Lo que voy a relatar a continuación, el encuentro sumamente desagradable que he tenido esta mañana, me ha dejado con gran pesadumbre en el animo. He visitado una vivienda del Madrid más céntrico y me he encontrado con una familia cuyos miembros se quedaron sin empleo hace ya tantos años que ya ni recuerdan lo que es trabajar. También se les consumió la prestación a los parados e incluso cualquier subvención que les haya podido corresponder. Todo lo han consumido sin haber sido capaces de encontrar un nuevo empleo, ni el marido ni la esposa. En fin, nada nuevo en estos tremendos tiempos que nos tocan.
Su situación es tan grave que llevan un par de años viviendo de lo que Cáritas les entrega, que consiste no solo en poder comer en comedores sociales, sino que incluso les da alimentos, les paga las facturas y les da dinero para gastos vitales. Yo no sabía que Cáritas ayudaba hasta ese punto y me quito el sombrero por su encomiable labor.
El caso es que he hablado con ambos cónyuges y he salido de la casa habiendo perdido cualquier amor que me quedara por los seres humanos, si es que a estos les queda algún atisbo de humanidad. Ya de entrada confieso el tremendo asco que me ha dado entrar en la vivienda. Digo yo que no tendría que tener nada que ver la pobreza con ser un guarro, pero estos juntan ambos calificativos y el de guarros lo llevan a su máxima expresión. La casa daba asco, eso para empezar.
Pero si la casa me ha dado asco, más asco me han dado ellos, que a la pobreza material unen su mala índole. Se han pasado un rato largo echándole la culpa de su mala situación a todo y a todos, menos a ellos mismos y hablando fatal del gobierno, de los bancos, de nosotros, los subasteros especuladores y, sobre todo de Cáritas, que aunque les está ayudando y manteniendo, lo hace de una forma exigente, contabilizando lo que les da o les deja de dar y exigiéndoles una búsqueda activa de trabajo. Por lo visto también les consigue pequeños trabajillos que los menesterosos no pueden rechazar por el temor, supongo que fundado, de perder las ayudas.
Y, sobre todo, lo que no le perdonan a Cáritas es que no haya cargado sobre sus hombros el pago de la deuda hipotecaria, pues los tipos estos están muy próximos a verse en la calle y no entienden que la mentada ONG no haya hecho nada para evitarlo, como si el haberles mantenido casi dos años no fuera nada o fuera algo que les era debido, a lo que tenían perfecto derecho.
Yo considero que cualquier cosa que no nos hayamos ganado por nosotros mismos es caridad, solo que actualmente hemos dejado de llamarlo caridad para pasar a denominarlo "derechos" y eso ha generado entre los elementos menos capaces la sensación de que todo les es debido y de que ellos no son responsables de nada, de manera que cuando la cosa les va mal sin duda debe ser porque algo, fuera de ellos mismos, no ha funcionado como debiera.
Esta sociedad en la que el ser humano ha dejado de ser el arquitecto de su propia vida nos está reduciendo poco a poco al estabulamiento bobalicón y a la dependencia absoluta del subsidio del ubre-estado-de-bienestar, convirtiéndonos en seres dependientes incapaces de reconstruirnos a la menor contrariedad.
Ya lo decían nuestros abuelos: es de malnacido ser desagradecido.