Cien por cien de la cosecha de Quarles:
La ley, es la única herramienta a nuestra disposición, y siempre la utilizaremos cuando se precise recuperar la posesión de un bien.
A partir de aquí, se pueden decir muchas cosas sobre la ley y sé de antemano que todos conocemos ya, pero no está mal recordarlas y tenerlas siempre en mente; la ley, es patrimonio de todos y por ello hemos de respetarla y observarla en todos los casos, porque entre otras cosas, nos cohesiona como sociedad a la vez que avanzamos dentro de un Estado moderno como lo es el nuestro. No olvidemos que la ley, es la máxima expresión de voluntad de los ciudadanos.
Yo siempre pensé así, ayer y hoy, como creo que lo haré mañana. Además, el reparto de poderes consagrados en nuestra Constitución, nos permiten tener un bloque legislativo de primer nivel como en todas las democracias adelantadas. No me refiero ahora y en este caso al diputado corrupto, o a aquel partido político en concreto, sino a la tremenda labor que día a día, durante siglos (con alguna excepción temporal) nuestros legisladores, como también nuestras efectivas instituciones, han prestado con sus servicios a los ciudadanos para conseguir uno de los fines que la ley persigue; que podamos vivir en convivencia y armonía. Por eso, el respeto a la ley y a nuestras instituciones ha de ser máxima. Sin más.
Pero además de la ley, también tenemos la moral y la ética que inspiran y soportan el redactado de nuestro ordenamiento jurídico. Más aun, disponemos de la religión. Para aquellos que sean creyentes, en cualquiera de las grandes religiones, (Judea-cristiana, musulmana, hinduista, etc.) sabrá que sus principios y sus mensajes son comunes o muy parecidos en todas ellas. Pues bien, tan sólo hay que respetarlos y observarlos habitualmente para vivir en concordia. De hecho, podríamos concretar que las religiones son también normas y leyes. Por ejemplo, tomemos los diez mandamientos de la ley de Dios. ¿No son acaso ley? Veamos que nos dice su sexto mandamiento: “No cometerás actos impuros”. Pues eso, si todos lo respetáramos y observáramos no habría ni delincuentes ni precisaríamos utilizar la ley de los hombres para desahuciar a nadie.
¿Qué sucede cuando atravesamos de madrugada con el coche un pequeño pueblecito y el único semáforo de la desierta calle principal está en color rojo? ¿Nos lo saltamos? ¿Sí? Pues muy mal hecho. Aquí mismo tendríamos que pararnos ya para incidir en esa errónea conducta. No hemos observado la ley. ¿Se ve ahora que no la respetamos? Tal vez este sea un ejemplo banal, pero en ese momento alguien le ha hecho una “limada” a nuestra ley (en este caso, al Código de circulación). Con su conducta, nos ha hecho retroceder a todos un poquito como sociedad. Imaginemos por un segundo, a todos los coches que circularan esta noche por pueblecitos pequeños de nuestro país y se saltan los semáforos en rojo, pues eso ya no es una “limada”, eso es un “mordisco” a la ley. Mal vamos.
Pongamos otro ejemplo más cercano: ¿Qué hacemos cuando vamos a tomar la posesión de aquel precioso pisito con la puerta de color verde y lo vemos ocupado? ¿Cogemos el bate de béisbol y le partimos las piernas al tío? ¿Le pegamos mejor una buena paliza? Es evidente que no. No podemos hacernos cada uno nuestra justicia. La herramienta es la ley y nuestro ordenamiento jurídico regula con meridiana claridad el procedimiento a utilizar para hacer caer, con toda su fuerza y su peso, sobre aquel o aquellos que quieran perturbar los derechos que cada ciudadano de nuestra sociedad tiene. Es el imperio de la ley.
