Qué cosas nos pasan a los subasteros.
Día 1 a las 9:30 horas
Se subasta un piso de 75 m2 en una ciudad dormitorio cercana a Madrid que ha despertado el interés de varios subasteros, entre otras cosas porque el edificio estaba bastante bien. Yo estoy acompañado de mi cliente y, como es un tío con suerte, resulta que la adjudicación es nuestra con una última puja de apenas sesenta mil euros. Acabada la subasta, mientras esperamos a firmar el acta charlando con el resto de los subasteros, veo por el rabillo del ojo que la persona a quien yo había identificado como el demandado, se dispone a abandonar el juzgado. Salgo disparado y le alcanzo en la puerta.
- Buenos días, ¿usted es el demandado, verdad?
- Si, he venido a entregar la llave al juzgado pero me han dicho que lo haga más tarde
- No es necesario que se la de a ellos, puede dármela directamente a mí, que soy el abogado del adjudicatario (1ª mentira) y así nos ahorramos trámites.
- Uff, es que casi que prefiero dársela al juzgado, que es lo legal
- Usted mismo ha visto que he sido yo el que ha comprado el piso, así que tan legal es dársela al juzgado como dármela a mí. Le ofrezco 500 euros como agradecimiento por ahorrarme las dos o tres semanas que el juzgado tardaría en darme las llaves a mí (2da mentira).
- que sean mil y se las doy ahora mismo.
Día 1 a las 10:30 horas
Estamos tomando un café mientras le dicto el documento manuscrito que quiero que me firme, en el que manifieste que me entrega voluntariamente la Posesión y las llaves del bien subastado. Y una vez tiene el dinero en el bolsillo va y me suelta:
- Yo de ustedes iría al piso cuanto antes porque ayer, mientras me iba de la casa, se quedaban dos familias peleándose por ver quien se metía.
- Gluuuup
Día 1 a las 11:20 horas
Estamos en la puerta de la vivienda llamando frenéticamente al timbre porque hemos intentado girar la llave y no se abre. En estas que se abre la puerta y aparece en el umbral un gitano en calzoncillos, con evidentes muestras de acabar de levantarse de la cama y que con muy mala leche se nos acerca hasta que podemos oler su aliento, rancio y avinagrado como una bodega abandonada.
- ¿Quién coño son ustedes? Que me lío a palos.
- Nosotros somos los dueños de la casa, ¿quién es usted, si puede saberse? ha tenido que colarse hace muy poquito porque el anterior propietario se marchó ayer mismo.
- ¿Que yo me he colado? Yo no me he colado ni le he dado la patá. Le he comprado la casa al banco.
- Perdona macho, pero el banco no te ha podido vender la casa porque el banco no es propietario de nada. Esta casa la hemos comprado en subasta hace una hora y el mismo juzgado nos acaba de dar las llaves (3ª mentira), así que si no sales ahora mismo nos vamos a la comisaría y te denunciamos.
Así se inició una larga discusión en la que acabaron participando la madre y la esposa del ocupa y, como parecía imposible sacarles de la versión de que lo habían comprado y pagado al banco, al final le ofrecí 500 euros si se iba en ese momento. Por cierto, el piso estaba completamente vacío excepto por la cama en la que habían estado durmiendo.
- Al fin y al cabo te acabas de colar y no te va a costar nada volverlo a hacer en cualquier otro piso vacío del barrio.
- Que te digo que yo no le he dado la patá. Bueno, le voy a consultar a mi abogado y ya hablaremos.
- Vale, pero que sepas que si mañana no os habéis ido nos vamos a la comisaría.
A estas alturas había que oírle a mi cliente, que era uno de los que me había llamado racista a raíz de mis opiniones sobre los gitanos rumanos, cómo largaba ahora sobre el tema. Por lo visto se le había acabado la buena suerte.
Día 1 a las 14:00 horas
Me llama Antón (vamos a bautizarle así) y me suelta:
- ¿Abogado? Quiero que vengas ahora, que tengo que decirte una cosa
- Lo siento, pero ya estoy en Madrid. Dime qué quieres y lo discutimos por teléfono.
