Sí Rankianos (?), los datos no mienten: la Navidad ya está aquí.
Oh shit, here we go again
Vuelve Mariah Carey, vuelven las lucecitas en las calles (este año más que nunca no?), vuelve esa época en que decimos ‘un día es un día’ seguido de ‘en enero voy al gimnasio’, vuelve ese momento de compartir mesa con tus familiares, alguno de los cuales probablemente no soportes y te congratules de no haber visto, con un poco de suerte, desde hace tres años.
Vuelve Mariah Carey, vuelven las lucecitas en las calles (este año más que nunca no?), vuelve esa época en que decimos ‘un día es un día’ seguido de ‘en enero voy al gimnasio’, vuelve ese momento de compartir mesa con tus familiares, alguno de los cuales probablemente no soportes y te congratules de no haber visto, con un poco de suerte, desde hace tres años.
Este año es especialmente jodido porque en los encuentros navideños no estará el fútbol como tema salvavidas. El parón de las competiciones de clubes está siendo largo y el Mundial, desgraciada aunque lógicamente, queda ya demasiado atrás para España. Solo algún tema sorpresa de última hora podría salvar a las familias de tener que hablar de política o, lo que es peor, de lo poco que se soportan. Que el Gordo reparta suerte.
Pero aquí no estamos para divagar sobre posibles trifulcas familiares ni ingresos precipitados en Urgencias durante las Fiestas por heridas de arma blanca. Aquí estamos para hablar de Bolsa y, hoy en concreto, del hecho que muchas empresas hacen coincidir el fin de año con su cierre de año fiscal. Por lo tanto, entramos en los últimos días para intentar aumentar (o maquillar) sus beneficios y, por ende, su EPS (earnings per share o, en cristiano, beneficios por acción).
El precio de la acción de una empresa se puede calcular de muchas maneras pero quizá la más conocida es:
Precio = PER x EPS
Hoy no abriré el melón del PER ni de cómo calcular su valor futuro estimado a la hora de determinar si una acción está barata o cara. Cada maestrillo tiene su librillo y yo tengo el mío propio. Como dudo que el mío sea el mejor (aunque crea que es uno digno), evitaré entrar en ese tema pantanoso. Mejor me voy al otro factor de la multiplicación, que es mucho más claro y, seguramente, más correlativo con el precio: el EPS.
Que una empresa tenga beneficios implica de saque una conclusión muy positiva: podemos dar (casi) por descartado que vaya a quebrar a corto plazo y, por ende, que tu inversión se vaya a ir a 0. Ganarás o perderás dinero pero no lo perderás todo (mientras siga ganando dinero).
Pero la gracia del asunto es que, si esa empresa aumenta consistentemente su EPS a lo largo del tiempo, se consiguen dos cosas más: primero, que siguiendo la fórmula anterior, a igual PER, el precio de la acción irá aumentando consistentemente.
Pero el segundo punto es casi más importante: si una empresa es buena, cada vez ingresarán más, cada vez ganarán más, cada vez su EPS subirá (si no amplían capital) y, eso hará, que la gente cada vez esté más dispuesta a invertir en esa empresa. Y ello solo lleva a una conclusión: que el PER también irá aumentando.
Por lo tanto, volviendo a la fórmula del principio:
Precio = PER x EPS
Si el EPS sube, el precio sube. Pero si el EPS sube constantemente, la gente estará dispuesta a pagar más, por lo que el PER sube…y el precio sube. En definitiva, el EPS es la piedra filosofal para acabar entrando en, como diría el… peculiar… presidente del Barça, un círculo virtuoso.
El tema es que el panorama macroeconómico no es muy halagüeño y muchos analistas ya dicen que la inflación y/o el aumento de las tasas de interés va a provocar una bajada generalizada de los beneficios empresariales.
Un EPS al alza puede implicar un círculo virtuoso pero un EPS a la baja…
Mientras me taladraba la radio con los primeros ‘All I want for Christmas is you’ de la gran Mariah, yo ya he escrito la carta a Papá Noel. Como único regalo he pedido que me envíe alguna señal para saber alguna de las pocas empresas cuyo EPS seguirá aumentando consistentemente.
Le he prometido que este año me he portado bien pero no sé si se fía de mí. Desde que Luis Enrique le dijo que confiaba en tener al yerno ideal, Papá Noel cree que la confianza está sobrevalorada.