Cuando me llamó un subastero amigo para preguntarme si era yo quien estaba subiendo las pujas en la subasta del piso de los gitanos no me lo podía creer.
La cosa ya iba por sesenta y dos mil euros, diez mil más de lo que yo pagué por otro piso exactamente igual al subastado hace poco más de un año.
Y mi respuesta fue contundente, no solo no soy yo sino que ahora mismo estoy pasando la tarde en Patones. Escalando.
Y ya está, ahí mismo me olvidé del asunto.
Y al día siguiente aluciné cuando me envió un whatsapp con la noticia de que la última puja llegó a setenta y cuatro mil euros.
¡¡Olé, olé y olé!!
El caso es que Sanchinarro es, de los PAU nuevos de Madrid, el que más me gusta para invertir.
Pero es muy importante advertir a los inversores que ahora se lanzan a comprar en subastas de otras provincias alejadas de la propia que el Sector Pintores de Sanchinarro NO es como el resto de Sanchinarro, sino que se trata de una especie de gueto en el que a la Administración se le ocurrió la genial idea de poner en práctica sus desastrosas políticas de integración, con el resultado de que ahora los pisos valen menos de la mitad de lo que podrían valer si estuvieran situados doscientos metros más acá o más allá.
Para desazón de las familias que tuvieron la mala idea de comprar allí.
Lo entenderéis en cuanto leáis lo siguiente:
http://www.nuevosvecinos.com/bsanchinarro
En los últimos dos años yo he comprado dos pisos en este Sector Pintores, ambos rondando los 52.000 euros. Y en ambos casos, a pesar de haber comprado tan barato la rentabilidad se me ha ido por el desagüe.
Literalmente.
Y ello a pesar de tratarse de viviendas de unos 95 m2 y de que los edificios tienen solo siete u ocho años.
Ambos pisos los he tenido que reformar casi del todo debido a que...
Es imposible describir con palabras el estado en el que esta gente deja las viviendas.
Uno de los pisos había pertenecido a una especie de capo de la droga y cuando el tipo estaba en la cresta de la ola lo reformó en plan cuentodeprincesasdeyupilandia, con losas brillantes de 70x70 cm, el techo pintado como si fuera la esfera celeste y las pareces de moradito.
Era como la cueva de los horrores.
Y además, cuando se fue, el tipo recordó sus raíces y se llevó los radiadores, los sanitarios, la encimera de la cocina, el aluminio y la mitad de las puertas.
Conclusión, que tuve que hacerle una reforma casi integral, empezando por cambiarle los suelos y terminando con ese techo que más que techo parecía la visión que tienen cada día los astronautas de la estación espacial internacional.
Y luego están las dificultades para vender una casa cuando cada vez que vas a enseñarla te encuentras en el portal a algunos vecinos y vecinas, con las peinetas puestas y zapateando como locos con la música de Farruquito, o de el gambita o de Tomatito o el Lechuguita.
Naturalmente, yo esas cosas no las sufro porque a las primeras de cambio le paso el mochuelo a cualquier otro, pero cada vez que alguien volvía de enseñar esos pisos quedaba traumatizado por varios días.
Y al final, lo obvio, acabas perdiendo la esperanza de venderlo a nadie que no sea gitano o extranjero.
Porque gracias a Dios, algunos extranjeros aún no han adquirido nuestras sabias fobias y no les importa vivir junto a tan original vecindad.
De los dos pisos el mejor vendido fue a ochenta y cinco mil euros.
Como os lo digo, 95 m2 y con el metro al lado.
Solo ochenta y cinco mil euros.
Pero si consultáis las páginas de Idealista veréis lo muuuuucho que valen las viviendas de Sanchinarro.
Por eso, tengo el convencimiento de que esa subasta se la ha adjudicado algún listillo de fuera que, al socaire de las subastas electrónicas, ha creído que la cosa iba a ser tan fácil como mirar en Idealista los precios y luego comprar por la tercera parte de su valor.
Pues siento decirle que la cosa no va a ser así.
Que aún le quedan por aprender algunas cosas.
Y vosotros, ¿qué tal lleváis las subastas electrónicas?
¿Estáis notando la afluencia de indocumentados que suben los precios por ignorancia?