FERNANDO ESTEVE MORA
Leo con sorpresa que hace unos días en el show que organizó el patán de Milei en Buenos Aires para presentar su "libro" de Economía, ese intitulado Capitalismo, Socialismo y la trampa neoclásica, tuvo a bien "meterse" con John Maynard Keynes enfervorizando así a la ya enloquecida turba de patanes como él que llenaban el Luna Park bonaerense.
Keynes murió en 1946 por lo que es absurdo pretender saber cómo hubiera reaccionado a los insultos de Milei. Me puedo imaginar, sin embargo, cuál habría sido la reacción de una persona y un personaje como él a todo lo que se dijo de él en ese aquelarre argentino: ninguna. No otra cosa cabría esperar de un miembro de la elite británica ante los insultos de un patán latinoamericano sino la máxima contención, el mayor de los desprecios ante un comportamiento que -quizás- supondría típico argentino, herencia del salvajismo de los patagones tal como lo describió su compatriota, Charles Darwin, tras su viaje de exploración en el Beagle.
Y, por supuesto, ese mismo calificativo, de salvajes intelectualmente hablando, Keynes lo dedicaría a toda esa masa de jovencitos imberbes, influencers, "profesores· de Economía y partidarios de la extrema derecha que comparten esa "nueva fe" del anarcocapitalismo que tiene a Milei como profeta. A fin de cuentas consideraba salvajismo económico la defensa del patrón oro, la austeridad fiscal y la creencia en una supuesta "ley de los mercados" o Ley de Say como "justificación" teórica de las políticas ultraliberales no intervencionistas en la economía.
¡Pobre Keynes! Qué difícil es entenderlo. Leer palabra a palabra, párrafo a párrafo, su obra fundamental, la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, fue para mí una de las experiencias intelectuales más duras en mis años de formación. Una experiencia que no se puede llevar a cabo en solitario, sino que requiere de dirección o tutela, la que, en mi caso, la hizo un gran profesor, Javier Escrivá de la Universidad de Valencia. Entendí quizás entonces, la mitad de la mitad del libro. Luego, con los años, he vuelto a él repetidas veces y lo sigo haciendo todavía, y puedo asegurar que aún hay párrafos con ideas que me resultan abstrusas y oscuras, cuyo sentido e inclusión en el marco general de la "Economía de Keynes" (que no es lo mismo con lo que se conoce como "Economía keynesiana" como Clower y Leijonhufvud hicieron patente en los años sesenta del siglo pasado) me resulta difícil comprender en su integridad.
Dido esto para señalar que Keynes no es un autor que esté al alcance de todo el mundo, y ciertamente estoy seguro que no lo está al alcance de escasitos , de gañanes intelectuales como Milei o Abascal, pero tampoco al alcance de la gran mayoría de jóvenes, estudiantes, influencers y "profesores" que se autoproclaman seguidores de la Escuela Austríaca de Economía., pues -refiriéndome a esos últimos en concreto- diré simplemente que en ellos se hace manifiestamente verdad aquella afirmación de H.L. Mencken, la de que "no hay idea lo suficientemente estúpida para que no se encuentre un profesor que crea en ella”
Leo con sorpresa que hace unos días en el show que organizó el patán de Milei en Buenos Aires para presentar su "libro" de Economía, ese intitulado Capitalismo, Socialismo y la trampa neoclásica, tuvo a bien "meterse" con John Maynard Keynes enfervorizando así a la ya enloquecida turba de patanes como él que llenaban el Luna Park bonaerense.
Keynes murió en 1946 por lo que es absurdo pretender saber cómo hubiera reaccionado a los insultos de Milei. Me puedo imaginar, sin embargo, cuál habría sido la reacción de una persona y un personaje como él a todo lo que se dijo de él en ese aquelarre argentino: ninguna. No otra cosa cabría esperar de un miembro de la elite británica ante los insultos de un patán latinoamericano sino la máxima contención, el mayor de los desprecios ante un comportamiento que -quizás- supondría típico argentino, herencia del salvajismo de los patagones tal como lo describió su compatriota, Charles Darwin, tras su viaje de exploración en el Beagle.
