En general se puede decir que soy afortunado en las subastas judiciales. No he dado grandes pelotazos pero tampoco he sufrido grandes putadas. Sin embargo, de las pequeñas putadas es imposible escapar si nos movemos entre funcionarios con poder jurisdiccional.
Esta mañana se me ha ocurrido participar en la última subasta del año (una más Tristán, a ver si con esta nos forramos) y resulta que he topado directamente con el Lado Oscuro de la judicatura y ahora mi dinero está en manos de la secretaria judicial más necia de España.
Lo más usual en los juzgados serios es que la fianza te la devuelvan casi inmediatamente tras la subasta o en cuanto la misma se suspenda. Pero también hay otros juzgados, por aquello de que tiene que haber de todo, que son menos eficaces y te hacen volver dos o tres días después para recuperar el dinero de la fianza. No es, ni mucho menos, lo peor que te suele pasar cuando te la juegas con estos morlacos, pero es un engorro.
Lo que ya no es tan frecuente y solo sucede de Pascuas a Ramos es que tu dinero se quede en la cuenta del juzgado y que tengas que pedir por escrito que te lo devuelvan y, lo peor de todo, en un juzgado cuyos escritos entrantes se ponen en un montón y no son atendidos hasta que lo son todos los anteriores, con un retraso que oscila entre dos y seis semanas.
Noventa mil euritos que en lugar de estar confortablemente en su casita por Navidad van a estar secuestrados en Mordor.
¡¡¡Serán canallas!!!