Benito es asesor fiscal pero yo creo que su verdadera vocación es ser torturador porque estuvo durante días sometiéndome al quinto grado interrogándome una y otra vez acerca de cierta inversión inmobiliaria que quería hacer pero que no se atrevía porque los vendedores no acababan de darle buena espina.
Con la paciencia que tenemos todos los monjes budistas yo le contesté lo mejor que supe una y otra vez hasta que, cuando me pidió mayor implicación y que moviera el culo y no me limitara a asesorarle via teclado, le dije que tenía muchos gastos, que la luz y el gas subían todos los años y que yo trabajaba por dinero. Le pedí una miseria, los mil euros que pido últimamente cuando se me pide un asesoramiento personalizado que me vaya a ocupar una mañana o poco más de trabajo.
Afortunadamente, la mención de mis honorarios fue mano de santo y no volví a saber nada de él.... hasta hace unos días, en que me ha vuelto a escribir contándome el lío en el que se metió y sí, esta vez preguntándome cuánto le cobro por ayudarle a salir del mismo.
Le he dicho que le saco del embrollo por diez mil euros y no he vuelto a saber de él. En realidad no es tan difícil y le podría ayudar gratis, pero no me da la gana. Prefiero disfrutar regodeándome en la pasta que va a palmar.