Y, por supuesto, ese mismo calificativo, de salvajes intelectualmente hablando, Keynes lo dedicaría a toda esa masa de jovencitos imberbes, influencers, "profesores· de Economía y partidarios de la extrema derecha que comparten esa "nueva fe" del anarcocapitalismo que tiene a Milei como profeta. A fin de cuentas consideraba salvajismo económico la defensa del patrón oro, la austeridad fiscal y la creencia en una supuesta "ley de los mercados" o Ley de Say como "justificación" teórica de las políticas ultraliberales no intervencionistas en la economía.
¡Pobre Keynes! Qué difícil es entenderlo. Leer palabra a palabra, párrafo a párrafo, su obra fundamental, la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, fue para mí una de las experiencias intelectuales más duras en mis años de formación. Una experiencia que no se puede llevar a cabo en solitario, sino que requiere de dirección o tutela, la que, en mi caso, la hizo un gran profesor, Javier Escrivá de la Universidad de Valencia. Entendí quizás entonces, la mitad de la mitad del libro. Luego, con los años, he vuelto a él repetidas veces y lo sigo haciendo todavía, y puedo asegurar que aún hay párrafos con ideas que me resultan abstrusas y oscuras, cuyo sentido e inclusión en el marco general de la "Economía de Keynes" (que no es lo mismo con lo que se conoce como "Economía keynesiana" como Clower y Leijonhufvud hicieron patente en los años sesenta del siglo pasado) me resulta difícil comprender en su integridad.
Dido esto para señalar que Keynes no es un autor que esté al alcance de todo el mundo, y ciertamente estoy seguro que no lo está al alcance de escasitos , de gañanes intelectuales como Milei o Abascal, pero tampoco al alcance de la gran mayoría de jóvenes, estudiantes, influencers y "profesores" que se autoproclaman seguidores de la Escuela Austríaca de Economía., pues -refiriéndome a esos últimos en concreto- diré simplemente que en ellos se hace manifiestamente verdad aquella afirmación de H.L. Mencken, la de que "no hay idea lo suficientemente estúpida para que no se encuentre un profesor que crea en ella”
Obviamente no todos los economistas austriacos son como esos terraplanistas económicos que salen y salen en los medios de comunicación y en las redes sociales pregonando su fe en las excelsas virtudes terapéuticas del libre mercado virginal sin intervenciones pecaminosas por parte de los estados. Estas gentes son auténticos creyentes que han sustituido (o ampliado) su creencia en un metafísico Dios omnipotente y justiciero por una creencia en un también metafísico Mercado Libérrimo que traería por fin a este mundo definitivo Paraíso Terrenal, en forma de Capitalismo. Para estos delirantes tipos, el estado keynesiano es como lo es Lucifer, como el Demonio, para los creyentes en las religiones convencionales. Y, ciertamente, son peligrosos, pues ,para ellos, los defensores de las intervenciones de los estados en la economía no es que estén errados intelectualmente, sino que son malos éticamente hablando. Son como lo era y sigue siendo Keynes, la encarnación del mal, de la perversión (incluso sexual, pues les gusta recordar las inclinaciones sexuales no convencionales en su época de Keynes). Y, claro está, acabar con ellos, con los keynesianos, puede ser hacer una buena acción.