Por cierto, siempre que escucho “el peso de la ley” no sé cómo cuantificarlo, pero sé que es muy grande. Yo me imagino un enorme bloque en forma cúbica del mejor acero, situado justo encima de la cabeza del que burla la ley, aguantado por una de esas enormes grúas que poblaban por toda nuestra geografía, hace ya unos años, a punto de ser soltado por el maquinista al escuchar la voz del juez: “suéltalo!” y pataplam. Joder, debe doler. Por cierto, ¿Qué debe pesar un bloque de estos de la ley en acero puro?, ¿una tonelada?, ¿diez? ¿Cien? De hecho, ¿puede haber algo más pesado que la fuerza de la ley, donde el Estado, con su monopolio de la violencia, responde con toda la fuerza? Pues sí, lo hay.
Es difícil definir en una sola palabra exacta que es más fuerte que el peso de la ley. Pero existe. Espero que al final concluyamos que “eso” (por la palabra que no sé definir) es cien veces más pesado y fuerte que la ley. Que digo cien veces, ¡al menos mil! Más. Más aun, por lo menos un millón de veces más. Aviso a los navegantes que no es amenazar, ni intimidar, ni presionar, ni el uso de la fuerza bruta. Tampoco es ninguna cosa que pueda tipificarse como delito, aunque me anticipo diciendo que tal vez algunos creáis que sí, que eso es delinquir, pero también digo que aunque así fuera, no lo será más que aquel que ocupa nuestro precioso pisito con la puerta de color verde. “Eso” es de inmediata aplicación y de obligado cumplimiento sin dilación en el tiempo. No existen posteriores instancias a quien apelar. No hay reglamentos, procedimientos, ni plazos ni tampoco letrados ni procuradores, pero sus sentencias se cumplen, si o si, y de forma inmediata. No hay perdón. El vencido la acata sin resignación y la cumple íntegramente. ¿Se va entiendo que es “eso”? ¿No? Intentaré hacerlo aun mejor explicándolo con un par de ejemplos. No, borrar mejor esos dos ejemplos; son poco clarificadores. Pondré otros dos distintos que cubran todo un abanico de posibilidades. De cero a ciento ochenta grados de tal manera que cada cual ya buscara entremedio el que más le guste.
Primer ejemplo (0ºC): Era un hombre pequeño, delgado, más bien bajito y con los cristales de sus gafas en forma redonda. Era pobre y calzaba unas sencillas sandalias. Su nombre era Gandhi. Mahatma Gandhi.
Cuando un ejército extranjero cualquiera entra en otro país para conquistarlo, como lo hizo el inglés en la India, no lo hace llamando a la puerta y trayendo unos dulces para tomar el café. Entra a saco. Hay ostias por todos lados hasta que consigue tomar la posesión y el control de todo el territorio. Posteriormente impone sus normas, sus leyes, sus costumbres y su lengua. Es un tema muy jodido esto de que te invadan. ¿Y qué hizo Gandhi? No penséis que se fue a ver al juez de su pueblo a pedirle la posesión y el lanzamiento de los Lores (que por otro lado, le podría haber salido muy barato porque era abogado). ¿Dónde está aquí la ley? ¿y donde esta toda su fuerza? ¿Por qué no cayeron los bloques de acero sobre las cabezas de los británicos? ¿Y la religión? ¿Y el sexto mandamiento? Pues nada de eso. Gandhi utilizó “eso”. “Eso”, que aun no sé cómo llamarlo, fue millones de veces más fuerte que toda la ley del estado indio. No sé como lo hizo el tío, pero dudo que amenazara a nadie. Intimidar, creo que tampoco, bueno, si te plantan diez millones de tíos en una manifestación por la calle, supongo que debe acojonar un poco, pero a los grandes hijos de la patria inglesa no les intimida nadie. Tampoco utilizó la fuerza bruta, ni tan siquiera la violencia (tal vez fue el mejor ejemplo de pacifista que nunca hemos conocido). No delinquió. En definitiva “eso” que utilizó, fue de inmediata aplicación y de obligado cumplimiento sin dilación en el tiempo. Puso a todo un imperio británico de patitas a la calle y recuperó no sólo la posesión de su país, sino de nuevo el dominio. Los ingleses no tuvieron instancia alguna a quien apelar. El procedimiento, corto y efectivo…me gustaría haberlo visto. Congelemos por unos segundos la imagen de la acción y demos sobre ella una vuelta de trescientos sesenta grados a cámara lenta: Imaginemos todo un gobernador inglés, con toda la pompa londinense, haciendo la transferencia del gobierno a ese hombre pequeño, delgado y bajito, calzando unas sencillas sandalias. Seguro que el gobernador bajó la mirada ante “eso” que utilizó Gandhi. Joder, “eso” sí es poder. (Y no me digáis que no es mucho más fuerte que la ley, que por cierto, ni estuvo, ni se la esperaba).
