No es el primer cliente que pierdo pero si el que me ha dado el argumento más peregrino, de hecho hilarante. Lo mejor de todo es que no se ha tratado de una simple excusa cagueta sino que realmente lo piensa de verdad.
Se llama María y por lo visto es la prima de la madre de un viejo cliente para quien he comprado varias cosas, concretamente tres viviendas en diferentes épocas. Me telefoneó hace un mes y me dijo que como estaba convencida de que España se iba a ir al garete y el dinero no iba a valer nada, había decidido rescatar completamente su plan de pensiones -¡qué fuerte!- e invertirlo completamente en ladrillos.
Y dicho y hecho, no le importó palmar un buen porcentaje de los ahorros de toda su vida por seguir a rajatabla el plan. Naturalmente, ante semejante demostración de convencimiento decidí no pedirle que otorgara el poder de subastas que le suelo pedir a los clientes en cuanto les conozco. Después de esa machada no era probable que se fuera a echar atrás en el último momento. Parecía evidente que el canguelo no era su debilidad. No obstante la idea partió de sí misma y me hizo el poder y además abrió una cuenta corriente en el Banesto y traspasó una cantidad suficiente para fianzas.
Y me puse a buscar...
Pero ayer me llamó con la historia de que a instancias de un amigo se fue a la Oficina Regional de Subastas Judiciales de Madrid para que le ampliaran los detalles de los que yo ya le había hablado y resulta que algún gilipollas de esa oficina (llena de aburridos) le ha dicho que cómo se le ocurre comprar en subastas, que qué barbaridad, si actualmente ya se puede comprar más barato en la calle que en los juzgados, y otras tonterías del mismo estilo.
Y María, que tan resuelta es para una cosa como para la contraria, se ha lanzado a Idealista a buscar su inversión ideal.
No es que me importe perder clientes, pero me sorprende que ahora ciertos funcionarios se metan a gurús.