Hay por supuesto entre los economistas austriacos gente seria a la que le repugnaría que se la metiese en el mismo saco que esa secta de loa anarcocapitalistas. . Concretamente me quiero referir a un ejemplo de estos, a don Rafael Rubio de Urquía, (y también a algunos de sus más cercanos seguidores y alumnos), un economista austriaco al que conocí y al que respeto profundamente, entre otras cosas porque tengo constancia de que él sí que había luchado (intelectualmente) con Keynes, lo había entendido profundamente y lo respetaba como economista. A diferencia de él la inmensa mayoría de los llamados economistas austríacos que he conocido y he leído, incluso aunque sean profesores universitarios, repito que no tienen para mí la capacidad intelectual de entender a Keynes de modo que sus opiniones sobre él están al nivel de las de Milei y sus secuaces. Cierto, por otro lado, que hay entre ellos algunos grandes economistas, como, por citar a dos, David Friedman o Brian Caplan, pero son microeconomistas, y en lo que respecta a entender lo que Keynes no hacen sino malinterpretarlo o mejor "juzgarlo" moralmente, y es que en mi opinión hacen una vez más verdad aquella maravillosa idea argumentada por Carlo M.Cipolla en su tratado sobre la estupidez humana de que la estupidez está al alcance de cualquier inteligencia, hasta de las más excelsas.
No me voy a meter hoy aquí en la discusión de lo que Keynes vino a decir y de porqué derrotó intelectualmente a su más grande opositor austriaco, a Friedrich Von Hayek. Diré tan sólo que está probada, incluso matemáticamente, la tesis fundamental de Keynes que es la de que lo más habitual es que una economía pura de libre mercado se encuentre en una situación subóptima o ineficiente, y no pueda salir de ella de forma autónoma de modo que sea adecuado ayudarla desde la administración pública para salir de esa situación subóptima con altos(y peligrosos políticamente) niveles de desempleo, desigualdad y malestar económico. Como Keynes dijo explícitamente, su objetivo era que los economistas fueran unos buenos profesionales, como los dentistas, que ayudaran a las economías cuando la situación lo requiriese, al igual que los dentistas ayudan sus pacientes cuando tienen una caries. Nada más.
Nada de quitarnos la libertad, nada de meternos en un "camino de servidumbre" como delirantemente hablaba Hayek y hoy repite como un papanatas el patán de Milei y sus adláteres.
Lo que me interesa aquí es señalar las consecuencias de un triunfo político y cultural del "pensamiento", o mejor, ideología anarcocapitalista que -se diría- parece avecinarse para un futuro no demasiado lejano en la medida que el anarcocapitalismo (esa mezcla de estado policial y de libre mercado)parece haberse convertido en la ideología compartida por las derechas y extremas derechas de cada vez más más países.
Empezaré lo que quiero decir "por el tejado", o sea, por la conclusión. Y es que la extrema izquierda del tipo que sea, siempre eso sí que sea auténticamente revolucionaría, ya puede ir poniendo velitas en los altares que sin duda está erigiendo a los Milei y demás pandilla de gañanes de extrema derecha que ven ya cercano el alzarse con el poder político y cultural/mediático en todas partes. Y la razón de ello es que, por fin, y tras una larga espera o retraso, y gracias a ellos, el "tren de la historia" podrá ponerse otra vez en marcha y salir de esa vía muerta en la que había entrado cuando sus maquinistas se volvieron keynesianos.
Y es que, nadie se engañe, lo que buscaba Keynes era parar el motor de la Historia, o sea, la "lucha de clases", y para ello no había mejor camino que crear una clase media enorme, gorda y autosatisfecha que a la vez que respetara el orden "natural" capitalista y a sus elites dirigentes (entre las que obviamente Keynes estaba) fuera la aspiración de factible realización para los miembros de las clases trabajadoras y proletarias, aspiración al ascenso social que sustituía cualesquiera potenciales veleidades revolucionarias.
Y es que en eso se resumen las consecuencias prácticas de la aplicación de la Economía de Keynes. Y eso que, hay que subrayarlo encarecidamente, nunca se ha llevado a la práctica de modo radical y completo el pensamiento keynesiano, como se evidenció en Bretton Woods. El objetivo de Keynes es, mediante la intervención de los estados en los asuntos económicos, tanto a nivel estatal como internacional, es conformar un capitalismo no liberalizado enteramente y en el que en consecuencia no opere la dialéctica capitalistas ricos versus masas proletarias empobrecidas. Es obvio que el camino para eso es disolver el conflicto entre dos clases mediante la generación de una tercera que amortigüe o diluya la lucha entre las dos básicas. Una tercera clase a la que en nada le interesa ninguna revolución de "los de abajo" (pues claramente perdería con ello) a la vez que fuera un ejemplo seductor de lo que podrían lograr por medios pacíficos, nada arriesgados y reformistas para la inmensa mayoría de esos "de abajo"..