¿Y que utilizó Gandhi que tiene más fuerza que la ley?, ¿suerte? ¿Valentía? ¿Liderazgo? ¿Visión? ¿”Psicología”? Y yo que sé. Si no sé definir correctamente “ley”, imagínate “eso”. Pero “psicología” me gusta. Pues eso.
Segundo ejemplo (180ºC): A mí me gusta el cine. Pero eso sí, el buen cine. Quiero decir que difícilmente me verán por el cine a ver “Mama, el perro se vuelve a reír 2”. No es que sea un cinéfilo empedernido, pero una buena peli intento no perdérmela. Hay una saga de tres películas, ganadoras todas ellas de distintos Oscar y dirigidas magistralmente por Francis Ford Coppola, tituladas “El Padrino”, Joer, pensará más de uno, con la iglesia hemos topado y ya se de que el va el rollo. No, no va por allí, ni de historietas de la mafia; estas ya la podéis leer cada día en la sección de política de los periódicos o verla en directo en el Congreso donde cuentan historias de la ley, el respeto debido a la Constitución reescrita cada día por el pueblo, pues sobre el recae la soberanía y bla, bla, blá…. Pues mira, un par de tíos, pueden modificarla en dos horas cualquier tarde de un mes de agosto. Eso si es mafia. En fin, nosotros a la nuestro. Para aquellos que hayáis visto la segunda parte del Padrino (los que no, os recomiendo encarecidamente que la miréis, (¡eeooo!, no os la bajéis ahora de internet de forma “piratilla”, que ya sabéis lo del respeto a la ley), hay un trozo con distintas escenas, donde arranca con el aterrizaje de un avión en el aeropuerto de Los Ángeles. Acto seguido, se ve al consigliere de Don Corleone sugiriendo a un importante productor de Hollywood, llamado Wolz, que dé el papel de protagonista en la película que empezará a rodar inmediatamente a un ahijado del padrino, Johnny Fontane . Wolz se niega darle el importante papel. No sólo se niega, sino que en la cena, a la que asiste como único invitado Tom Hagen, el consigliere, el famoso productor de cine insulta y amenaza a la familia además de negarse nuevamente a dar el papel a Johnny Fontane (que por cierto, malas lenguas cuentan que representaba al que en la vida real fue Frank Sinatra). Siguiente escena: Wolz se despierta de madrugada acompañado en su cama de la cabeza cortada de su caballo. ¿Quién hizo el papel de protagonista en la película? Efectivamente, Johnny Fontane. Veamos; ¿Fue Wolz, el productor de cine, a interponer una querella para que todo el peso de la ley cayera sobre el padrino? No. Por otro lado, el padrino si utilizó la ya conocida “psicología”. Nuevamente vemos que no hubo dilatados procedimientos, ni letrados, ni jueces, ni uso de la fuerza bruta. La sentencia se acató y ejecutó inmediatamente. ¿Se entiende mejor ahora el concepto de “psicología”?. Siempre hemos de tenerla a nuestro lado.
Bien, llegados a este punto, decir que lo más importante esta dicho ya. Aquellos que no hayan encontrado hasta aquí nada interesante (yo soy el primero que no), les recomiendo que no continúen. Que pasen página y vayan a por lo siguiente que tienen que hacer que seguro es de más interés, porque el resto que queda a partir de aquí, es más de lo mismo pero más aburrido.
