economía, pero en una isla adquiere una especial relevancia. Por supuesto, quedan también por sumar en las facturas las casas destruidas, los equipamientos de todo tipo, los aeropuertos, aviones, los heridos, hospitales…
En función de que y como se haya destruido podemos hablar de poner precios y costes a la situación y sobre todo el plazo, que desde luego no va a ser breve, (y por supuesto ni de lejos a lo largo de 2011); siempre claro que no empeore la situación nuclear.
Podemos discutir si Japón está en una situación de tormenta perfecta o no, pero creo que si alguien deliberadamente pretendiese provocar el mayor daño posible a este país, lo que buscaría destruir es la infraestructura de comunicaciones y energía, porque de esta forma se logra bloquear completamente el país. Lo complementaría con una situación financiera, que cuando menos es delicada. No se entienda que estoy hablando de que esto ha sido provocado, sino que a veces el azar es muy cruel.