Un gran error que nos encontramos en un buen número de análisis económicos, lo encontramos en la base misma de los análisis. Existe una tendencia implacable y que podemos comprobar todos los días, tanto en la toma de decisiones, como en el análisis de las decisiones tomadas o incluso de las situaciones a la toma de decisiones en base a diferencias en lugar de en base a la situación completa.
El fundamento de este tipo de metodologías parte de la simplicidad a la hora de los análisis, mediante el cual si partimos de una base que tomamos como obvia o cierta, podemos centrarnos tan sólo en las diferencias.
Este gran error surge de la metodología de los análisis típicos del análisis financiero. Pensemos en el proceso; alguien (o muchos) realizan un análisis sobre cualquier cosa; se llega a una conclusión, (o a un consenso de mercado), sobre determinado aspecto. En ese momento surge un dato, y resulta que se compara; por tanto se actualiza la visión de la situación y es ese análisis lo único que importa, por lo que realmente estamos analizando los diversos temas sobre diferencias en lugar de sobre el total.
Día tras día en los mercados financieros, tenemos un dato, que a su vez comparamos con la estimación del consenso del mercado de este dato. Es decir, esperamos que las peticiones de desempleo suban en USA en 500.000 personas, lo cual es estimar que el mercado laboral de USA se ha deteriorado. Sin embargo, curiosamente si las peticiones de desempleo suponen 400.000; nos encontraremos con una fuerte subida porque el consenso estimaba un dato peor. De esta forma, a pesar de que ese día se reconoce un empeoramiento, la realidad es que valoramos una mejoría. Esto significa que la bondad del dato, siempre es relativa respecto a un valor relativo que se supone fijo.
Por supuesto, se dice que todo estaba descontado, pero nadie es capaz de decir que inversor está pensando el miércoles en el empleo. Es muy difícil defender que el mercado ha descontado una determinada situación sobre la que no es consciente hasta que analiza el dato.
Cuando nos damos cuenta, lo que tenemos es toda una serie de divergencias que nos llevan a que los análisis se explican por las diferencias respecto a lo estimado. Desde luego el empleo tiene consecuencias directas sobre la morosidad, sobre el déficit, sobre las posibilidades de compra y por tanto de ventas de las empresas, lo que dice que está claro que influye. Pero por supuesto, debemos entender que las consecuencias sobre estas variables, las ocasiona el empleo y no la desviación de ese dato sobre la apuesta de una serie de inversores que contestan sobre todo a Bloomberg o Reuters.
Más claro está en un análisis de la competitividad, que solíamos oír a menudo para buscar razones para las bajadas de sueldos. Nos cuentan que los sueldos habían subido más que en Europa o que en el resto de los países, (no es totalmente cierto), lo que hacía concluir que los costes laborales de España son muy superiores a los del resto de los países y dificultaba la competitividad de las empresas españolas. Si nos damos cuenta en el razonamiento, es simplemente demencial. Tan fácil verlo es como si digo que si me suben el sueldo un 2% y resulta que a un consejero de una cotizada se lo bajan un 10%...¡yo soy más rico que él!.
En realidad el proceso es común a todos los análisis y se ve de forma muy sencilla con un símil de la vida real. Imaginemos que necesitamos identificar a una determinada persona. Evidentemente usaremos aquellos rasgos distintivos de las personas. Si tiene los ojos azules, si es rubio o moreno, y algún aspecto de la persona que llame la atención.
Estas distinciones nos sirven para explicar y diferenciar. Es decir, que en síntesis, la mayoría de las cualidades y funcionalidades que tiene una persona son comunes a todas las personas y no se suelen usar para definirla. ¿A alguien se le ocurre describir a Zapatero como una persona que tiene dos oídos?.
El problema está en que si no nos fijamos, cuando hablamos de una persona que no oye, corremos el riesgo y acabamos identificando la diferencia con la realidad. De tal forma que un sordo acaba convirtiéndose en “el sordo”, olvidando completamente que es una persona que puede digerir alimentos, que tiene olfato, tacto, cerebro...
Y mediante este símil creo que se puede entender de forma muy sencilla el error. Estamos confundiendo describir con identificar. De la misma forma que una persona no se puede describir comparándola con otra, o buscando los datos diferenciales respecto al común de las personas, con los datos económicos ocurre exactamente lo mismo.