Al selecto grupo que se quieran quedar, decirles que vamos a ir abandonando ya la filosofía barata, porque de sobras todos sabemos de qué va el tema y vamos a ir yendo al grano, con casos verídicos y reales que he sufrido en mi propia piel. Como tenemos mucho trabajo duro aun por delante, además (aviso ya) que hay un examen con un par de preguntas (no vale copiar y a quien pille con chuletas lo expulso inmediatamente) propongo que nos tomemos un “break” de cinco minutillos por si alguien quiere echar una meadilla o hacer un cigarrito.
Primer caso real sobre “psicología”. Mi amigo subastero me puso tres expedientes encima de la mesa de su despacho. Aunque los tres eran interesantes me decidí por el que mejor se ajustaba a mi capacidad de inversión (un pisito de unos 150.000 euros de valor de mercado que me salía por unos 120.000 euros). Nunca le había regateado nada a mi amigo y el siempre me hacia precios muy buenos.
Estas cogiendo el peor, me dijo. Joder, ¿Por qué? Mira, me dijo, hay bicho. “Bicho”, en el argot subasteril, se utiliza para denominar a aquel delincuente que ocupa una cosa que no es de su propiedad. Si el coñazo de la torpe, lenta y cara justicia no le costara un huevo solucionarte ese problema, esta palabra, seguramente no existiría. Añadir, para la gente más moderna, que “bicho” sería el equivalente a los “okupas”). Joder, pues sácamelo, le dije. Uf, imposible –me respondió- (y cuando un subastero experimentado te dice que es imposible, sencillamente, lo es. Lo siento, pero es así). Incluso, me siguió comentando, he ido un par de veces a verlo. Ni quiere irse, ni negocia. Olvídate y mejor quédate con esto otro, de lo contrario tendrás que pedir al juez que te de la posesión, échale algo de pasta y como poco entre ocho meses y un año y medio para que el lanzamiento. Y a saber cómo te lo encontrarás luego el pisito!
Pero en este mundo siempre hay gilipollas. Yo soy uno. Y me quedé el piso con el bicho. Una encajada de manos sirvió para cerrar el trato. Permitirme abrir ahora un paréntesis importante. Cuando yo encajo la mano a otra persona, siempre la miro a los ojos. Es lo mismo que cuando le hablas a una persona. Si cuando das la mano, el otro no te “aguanta la mirada” o mira a otro lado, malo. Jodido. Si “te aguanta” eso es cojonudo porque nos estamos diciendo “nos hemos entendido” o “tenemos un trato”. No hace falta “aguantarse la mirada” uno al otro durante quince o veinte minutos hasta ver quién es el primero que se rinde. Eso es ser burro. Se trata sencillamente de un par de segundos. No más. Hay que cruzarse la mirada para ver que es sincera, franca y honesta. Ahora bien, insisto, si cuando dais la mano, el otro no os mira o la baja en centésimas de segundo, desconfiar. Sólo hay una excepción, cuando alguien os pida perdón. No os mirará porque se siente avergonzado o humillado. Tu “psicología” está por encima de la suya (joder, como me hubiera gustado ver la mirada del gobernador inglés con Gandhi el día que abandonó definitivamente la India. Seguro que ni lo miró). Otra cosa, ¿nunca os pasado que alguien os ha dado la mano dejándola entre medio de vuestros dedos blanda, inexpresiva, sin presión alguna y alguna vez sudada y todo? Joder que mal rollo. Yo en estos casos se la estrujo con toda mi fuerza. ¡Que se joda! La mano hay que encajarla firmemente. Ni con poca ni con mucha presión (mucha presión también es contraproducente pues transmites poca seguridad en ti mismo) y sobre todo, mirando al otro a los ojos, al menos, algo más de un segundo. Cierro el largo paréntesis. Perdonad por el rollazo.
Como aun eran las once de la mañana cuando salía del despacho y evidentemente, después de hacer un buen negocio sales contento, y además te mueres de ganas de ver tu pisito, llame a Montoya por si me quería acompañar, aunque aun tenía el esguince en el tobillo.
