Siempre he estado de acuerdo con la línea de pensamiento que afirma que las actitudes de cada persona frente a lo que les acontece, constituyen la diferencia fundamental entre la gente que tiene éxito en la vida y las que no lo tienen. Soy un apasionado del mundo de la psicología y es que entender lo que pasa en nuestra sala de máquinas me parece poder contar con una gran ventaja. Era un punto clave que me obsesionaba en mi etapa de futbolista y a raíz de trabajar profesionalmente con psicólogos deportivos pude confirmar mis teorías.
Un paso previo a esta línea de pensamiento es determinar qué es el éxito para cada persona. Para unos será tener dinero, para otros será tener amor, para otros dedicarse a la profesión que uno ama, para otros sacar adelante un proyecto empresarial, para otros ver crecer a sus hijos en un ambiente sano, o una combinación equilibrada de todo lo anterior.
Pero sea cuál sea el éxito para cada uno, estoy firmemente convencido de que mucho más allá de la suerte, lo que es más determinante para alcanzar lo que uno se propone son las actitudes con las que afrontamos los avatares de la vida.
Y una de las formas más clásicas de tener una actitud que nos aleje de nuestras metas es echar la culpa a los demás, en lugar de analizar nuestro propio comportamiento ante lo que nos ocurre y pensar qué otras actitudes podemos tomar para superar las adversidades.
Sin embargo esta actitud de echar la culpa a los demás está tremendamente extendida en nuestro mundo. ¿Te suena ya desde pequeños como le comunicabas tus notas a tus padres? Solíamos decir: “he sacado un 9 ó me han suspendido”. Pensadlo. Cuándo sacan una buena nota lo “han conseguido ellos”… es gracias a su esfuerzo. Cuándo sacan un suspenso “ha sido otro el que se lo ha puesto”… no ha sido por falta de esfuerzo. No se preguntan si han podido esforzarse más, no se preguntan si han hecho ejercicios de refuerzo, no se cuestionan lo que hicieron para tratar de resolver sus dudas… no… la culpa es del profesor que no se explicó bien.
En la empresa si se pierde cuota de mercado es culpa de la feroz competencia. Y si se gana cuota es mérito del equipo gestor. Es igual que los niños con los exámenes. ¿Y qué hay del producto?. ¿Son los costes suficientemente bajos como competir en condiciones?. ¿Qué hay del plan de marketing?. ¿La fuerza de ventas es la adecuada?. ¿Hemos establecido una relación de confianza con nuestros clientes?. Igualito que los niños: “he sacado un 9” y “me han suspendido”.
¿Y qué decir de los políticos?: los mercados castigan a Grecia. Para ser sincero, yo nunca he conocido a un mercado. Conozco a gente que compra o vende renta fija y que se fía o no de un gobierno. Es también típico de los nacionalistas usar el victimismo acusando al Estado opresor y el mensaje cala a pesar de las vergüenzas de los políticos locales. Y en la política nacional se nos llena la boca de regeneración democrática y no hay algo tan básico como la separación de poderes, que es lo único que nos puede permitir librar de verdad y de forma duradera la corrupción. Echamos la culpa a los corruptos y no nos preocupa votar a quien contamina el poder judicial llenándolo de gente controlable por el poder ejecutivo. Hay tenemos las encuestas de intención de voto, para llorar.
Lo mismo lo mismo que vemos con los niños y su “he sacado un 9” ó “me han suspendido”… lo mismo ocurre en la bolsa. Cuando se gana dinero es porque somos unos fenómenos con nuestra estrategia y cuando se pierde dinero es por los malditos especuladores que han tumbado la bolsa. O por los griegos… ó porque ha habido un terremoto en Japón… ó porque la guerra en Oriente Medio se complica… ó porque un banco ha quebrado… y máxime en un mundo como el de hoy día con tantos problemas sin resolver.
En las caídas de mercado es muy oportuno pararse y pensar. Hemos pasado de rentabilidades anuales del 15% a rentabilidades del entorno del 5%. Y hay muchos que se duelen. Por perder ese 10%, a pesar de que en el año siguen en positivo.
Es una oportunidad de reflexionar para conocernos a nosotros mismos. Porque sólo desde el conocimiento de uno mismo podemos tener éxito. Poder soportar pérdidas es puramente una cuestión psicológica plasmada en el umbral de riesgo de cada uno.
Hay personas que inmediatamente asimilan como propias cualquier ganancia. En consecuencia cuando llegan las bajadas les duele todo aquel euro que ha bajado desde el máximo. A esos les duele la caída del 10%.
Hay otros que miran un poco más allá y asimilan como propias las ganancias a cierre de mes. Así una subida y caída posterior dentro del mismo mes no les duele. Pero si les duele la caída dentro de un mes natural, porque es lo que anotan en sus hojas de cálculo y lo ven físicamente.
Otros miran más allá y asimilan como propios los cierres de año. Si en mayo-junio su cartera cae un 10% no les duele porque ven que en año ganan. Sí les dolería una pérdida en el año… especialmente si esta es intensa (tipo 2001 o 2008).
Y hay otros que miran aún más allá y ven el promedio histórico. Si un año pierden un 40%, pero ven que su promedio histórico es de un 10% de rentabilidad, no se preocupan y lo ven como una gran oportunidad de inversión porque están convencidos de que el mundo no se acabará al día siguiente y que volverán al promedio del 10%. Ojo, cuando hablo de promedio histórico que contenga al menos un ciclo económico completo, con sus crisis incluídas… 10 años al menos.
Es evidente que cada uno debe saber en qué grupo se encuentra. Los llamados manos débiles están en el primer grupo, las manos fuertes en el cuarto. No es malo ser mano débil. Lo malo es serlo y no reconocerte como tal. No es algo despectivo, en general un trader debe considerarse mano débil y debe operar como tal. Lo que es suicida es ser mano débil y considerarte fuerte: te romperás tú sólo.
Si atendemos a los condicionantes personales puede que mentalmente te sientas mano fuerte, pero que tus circunstancias personales no te lo permitan.
Puede que tu pareja quiera tener hijos y comprarse una casa más grande. En ese caso vas a necesitar tu dinero dentro de X años y no puedes permitirte ver menguar todo tu dinero un 50% por más que tu media histórica sea del 10%.
Puede que tengas tu cartera como un complemento a tu pensión y no puedas permitirte una caída del 50%, en ese caso debes calcular cuál es la proporción adecuada de asignación de activos a renta variable. Y no pasarte porque si no, te verás expulsado del mercado. Y no será culpa de alguien de fuera, ni de los griegos, ni de los políticos que suben los tipos de interés, será culpa tuya por no haber reconocido tu perfil de riesgo y tus necesidades personales a medio plazo.
Por otra parte puede que tengas tu necesidad de vivienda resuelta, tus hijos crecidos, tu trabajo medianamente seguro y no necesites el dinero para nada. En ese caso sí puedes por tus circunstancias personales poner el 100% de tus ahorros en renta variable. Bueno, pues en ese caso atiende a lo que indicaba antes de cómo funciona tu cerebro cuándo llegan las pérdidas y gradúa en función de ello la exposición a renta variable.
Al final el mensaje trata de conocerse a uno mismo y prever tus necesidades futuras, así sabrás cuál es tu verdadero perfil de riesgo. Estas caídas no son más que una oportunidad para reflexionar sobre nuestro verdadero perfil. Este blog no trata solamente de ofrecer conocimiento sobre la economía y los mercados sino también poder ofrecer herramientas que puedan servirte para afrontar las inversiones de la mejor manera en base a nuestra propia experiencia.
Javier Flórez
@FlórezJav