Tipos de interés cero y política fiscal redistributiva. El retorno de Keynes
Fernando Esteve Mora
Desde siempre la defensa neoliberal frente a reformistas sociales de raigambre socialista y/o keynesiana había sido la misma: el efecto expulsión o efecto "crowding-out". Sí, se decía, cierto que sí que hay desigualdad y pobreza; cierto que hay necesidades sociales que estaría bien cubrir...pero lamentablemente no se podía hacer nada porque un aumento del gasto público para hacerles frente, o bien suponía más impuestos para financiarlo que desanimaban de modo directo la actividad económica y agravaban los problemas pues generaban más desempleo. O bien su financiación se hacía aumentando el endeudamiento del sector público, lo que se traducía en lo mismo por otra vía: el aumento del tipo de interés. Las emisiones de deuda pública suponían un ascenso en los tipos que descorazonaban la inversión privada. Es decir, que el gasto público "expulsaba" al gasto privado en inversión, y dado que se presupone que el gasto en inversión privada es más eficiente que el gasto social público, el bienintencionado intento desde el estado por afrontar los problemas sociales acababa generando aún más problemas sociales.
Esta forma de argumentar era un ejemplo de lo que el gran y añorado Albert O.Hirschman en una obra básica traducida al español con el título, Retóricas de la Intransigencia, llamaba la tesis del "efecto perverso". Argumentación que bajo distintos disfraces siempre se puede rastrear debajo de TODAS las argumentaciones de los economistas neoliberales. Sean cuáles fuesen. Siempre, siempre, "razonan" de la misma manera. Hay problemas, sí, pero si el Estado mete "sus sucias manos" para resolverlos en vez de menguar crecería, así que lo mejor siempre es no hacer nada, dejar que el mercado por sí mismo guiado eso sí por los capitalistas actúe.
A veces, esta tesis del efecto perverso tan querida por los neoliberales llevaba a extremos rayando lo absurdo. Está, por ejemplo, el caso de los cinturones de seguridad en los automóviles. Recuerdo haber leído que hace algunos algunos economistas neoliberales criticaban la exigencia de que los conductores y pasajeros de los vehículos se pusiesen cinturón de seguridad no sólo acudiendo a argumentaciones de tipo filosófico (del delirante tipo de que tal obligación era un paso más en el "camino de servidumbre" hacia el fascismo y la opresión orwellianas), sino llamando a la "racionalidad" económica.
Y es que,- decían-, como los conductores con el cinturón se sentirán más seguros, ello redundará en comportamientos más imprudentes en las carreteras y, en consecuencia, más accidentes. Adicionalmente sucedía que, caso de sufrir un accidente, el llevar puesto el cinturón dificultaría el salir del vehículo, por lo que aumentaría las probabilidades de muerte en caso de que el accidente se tradujese en un incendio o en hundimiento en un río o en un pantano. Y, por supuesto, semejantes delirios "argumentales" siempre contaban con una "base" econométrica que les prestaba el soporte "científico" de la estadística, pues ya se sabe que la econometría está para eso: para justificar cualquier estupidez. Como bien dijo Mencken, nunca hay una estupidez por muy estúpida que sea que no encuentre un catedrático de universidad que la sostenga.
En el caso que nos ocupa, la tesis neoliberal del efecto perverso de las políticas redistributivas, como ya se ha dicho, bien a decir que sí, que cierto es que los resultados del funcionamiento del sistema de mercado no sólo son poco equitativos (lo cual no significa que reconozcamos que sean injustos), sino que cada vez la desigualdad aumenta. Que hay problemas sociales de desigualdad y pobreza, de discriminación y ausencia de oportunidades, pero el caso es que, muy lamentablemente, no se debe hacer nada desde el Estado para combatirlos porque si se hace algo, el efecto es contraproducente: las cosas empeoran por los efectos distorsionadores de toda política redistributiva. Así que no queda otra opción que aguantarse y esperar que de la "caridad" privada surjan los recursos para hacer frente a esas situaciones. Y es que, como aparece en el Evangelio de San Mateo, ya Jesús dijo que "los pobres siempre estarán con vosotros".
Por supuesto, que desde otras perspectivas teóricas económicas se había puesto en solfa este ejemplo de "tesis del efecto perverso" que está en el recurso al "efecto expulsión o "crowding-out". Pero, como ocurre tan habitualmente en Economía, el estruendo mediático neoliberal ahoga cualquier voz alternativa, por lo que no sólo los economistas que se forman en Facultades de Economía Neoliberal (o sea, todas ellas, ya sean públicas o privadas) sino la gente del común que escucha a los tertulianos económicos, comulgan -esta es la palabra adecuada- con esa "teoría".
Pero, ¡mira por dónde!, hasta los muy conservadores economistas neoliberales deberían darse cuenta de que las cosas son hoy por hoy muy diferentes. Que sus políticas para salvar desde los estados los patrimonios de los capitalistas financieros tras la última crisis financiera que los propios bancos habían generado de modo activo, se han traducido en que sus argumentos carecen hoy por hoy del menor sentido económico. Sencillamente sucede que hoy ya no existe "efecto expulsión o efecto "crowding-out" del gasto público por la simple razón de que, a consecuencia de las políticas monetarias expansivas, los tipos de interés a largo plazo son cero o negativos. Es decir, que el gasto público no puede expulsar a la inversión privada por lo que no hay coste de oportunidad en que el estado se ponga a hacer políticas fiscales redistributivas tan necesarias.
O sea, que si los economistas neoliberales hoy se oponen a esas políticas ello hará evidente la verdad que siempre han tratado de ocultar bajo la cobertura de la argumentación "económica" de la tesis del efecto perverso. Que no es otra que la de que siempre han sido la "voz de su amo", o sea, la voz de las clases privilegiadas encargadas del "Departamento de Propaganda" en su histórica lucha contra las clases medias y bajas. No. No es que lamentasen la desigualdad y la pobreza pero que no les quedase otra que negarse a afrontarla porque sería "peor" el remedio que esa enfermedad. No. Como voceros de "los de arriba" su función siempre ha sido la de engañar a los "de abajo" y persuadirles de que no aceptasen su posición de subordinación y malestar y no tratasen de -democráticamente- hacer algo en defensa de sus intereses contra los intereses de los "de arriba".
Y las cosas, previsiblemente, pueden ir a mayores. Si, como suena en lontananza, las previsiones de una nueva desaceleración de la ya raquítica marcha de la economía mundial se hacen realidad. Si, además, y como dicen otros, estamos en una situación de "estancamiento secular" o sea, a largo plazo, por desvanecimiento de las oportunidades de inversión debido al menor componente en capital fijo de la nueva revolución tecnológica, entonces es sólo del estímulo del consumo privado y del gasto público de donde podrán provenir los pedidos que llenen las carteras de pedidos de las empresas. O sea, que para la próxima recesión, si no se quiere que el marasmo económico tenga resultados sociales catastróficos, sólo cabrá recurrir a las políticas de rentas (o sea, hacer que los "de abajo" tengan más dinero) y a las políticas fiscales expansivas. A lo que parece, confiar la dirección y marcha del sistema de mercado a los capitalistas como se ha hecho en los últimos doscientos años hoy ya, claramente, no es la mejor opción. Los propios capitalistas habrían actuado contra sí mismos, habrían en cierto modo y como se decía antes "cavado su propia tumba". ¡Oh! De nuevo, la vieja dialéctica.