Como podéis suponer, durante los más de veinte años que llevo en este negocio he tenido que recurrir a docenas de cerrajeros para que me asistieran en los lanzamientos judiciales y los he conocido de toda laya y condición, habiendo vivido junto a ellos muchas situaciones raras, difíciles y, algunas, incluso cómicas.
A veces bordeando el mismo filo de la Ley y alguna vez claramente en el otro lado, como aquella ocasión en que tenía un cliente estupendo (y muy generoso) que estaba dispuesto a darme un pastizal para que le cediera el remate de un pisazo de Córdoba recién adquirido, con la única condición de que antes de llevar a cabo la cesión tenía que ver por dentro la vivienda.
Como las negociaciones con el demandado se torcieron enseguida no se me ocurrió otra cosa que aprovechar un momento en que éste estuviera fuera de casa para entrar en la misma y echarle un rápido vistazo. Para ello tuve que recurrir a un cerrajero súper bueno que me recomendó un amigo policía, diciéndome que era capaz de abrir cerraduras en pocos minutos.
Y ciertamente así fue, en menos de cinco minutos estábamos dentro de la casa cotilleando por las habitaciones.
Pero tranquilos, que esto sucedió en los años noventa.
Ha pasado mucho tiempo.
Ahora soy otro hombre.
Y este era el mejor cerrajero con el que me había encontrado hasta que esta semana, en Valladolid, he conocido al mejor profesional de todos los tiempos: el hombre que les susurra a las cerraduras.
No es que haya abierto la cerradura en pocos minutos y sin destrozar el bombillo, es que la ha abierto en segundos, como si lo hiciera con la llave.
Y no solo eso, sino que después, alucinantemente, metiendo una lucecita por la cerradura, ha calculado con exactitud los dientes de la llave que sería necesaria para abrirla, de forma que si yo quisiera (que no quiero) conservar la cerradura, no tendría que pedirle las llaves al demandado sino que, simplemente, el cerrajero me haría las copias sin necesitar los originales.
Es decir, que mirando en el interior de la cerradura este tipo ha sido capaz de descifrar el código de la llave necesaria para abrirla.
No se si me estoy explicando bien.
Todos los tipos de llaves tienen un vástago con diversas muescas, estrías o paletas que forman un código más o menos complicado, de modo que la cerradura a la que se destinan pueda abrirse exclusivamente con ella u otra que tenga el mismo código.
El primer paso del código de una llave son las acanaladuras, situadas tanto en el vástago como en la paleta, que impiden que otras llaves, con acanaladuras distintas, puede introducirse en la cerradura. El segundo código viene dado por las muescas, que levantan o mueven una serie de levas de distinta longitud que, cuando coinciden, permiten girar la llave liberando el mecanismo de cierre.
Pues esos códigos los ha descifrado el susurrón simplemente mirando dentro de la cerradura con una lucecita.
Y aún hay más, pues cuando ha visto que yo le pedía al vecino las llaves que daban paso a los trasteros, al garaje y al portal para hacerles una copia en la ferretería más cercana, el "susurrador de cerraduras" me he comentado que eso no sería necesario y le ha bastado echarle un vistazo a dichas llaves para descifrar sus códigos y luego hacerme las copias en su cerrajería.
¡Sin tener delante las llaves originales!
La existencia de estas personas capaces de alcanzar la máxima maestría en su especialidad es un chute de motivación para que nosotros mismos intentemos parecernos a ellos, aunque evidentemente el resultado no sea el mismo porque por algo son tan especiales...
Y escasos.