- De teléfono nada, tienes que venir ahora y solo. Con tu cliente no quiero hablar nada. Solo hablo contigo o con nadie.
- Bueno vale. Cuando llegue te llamo, bajas y hablamos en la calle.
Día 1 a las 14:30 horas
Antón me enseña una nota simple del piso y me dice:
- Mira, para que veas que era verdad que se lo había comprado al banco
- Aquí no dice que el piso sea tuyo, más bien dice que el piso es del demandado, porque este documento es antiguo. Si fueras hoy a por otra nota simple verías que ahora el piso es del señor que me acompañaba antes (cuarta mentira).
- Bueno, pero al menos demuestra que he estado negociando con el banco. Además, he hablado con mi abogado y me ha dicho que si me empeño, de aquí no me echas ni en siete años. Así que he decidido que por menos de mil doscientos euros no dejo a mis hijos en la calle.
- No se trata de dejarles en la calle, sino de que volváis al mismo sitio donde estabais ayer. No creo que os resulte tan difícil. Bueno, voy a llamar al nuevo dueño y a ver qué está dispuesto a pagarte, aunque ya te digo que no creo que te de más de quinientos.
Le llamo por teléfono y empezamos a regatear hasta que finalmente...
- Antón, ¿qué te parece si partimos la diferencia?
- ¿Queeee?
Se le pone cara de signo de interrogación y le empiezan a crujir todos los engranajes cerebrales.
- Pues eso, que si nosotros te ofrecemos 500 y tú nos pides 1.200, que hagamos la media.
Los goznes a punto de estallarle, va y me suelta:
- Que sepas que por menos de setecientos no me muevo de la casa.
Ahora los engranajes cerebrales que suenan son los míos. ¿Será posible que haya topado con el único gitano del mundo susceptible de ser engañado en una negociación? Quizá sea mérito de la Logse.
- Ufff, bueno vale, pero te vas inmediatamente.
- Dame la pasta y me voy ahora mismo.
Esa solución tampoco nos gustaba porque qué le impedía volver a entrar esa misma noche o que entrara su cuñado o su primo. Ya me imaginaba a toda la parentela optando a que le diéramos setecientos euros. Finalmente decidimos que se quedara hasta la mañana siguiente a primerísima hora, en que le pagaríamos solo un minuto antes de que el cerrajero nos colocara un fac de seguridad de un metro de largo.
Día 2 a las 9:00 horas
No hubo problemas. El gitano Antón cobró su dinero y mi cliente obtuvo las llaves y cambió el bombín. Por cierto, las llaves eran las mismas que ya teníamos porque finalmente resultó ser verdad lo que Antón se había empeñado en repetir de que él no se había colado en el piso dando la patada, sino que el demandado (menuda pieza) se las había dado junto con la posesión implícita, a cambio de ayudarle en la mudanza con la furgoneta.
EPÍLOGO
Esa misma tarde, hablando con el presidente de la comunidad, al nuevo propietario se le pusieron los cabellos de punta cuando le contaron que la semana anterior se había celebrado una junta extraordinaria de vecinos cuyo único asunto a tratar había sido qué hacer con el piso que iba a quedarse vacío y cómo evitar que alguna de las familias de gitanos del barrio aprovecharan la oportunidad y se colaran en el piso. Y resulta que para evitarlo no se les ocurrió otra cosa que adelantarse a los ocupas y que se colaran algunos de los catorce miembros de una de las familias numerosas del edificio que se presentaron voluntarios para el sacrificio.
Lo que daría por tener una copia de las actas de esa junta, prueba de que la España cañí está más viva que nunca.
Al final va a ser verdad que mi cliente es un tío con suerte. Consiguió la Posesión efectiva en veinticuatro horas y un mes después está a puntito de que le den el testimonio del Decreto de Adjudicación y los Mandamientos de Cancelación. Yo alucino.
Postdata (3-jun-11): Al final el gitano protagonista de este relato la ha palmado y no ha sido precisamente de remordimientos por sus fechorías.