Un buen día puedo levantarme con más moral que el Alcoyano y tratar de decidir que coche es mejor, el que tengo o un Ferrari. Creo que no tengo que aclarar que coche tengo, pero baste decir que es sensiblemente más económico de adquirir y comprar que el dichoso Ferrari. Todo el mundo ha de entender que casi todas las variantes de los pensamientos de ¿Cuál es mejor?, ¿Cuál es más bonito? o ¿Cuál prefiero?, son absolutas quimeras.
Tengo que avanzar que cualquiera, (salvo los muy freaks), contestarán el ferrari, (cualquiera), sin dudarlo; aunque sólo sea porque les da la opción de venderlo y comprar unos cuantos como el mío.
Pero esta discusión, al igual que aquella de ¿Qué prefieres?, ¿un ferrari o un lamborghini?, tienen una gran pega. Están muy bien para pasar el rato tomando un café, instaurados en una utopía; porque salvo la mediación de un buen resultado en el euromillones, no está previsto que tenga demasiado sentido que pida el catalogo de estas marcas. Ya me pueden gustar los coches, que están muy lejos de mis posibilidades.
Es así de sencillo; puedo desear o me pueden gustar, que simplemente no puedo tener. Y este no es más que un ejemplo extremo de tantas cosas que nos ocurren a todos continuamente. Con frecuencia, tenemos que tomar distintas decisiones, algunas más complejas y otras menos, en las que tenemos que elegir entre varias cosas; (¿un Ibiza o un corsa?). Pero en muchas ocasiones nos encontramos con que realmente tenemos que valorar las distintas opciones que se nos ofrecen, pero siempre teniendo en cuenta que realmente sean opciones.
Con mucha frecuencia tenemos que elegir entre distintas posibilidades, sabiendo a la fuerza que hay otras posibilidades que no están a nuestro alcance.
Por descontado, puede venir cualquier comercial de Ferrari a mostrarme el producto y a convencerme de la bondad de sus coches. Pueden enseñarme reportajes e incluso ofrecerme una prueba. Pero la realidad es que no me convencerán de que compre un Ferrari, porque ya estoy convencido pero no puedo. En todo caso, (en casos menos extremos), montarme un pequeño lío en la cabeza y darle vueltas a la cabeza para ver cómo es posible; pero a veces es sencillamente imposible, y lo mejor es que me dedique a pensar en los coches que sí puedo comprar.
Pues este razonamiento que todo el mundo entiende es algo que normalmente todo el mundo olvida cuando nos situamos en el entorno del análisis económico. En particular se me ocurren dos casos en los que frecuentemente estamos ante esta situación;
El primero son las quiebras; bien sean de familias, de empresas o sobre todo de países y bancos. Con mucha frecuencia escuchamos que lo mejor para un país o un banco es no quebrar. Y tengo que reconocer que estoy absolutamente de acuerdo. Sin embargo, lo que no parece que tenga claro todo el mundo es que una vez que estemos de acuerdo en tal perogrullada, con las quiebras no tiene sentido discutir si son buenas o malas. Lo que hay que discutir es sí se pueden evitar o no.
Las quiebras nunca (o casi nunca) son optativas; y desde luego es lo peor que puede pasar; pero en muchas ocasiones son inevitables y lo que se trata es de buscar la forma de minimizar los daños. Es así de sencillo. Y mucho menos tomando todas las medidas equivocadas como ha ocurrido hasta ahora.
El segundo tema donde estamos es en la actual discusión sobre el futuro del euro, y sobre todo sobre las posibilidades de determinados países, (entre los que está España), de mantenerse dentro de la moneda única.
Escuchamos análisis hablando de la conveniencia de estar en el euro. Incluso comenzamos a escuchar muchas voces que nos cuentan que no fue conveniente entrar pero que ahora no es aconsejable salir. Por supuesto, encontramos numerosos análisis que nos hablan de que la salida del euro implicará penurias, tiranías y todo lo que se nos ocurra.
Pues muy bien, siempre he admitido que la salida del euro tiene costes; que la situación es complicada y que hagamos lo que hagamos va a ser duro. Pero lo que parece olvidar todo el mundo es que antes de elegir entre varios escenarios tendremos que pensar en si podemos. Sé que es una tontería, pero resulta que hace tiempo he tratado de decir esto mismo con los rescates al sector financiero. Había entidades demasiado grandes para caer; ¿alguien se preguntó si eran demasiado grandes para ser salvadas?. Quizás el habernos hecho esta pregunta nos hubiese ahorrado algún que otro disgusto.
Pues el caso es que ahora mismo no debemos preguntarnos si es mejor permanecer en el euro o no. Lo que debemos preguntarnos es si podemos permanecer en el euro o no. Sí la respuesta es que no, estaríamos ante el caso en que todos los análisis para defender que nos mantengamos en el euro, tendrían el mismo sentido que el comercial intentando convencerme de las bondades del Ferrari.
¿Podemos los distintos países mantener una moneda común?. ¿Podemos los países periféricos soportar unas decisiones económicas diseñadas por los dirigentes de los países centrales, para sus objetivos?. ¿Y si sus objetivos no son los adecuados?. Es decir; ¿Puede España aguantar que desde Alemania se instauren unas políticas que son las que demanda el sistema financiero alemán (ni tan siquiera los ciudadanos alemanes)?.
Todas las decisiones de la eurozona, toda la política monetaria y ahora mismo la política fiscal responde a unos objetivos claros. Se han bajado los tipos de interés cuando Alemania estaba en una recesión derivada de la reunificación. Se han montado burbujas para salvar a una banca de inversión entrampada en las punto.com; luego para salvarlas de las subprime,…
En definitiva se bajan los tipos cuando interesa a Alemania, se suben cuando interesa a Alemania, y además la unión europea no se ha planteado como una unión económica, sino que se ha planteado como un sistema donde los periféricos servíamos para la obtención de jugosos beneficios para la banca alemana; que a su vez lograba servir de presión a la baja para los sueldos del centro europeo. En definitiva, Europa no es una unión, sino que es un artificio donde los países periféricos hemos proveído de pelotazos, hemos servido para las deslocalizaciones de las empresas francesas y alemanas y hemos servido para ofrecer mano de obra barata y barrera para contener los salarios de los trabajadores de toda Europa.
Es fácil entender que podemos discutir si esto es justo; si es bueno o si es conveniente. Pero lo que debe entender todo el mundo es que esto no es posible. Da igual si queremos el euro o no lo queremos. En definitiva estaremos ante una situación en la que o somos europa, (y no Alemania por un lado y otros países por otro lado), entendido como un sitio en el que todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos, obligaciones, recursos, rentas, entornos normativos y justicia, o simplemente el euro no tiene futuro.
Desde el punto y hora, que la homogeneización de las condiciones de los ciudadanos de los distintos países, no se encuentra ni como una opción a plantear, el concepto Europa simplemente no tiene sentido alguno, y en este contexto, la moneda única es inviable. Estemos dentro o estemos fuera. Está claro que en estas condiciones no debimos entrar porque no podemos estar en esta moneda. En consecuencia es muy sencillo entender que no debemos seguir porque seguimos sin poder estar en la moneda; (por mucho que le venga muy mal a los bancos salir); y de hecho cada vez será más evidente que o se cambia radicalmente el diseño de la unión europea, (en sentido contrario al que está cambiando ahora), o continuaremos acelerando en el camino que estamos: ¡La destrucción del euro!.
Como los ferraris, pueden ser maravillosos, pero no son posibles. Y si contra todas mis circunstancias, mi posición, mi cuenta corriente y mi futuro me empeño todos imaginamos lo que pasará.