Este Montoya es cojonudo, es un chulo de cojones, siempre con su chupa y con las gafas de sol puestas que no se las saca ni para mear, pero es muy buen tío. Montoya estaba con Nicolás. Nicolás, por el contrario, siempre me ha caído mal; te da la mano floja. Además es un quinqui y un maleducado. Coño, les dije, acompañarme a ver el pisito. Y durante el trayecto ya sabes, siempre vacilas un poco porque explicas a tus amigos lo buen inversionista que eres y la de pasta que ganas y todo eso.
En fin, que cuando llamamos al timbre y nadie respondía, abrió la puerta la típica vecina chafardera que quiere saber quien va y quien viene por el edificio. Nos dijo que el señor tenía una tienda en el centro del pueblo, de esas que venden cuadros de la pared y que además te hacen el marco a la medida y del color que quieras. Y si no tienes un cuadro, también te lo hacen con una foto. Y para allá que íbamos cuando le dije a Nicolás que me tenía hasta las pelotas de querer fumar dentro del coche. Joder que viciado está.
Así que entramos en el establecimiento. Nicolás se quedo fuera, en la pequeña puerta de la entrada fumando su pitillo. Montoya, que ni se sacó las gafas de sol, nada más entrar se sentó porque le dolía un huevo el tobillo, en la butaca que tenía el propietario, (se debería sentar en los ratitos que no tenía clientes). Y yo, que ya iba caliente porque no sé cómo cojones va esto de pedirle a un bicho que me de las putas llaves del piso que me he comprometido a pagar dios mediante una buena mirada y encajada de manos, sólo salió de mi boca una pregunta: Congelemos nuevamente la imagen y demos una vuelta sobre ella. Un quinqui en la puerta, un tío con una chupa tejana y gafas de sol que entra en tu tienda y sin decir ni “hola” se sienta en tu butaca, y un tercero que sin mediar gesto te pregunta ¿Me vas a dar las llaves?. ¿Veis que el mecanismo de la “psicología” se pone en marcha?, ¿Qué le debe pasar en ese momento por la cabeza al bicho? No lo sé. Pero abrió el cajón de su caja registradora y me dio las llaves. Lo ves, eso es “psicología”. Siempre hemos de tener a nuestro lado la “psicología”. Os lo prometo, fue así. Tal cual.
Por cierto, me despedí agradeciéndoselo y dándole la mano. No me aguanto la mirada.
Segundo caso real sobre ““psicología””. Era imposible aparcar en aquella zona de los cojones. Vueltas y vueltas con el coche hasta que al final aparqué tres calles por debajo de donde compre un piso con bicho a un subastero (otra cagada). Mi coche es pequeño y entro muy justo porque algún cabrón siempre aparca mal. En este caso era una furgoneta abollada por todas partes y aunque llevaba un adhesivo en el cristal de detrás que rezaba “Dios siempre me ilumina”, la verdad es que no lo hizo cuando aparcó, porque media furgoneta invadía el vado de un vecino.
“Toc, toc” y “clock, clock”. La diferencia está en que “toc, toc” es el ruido que hicieron mis nudillos al golpear suavemente la puerta del pisito, y “clock, clock” es el ruido que me hicieron los dos huevos al caer al suelo cuando abrió la puerta de mi casa un enorme gitano (el tío igual hacia 1,90 metros) y dijo ¿Qué quieres?
Abro paréntesis y me adelanto a todos, en especial a los neo-modernos. No soy racista. Me importa un pito los moros, los negros, los blancos, los gitanos, los chinos y la madre que nos parió a todos (menos la mía, claro está…., y por supuesto la de mi hija). En una ocasión cuando respondí lo mismo en una discusión entre conocidos, un neo-moderno me preguntó, ¿si vas por el centro de la calle y a un lado va andando un negro por la acera y por el otro lado un gitano, hacia qué lado te vas tú? Y casi sin pensarlo dije, al del negro. Lo ves, me respondió, inconscientemente ya has seleccionado y a saber cómo has juzgado para determinar la elección de tu preferencia. Has elegido entre dos razas humanas y eso es ser racista. Y a continuación me preguntó ¿y si es un moro y un negro? Pues eso, que seré racista. Cierro paréntesis.