Y es por ello que Milei y sus secuaces, cuyo objetivo es reproducir el capitalismo de finales del siglo XIX, son un regalo para la izquierda más radical. Porque, aunque los libertarios anarcocapitalistas no se hayan dado cuenta aún (no son muy leídos, que digamos), el modelo socioeconómico anarcocapitalista que desean y sueñan con que llegue como absoluta novedad en un futuro, es cosa ya vieja, historia archiconocida ya que es el modelo que dominó en el mundo en el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Y es que en todos los países de entonces ya se daba esa asociación de estados policiales con nula o escasísima intervención de los estados en la economía, en los mercados, así como con el automatismo del patrón-oro regulando las relaciones económicas internacionales, como cualquier manual de historia económica enseña. Es de sobra conocido que el mundo de mediados y finales del siglo XIX es un mundo donde en la administración de los estados sólo había lugar para los ministerios de interior, justicia, guerra y poco más, quizás uno para educación primaria y otro de obras públicas para favorecer a las empresas, Reproducirlo, volver a él (hay un video que circula por ahí en que se ve a Milei antes de las elecciones que le llevaron al poder en Argentina ante una pared en donde hay unas pegatinas con el nombre de una serie de ministerios, que él se encarga en despegar como ejemplo de su política de desmantelamiento del estado) no sólo es volver a él sino volver también a sus consecuencias.
Es decir, que el objetivo de instaurar el famoso anarcocapitalismo no es sino el objetivo de la restauración del orden político-económico previo a la I Guerra Mundial, y, en consecuencia, de tener éxito los libertarios y demás gentes de derecha y extrema derecha (hoy se confunden) se hará realidad no un sueño utópico sino una pesadilla histórica ya vivida pues no hay nadie que dude de que fue ese sistema socioeconómico imperante entonces la causa directa de todas las revueltas, revoluciones y guerras del primer tercio del siglo XX. Y por ello mismo, su reaparición hoy no puede sino ser contemplado como un auténtico regalo, el mejor que podrían recibir, para los revolucionarios del siglo XXI, hasta ahora en horas bajas, si no bajísimas, tras la extensión de los estados del bienestar o estados keynesianos en la segunda mitad del siglo XX cuyo efecto fue que se quedaran sin público, sin masas explotadas a las que dirigir y a las que llevar a unas nuevas barricadas- Y es que ¡qué diferencia entre la pacífica vida política en la segunda mitad del siglo XX frente a la convulsa vida interior de los estados desde 1848 a 1948! El auténtico enemigo intelectual de Marx, Bakunin o Kropotkin, no estaba ni está en las filas de los Von Mises, Hayek, Friedman y demás libertarios anarcocapialistas sino que es Keynes.
No tengo mucha imaginación, pero no me cuesta demasiado imaginar el futuro en las próximas décadas del capitalismo globalizado si Milei y demás gañanes de su cuerda van alzándose con el poder en estado tras estado, en país tras país. Un futuro en donde las crisis económicas generadas por el descontrol del sector financiero se desenvuelvan sin freno en el marco de una ruptura del orden económico y político internacional a consecuencia del auge de los nacionalismos propiciado por esas extremas derechas, y todo ello en un entorno global caracterizado por una crisis climática global y una revolución tecnológica que ahorra trabajo (y amenaza con generar desempleo masivo) en cantidades increíbles. Ya les hubiera gustado a un Lenin y, más aún, a un Trotsky moverse en este tipo de mundo, que "así se las hubiesen puesto".