El funcionario me está diciendo que lamentablemente aún no ha llegado la notificación y que por lo tanto habrá que esperar a septiembre para darme el Decreto de Adjudicación. Qué raro lo que me está pasando, le veo que sigue moviendo la boca pero ya no le oigo y sus rasgos empiezan a difuminarse y su careto comienza a convertirse en una pelota de playa y yo empiezo a sentir unos deseos locos de liarme a patadas con ella.
Extrañado miro a mi alrededor y veo que ningún funcionario del juzgado tiene cara, sino que todas sus cabezas son ahora pelotas de distintos tamaños. Me pellizco a tiempo y salgo a toda leche antes de echar mi vida a perder.
Como tengo que ir al Registro de la Propiedad no me queda más remedio que coger el coche y me quedo atascado en pleno Paseo de la Castellana viendo con cara de gilipollas a los mismos funcionarios que me llevan puteando toda la vida cómo protestan porque les han quitado la paga extra de Navidad. Andan gritando, con toda la cara del mundo, que lo que defienden son los "servicios públicos", no sus intereses privados. Por lo visto está mal visto manifestarse por uno mismo y hay que andar mintiendo diciendo que se hace por altruismo.
Cierro los ojos y todo lo veo color rojo sangre. Me dan tentaciones de pulsar el botón que tengo en el salpicadero y hacer explotar todo el explosivo plástico C-4 que llevo en el maletero del coche. Cuando me decido y estoy a punto de pulsarlo, empieza a sonar por la radio la melodía de Viajes El Corte Inglés y me quedo extasiado escuchando a Georgie Dann, dejando pasar mi oportunidad.
Más tarde, cuando el registrador me comunica que me devuelve la documentación porque los Mandamientos de Cancelación adolecen de errores subsanables decido que de esta vez no pasa que me vaya a la puerta del Carrefour con mi Kaláshnikov AK-47 y me líe a tiros con los viandantes. Luego puedo entrar con los revólveres del 38 y disparar a quemarropa hasta agotar la munición, excepto una bala con la que me suicidaré disparándome en el dedo gordo del pie.
Pero me entra gusa y decido posponerlo para después.
Por la tarde, a la hora del té, me llama el cliente más pesado del mundo. Un tipo al que no le bastan 5 minutos de teléfono para decirte lo que quiere sino que se tira veinte o treinta minutos mareando la perdiz y dando vueltas a las mismas cosas sin saber nunca decir adiós a tiempo. Naturalmente los sms o los mails no le bastan como medio de comunicación, lo suyo es dar la brasa. Por lo visto hoy está descontento porque nunca le ofrezco subastas lo suficientemente baratas para sus necesidades. Que espere sentado.
Lástima que estemos hablando por teléfono. Si estuviera aquí podría aplastarle los sesos con mi martillo de Thor. Me tendré que conformar con mandarle a freír espárragos.
Después de merendar me voy al cine a ver "El irlandés". Se apagan las luces, empieza la película y aún están entrando los gilipollas que siempre llegan tarde y que ni siquiera se toman la molestia de saber dónde están sus asientos. Con el segundo mamarracho que me hace levantarme y que derrama sus palomitas sobre mí, decido que ya está bien y echo la mano a la empuñadura de mi espada láser con la intención de decapitarle ahí mismo, pero cuando ya la tengo casi desenvainada veo que le acompaña un chaval de unos doce años y me detengo a tiempo. No quiero causarle un trauma y que de mayor se meta a subastero. Demasiada competencia.
La peli me mola y me reconcilia con la Humanidad. La Tierra seguirá temporalmente dando vueltas y aún me queda el suficiente sentido común como para darme cuenta de que necesito unas vacaciones en el fresquito del norte.
Así que adiós.