Al grano, que todavía queda. Le dije al gitano que venía a tomar posesión de mi casa mientras lo observaba a él, a su mujer y tres o cuatro chavales sucios y medio desnudos. El tenía una melena que le llegaba hasta los hombros. Un pelo negro, muy negro, sucio y grasiento. Su cara llevaba cuatro o cinco días sin afeitar. Vestía una camiseta de tirantes sudada y alrededor de su cuello colgaba una cadena gorda como un dedo (debería ser de oro) con un crucifijo que debería pesar al menos medio kilo (hay algunos gitanos que son muy creyentes y creo que son de la iglesia Evangelista o algo así). Llevaba pantalones cortos y calzaba unas chancletas de goma dejando al descubierto los pies sucios con las uñas roñosas, negras y largas. Su mujer era gorda y bajita, se acerco a la puerta con un doble delantal, el pelo recogido en forma de moño y con lo que de jovencita debería haber sido una hermosa peca cerca de su labio superior, hoy era una asquerosa verruga con tres pelillos que le salían del centro, uno de ellos de color blanco. Su respuesta literal, mientras me daba con la puerta en los morros: vete a tomar por culo tanto maricón de mierda y tanta payo de los cojones. No aguanté su mirada. Sabía que necesitaba algo de mi lado.
Primera pregunta de examen (la respuesta correcta vale 5 puntos, la equivocada 0): ¿A quién o que necesitaba yo en ese momento? Pensad y meditad la pregunta. No os precipitéis. Los que hayas respondido “psicología”, estáis suspendidos. Los que hayas respondido a Don Vito Corleone a mi derecha y a Gandhi a mi izquierda, estáis aprobados.
Me senté en mi coche medio acojonado y medio arrepentido por la inversión que había hecho. Esto no tendrá un final feliz y terminará mal. Y además me costará una pasta. Además, jodido y cabreado porque cuando llamas una vez y otra al abogado y no te coge el teléfono…grrrrr. Y vuelvo a llamar, y dale……De repente, veo al enorme gitano que viene hacía mi. Me cago en todo. A ver donde me escondo yo ahora. Pero no, va el tío y se mete justo en la furgoneta que estaba delante de mí. Y al par de minutos veo que se mete también dentro del coche un joven. Guapa, muy guapa. Y pasan dos minutos y cuatro y ocho y que nada, que no salían. Y mi coche estaba tan justamente aparcado junto su furgoneta, que no quise salir por temor a que si girando el volante para aquí y para allá, marcha atrás y marcha adelante, a ver si le iba a dar un golpecito y el cabrón además me haría hacer parte de todas las abolladuras que tenía. HI de repente se me abrió el cielo. Bajé del coche, me puse frente a su ventanilla y lo que me imaginé. El muy cabrón se estaba magreando con esa joven (bien, a este punto, tal vez he de decir que tendríais que haber visto a su mujer para entender porque ese hombre estaba allí). De nuevo, “toc, toc”, y bajo la ventanilla. Al segundo me reconoció. No me aguanto la mirada y adiviné que lo había vencido. De nuevo la “psicología”. Le pregunte, si conocía el sexto mandamiento de la ley de Dios, aquel que reza “No cometerás actos impuros”. Y joder si lo conocía. Se puso rojo y todo. Así que puse más leña al asador y de nuevo pregunte ¿No te da vergüenza con dos niños que tienes y tu aquí pecando? Y aun más “psicología”…. ¿Te parecería bien que tu mujer se enterara de esto? ¿No, verdad?
Así que negociamos y llegamos a un acuerdo. Mientras nos dimos la mano, nos aguantamos la mirada. Teníamos un trato. Al día siguiente, entre en mi pisito.
Segunda y última pregunta de examen (misma puntuación que la primera): ¿Qué utilizaremos siempre que vayamos a tomar la posesión de una propiedad nuestra y haya un bicho? Los que hayáis contestado la “psicología”, estáis suspendidos. Los que hayáis contestado la primera frase de este relato estáis aprobados.
¿Qué ejemplos tenéis de “psicología” tanto los aprobados como los suspendidos?