Le conocí unos días antes de la subasta de su casa, pero solo hablé con él unos minutos, apenas lo suficiente para saber que no iba a representar ningún problema en el momento de echarle de la misma. Lo cierto es que no parecía muy afectado por lo que estaba a punto de sucederle.
Unas semanas después de la subasta tuvimos otra conversación, esta más larga, en la que lo primero que me dijo es que a él la subasta le importaba muy poco por no decir nada, que esa casa la había heredado y no le había costado ni un duro y que él vivía el presente sin dejar que lo incierto del futuro le preocupase ni lo más mínimo.
¡¡Que soy un rockabilly, coooooño!!
No presentó objeciones ni problemas, se iría en unas semanas, en cuanto encontrara cobijo con algún amigo.
Y esta mañana me lo he encontrado de un humor excelente. Con sus largas patillas y su tupé imposible, estaba terminando de cargar la furgoneta que le habían prestado y parecía como si se estuviera marchando de vacaciones en vez de estar siendo echado de la que había sido su casa en los últimos años.
El muy cachondo me ha hablado del mundo convencional, neurótico y competitivo, siempre a la búsqueda de lucro y beneficios materiales, del que él huyó hace muchos años. Cuando le he sugerido que precisamente eran las migajas que le caían de esta sociedad capitalista las que sustentaban su cómoda existencia de poder vivir sin trabajar, me ha mirado, se ha reído y me ha dicho: "Ay, Tristán, eres tan de derechas"
"Vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver". Esta es la frase mítica del rebelde por excelencia, el actor James Dean y también es una de las definiciones de lo que es la filosofía del Rockabilly. Una actitud ante la vida, una forma de ser y de comportarse. Aunque con éste lo del bonito cadáver ya no va a ser posible porque el tipo está bastante consumido.
Y así se ha ido, sin un reproche y sin mirar atrás.
¡¡Que bien me has caído, Rockabilly!!