Entre las subastas de la semana que viene en Madrid hay una de un piso de Chamberí, que me ha llamado poderosamente la atención por el origen de la deuda.
Se trata de una letra hipotecaria al portador a un año firmada por una persona física y posteriormente endosada. La letra es de 44.173 euros de principal más un 30% sobre el mismo para costas y gastos y más un interés de demora para el caso de impago del 25% anual hasta un máximo de 3 años. Fue firmada ante el notario en diciembre de 2003.
Se trata de la operativa usual: un pequeño empresario tiene una deuda pequeña, en este caso de unos 30.000 euros y cuando ve que el banco le va a embargar, o ya cuando su casa va a salir a subasta, asustado cede ante los cantos de sirena de todas esas empresas que pululan en torno a esta gente, y les firma lo que sea.
Lo que sea consiste siempre en lo mismo, una letra hipotecaria al portador con un vencimiento de un año, por una cantidad superior a lo que realmente prestan (en este caso el demandado me ha confirmado que firmó por un 50% más que el préstamo real), y con unas condiciones draconianas para caso de impago.
La bomba, precisa como un reloj suizo, no explota en cuanto se cumple el vencimiento, sino que sabiamente se espera a que hayan transcurrido los tres años que están estipulados como máximo para los intereses de demora. A principios de 2008 el préstamo de 30.000 euritos se ha convertido en la bonita suma de unos 90.555 euracos.
El éxito de los usureros en conseguir que los morosos firmen lo que sea se basa en que el ser humano está programado desde el Cuaternario para ver siempre con optimismo su futuro. Es cuestión de la supervivencia de la especie y del individuo. Sin esta característica muchos individuos se desmoronarían en vez de luchar contra la adversidad. Es un fenómeno bien conocido por los psicólogos.
Ante una situación parecida, cualquiera vería con optimismo que sus negocios iban a mejorar a lo largo del siguiente año, liquidando la deuda y salvando la propiedad del piso. Pero no sucede así, no suele suceder, ¿En qué cabeza cabe que en un año las cosas van a mejorar hasta el punto de poder liquidar una deuda triplicada respecto a la original?
Cuando se presentan dificultades financieras hay básicamente tres caminos a elegir:
- El listo prevé las dificultades y vende tranquilamente su casa por su valor en ese momento, liquida la deuda y comienza de nuevo en otra casa. Resultado: Conserva íntegro su patrimonio. Patrimonio = Propiedades - deudas
- El dejado permite que su casa se subaste y que la compre alguien por un 20% menos de valor. Una vez liquidada la deuda a la que se le suman todos los intereses de demora y las costas y gastos judiciales, el resultado es que puede que conserve algo de su patrimonio pero pierde un pico bastante notable.
- El tonto de capirote, se pone en manos de los usureros y, cuando finalmente se subasta su casa, no le queda nada, ni casa ni patrimonio.
No le contesté, me embargó una melancolía infinita.
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