Hay que ver lo penoso que es el cine español y lo cutre que es el mundillo que gira en su entorno. En los últimos años, siempre que me he salido a la mitad de una película ha sido de una españolada. La última vez fue hace dos fines de semana de uno de los horrores que la academia española había preseleccionado para enviar a los Oscar. Me refiero a "La gran familia española", en la que un pésimo director ha dirigido a unos pésimos actores y encima con el mal gusto de intentar hacernos reír con las tonterías que hace y dice un retrasado mental, de esos que ahora llaman disminuidos psíquicos. Hay que ser muy canalla para buscar las risas a costa de un pobrecillo semejante.
Y pretenden que la ausencia de interés en sus películas procede de que Montoro les ha subido el iva, como si antes de esa subida tuvieran espectadores. También le echan la culpa a las descargas de internet, como si la gente prefiriera descargar pelis de alguien como José Luis Cuerda en vez de bajarse "Desencadenado" o "Guerra mundial Z", las dos mejores películas que he visto este año.
Pero a pesar de este desolador panorama del cutrerío patrio, yo no me resigno y aún confío en unos pocos directores españoles que casi nunca me defraudan, por ejemplo Alex de la Iglesia. Precisamente ayer vi el último peliculón de este genial madrileño de Bilbao. "Las Brujas de Zugarramurdi" no es tan buena como su obra cumbre "Balada triste de trompeta" pero, aún así, es muy buena y me quitó el mal sabor de boca del desastre del domingo anterior. Y...
... y aquí empieza realmente este post:
Así salía yo esta mañana a ganarme el sustento con un humor estupendo y todavía paladeando el buen sabor de boca que me dejó la citada película cuando, sin comerlo ni beberlo, me he metido en la mismísima cueva de Zugarramurdi o eso me ha parecido por la cantidad y calidad de las brujas con las que he topado.
Antes quiero mencionar que cuando la semana pasada vi en Google Maps el edificio que hoy iba a visitar, no observé nada que me hiciera imaginar lo que me he encontrado. La fachada era buena y la calidad de los edificios vecinos era normal, de clase media. Sin embargo, esta mañana, en cuando he traspasado el umbral, he sentido que entraba en una covacha. Tampoco me esperaba que no hubiera ascensor pero, bueno, eso no es tan inusual. Pero no me lo esperaba en un edificio con semejante fachada.
Y lo que desde luego jamás imaginé es que me iba a abrir la puerta una señora mayor con bata y rulos ni, mucho menos, la pajarraca que la tipa me iba a montar en cuanto le conté lo que me había llevado allí:
- Buenos días señora, quisiera hablar con Pedro Velarde, ¿está en casa?
- Ese señor no vive aquí, ¿quién es usted?
- Ahhh, no vive aquí, ¿Y usted quién es, un familiar, una inquilina?
- Que quién es usted
- Es que verá, yo me llamo Tristán el Subastero y este piso en el que usted vive va a salir a subasta dentro de dos días y yo estaría interesado en comprarlo, pero claro, antes quisiera saber quién vive en el piso y en calidad de qué. ¿Es usted inquilina?
- ¿Mi casaaaa? ¿Que mi casa va a salir a subasta?
y ahora a gritos:
- ¿Que dice que mi casa va a salir a subastaaaa? ¿Cómo que mi casa va a salir a subastaaaa?
¡¡Gluuuup!!
- No, vamos a ver: Si, la casa va a salir a subasta pero... ¿es usted la exmujer del propietario? ¿es la inquilina?
- Sí, soy inquilina, ¿Pero está usted diciendo que mi casa va a salir a subastaaaaa? (esto último a grito pelado)
- Pero si usted es la inquilina ¿por qué se altera tanto? ¿a usted qué más le da quien sea el propietario? Si sale a subasta y lo compro yo o cualquiera, quien sea quien lo haya comprado tendrá que respetarle a usted el contrato que tenga con este señor y a usted nadie podrá echarla de su casa?
- ¿Que usted va a comprar esta casaaaaa? ¿Que usted va a echarme de mi casa? Juaniiiiiiiiiii (ya gritando desaforadamente)
- Que nooooo, al contrario, que usted está a salvo y nadie va a poder echarla.
- ¿Echarme a miiiii? Pero si esta es mi casa, ¿Cómo que me van a echar de mi casa?
Y ya al borde del colapso:
- Juaniiiiii, que nos quieren echar de casa. Pero si a mí nadie me ha informado de nada. Si yo con ese señor Velarde ni me hablo ni nada desde hace un montón de años.
- Pero supongo que le estará pagando la mensualidad
- Sí, pero se lo ingreso en el banco y no me hablo con él ni nada. ¿Cómo me que quieren echar de mi casaaa? Oiga, que mi contrato es de renta antigua y de aquí no me echa nadie.
Y en ese momento la tal Juani sale de la casa y me atraviesa con unos ojos como de poseída:
- Madre, ¿quien dice que nos echan de la casa? ¿Y usted quién es?
Ahora estaban las dos mujerucas medio abalanzándose sobre mi. No eran gitanas del todo, pero tampoco eran payas, sino que pertenecían a ese tipo de personas "agitanadas" que se sienten como pez en el agua en ambos mundos. Y, para colmo de males, se abrían las otras puertas del rellano y los vecinos empezaban a asomar la cabeza.
¡¡Tierra, trágame!!
- Carmen, Juani, ¿Os echan de casa?
- A ver, un momento, por favor, aquí nadie va a echar a nadie. Lo que pasa es que el propietario ha dejado de pagar la hipoteca y el banco va a sacar a subasta la casa. Pero ustedes no tienen de que preocuparse. Les repito que sea quien sea quien compre el piso, tendrá que respetar el contrato de alquiler y ustedes no tienen por qué irse de aquí. Solo tendrán que pagarle al nuevo propietario y santas pascuas, ¿que más les da a ustedes a quien le pagan la mensualidad? Digo yo que lo mismo dará pagarle a uno que a otro.
Ahora mirando a los vecinos y a grito pelado:
- Que dice que va a comprar el piso y nos van a echar a la calle. Pero cómo?? si a mí nadie me ha avisado de nada. Juani, llama a la Mari a ver que dice.
A estas alturas yo ya me batía en retirada y estaba bajando disimuladamente algunos escalones. Si hubiera tenido a mano mi espada láser la hubiera usado para decapitarles a todos, pero la había dejado en mi casa porque cada vez la uso menos.
- Y usted no se vaya, que tiene que hablar con la abogada y explicarle a ella lo que quiere.
- No, si a mí ya no me interesa el piso.
- No importa. Explíquele a ella a ver que dice.
Menos mal que la abogada llamada Mari no cogió el teléfono y yo me he podido escapar sin más rasguños que una inmensa tristeza por la especie humana y ciertos deseos asesinos en el corazón.
El buen sabor de boca que me dejó Alex de la Iglesia volatilizado en cinco minutos.