Esta mañana he leído que una gallega se había declarado propietaria del sol. Sin entrar a valorar la ironía del tema (miña terra galega, donde el cielo es siempre gris…), se me ha venido rápidamente a la cabeza que muchas veces, cuando pensamos en nuestras inversiones (incluso las gratuitas, como esta), se nos olvidan fácilmente los posibles riesgos.
En primer lugar, los más inmediatos:¿podrían denunciarla ahora todas las personas con enfermedades provocadas por el sol? ¿y si no te pones moreno, puedes reclamar por mal funcionamiento? En realidad existen muchos más: las sequías, los desiertos, las plantas secas, los incendios… Y las erupciones solares. La última importante provocó daños valorados en miles de millones de dólares. Aparte, debemos reconocer que en el caso de que nos cobraran un canon por usar el sol, es muy fácil piratearlo. A ver qué empresa será de capaz de monitorizar a todos los humanos del mundo. O de ocultarlo.
En fin, rarezas aparte, lo cierto es que muchas veces los inversores al entrar al mercado no tienen en cuenta los riesgos de los mismos.
No hay definición clara de riesgo. La más aceptada suele ser la desviación típica de los resultados históricos, aunque cuente con importantes inconvenientes, que comentaré en próximos post.
En cualquier caso, tomemos la definición que tomemos, lo que sí está claro es que cada nivel de riesgo exige un beneficio. Una vez hayamos medido el riesgo y el beneficio esperado, podremos tomar una decisión de inversión inteligente.
El problema de que no exista medida aceptada del riesgo es que se crean errores en los precios con los que se valoran los activos. La parte buena es que por eso los mercados son atractivos: porque el riesgo no está nunca bien valorado. La parte mala es que al inversor particular esto le suele afectar siempre negativamente.
Probablemente uno de los errores más comunes de los inversores no es que no sepan cómo medir el riesgo, es que directamente no lo hacen. No creo que exista una sola cartera en España dentro de la frontera eficiente. La mayoría de los ahorros se distribuyen casi al 100% en depósitos, fondos monetarios y garantizados (productos todos con un riesgo superior al estimado por el inversor: al mismo nivel de riesgo se pueden encontrar rentabilidades mucho mayores). Por otro lado, de aquellos que invierten en bolsa o en otros activos más “complicados”, sus carteras destacan por la falta de diversificación.
No me malinterpreten: estoy completamente de acuerdo con W. Buffet cuando critica la diversificación argumentando que las personas tenemos muy pocas ideas de inversión buenas (en la vida, a lo mejor solo una o dos) y aumentando el número de ideas, aumentará el número de ideas malas de forma no proporcional. Con lo que no cuenta Buffet (ni contó Graham) es que mucha gente (la mayoría) nunca tienen una sola idea de inversión buena. Y si la tienen, normalmente cortarán rápidamente el beneficio (gracias al efecto disposición). Por eso, en carteras de particulares, la diversificación es recomendable.
Pero no debemos diversificar por diversificar. La diversificación depende de la medida que tomemos de riesgo. En base a ella, podremos disminuirlo diversificando parte de la cartera. Por lo tanto no se trata de comprar una cosa de cada. Hay que calcular los porcentajes, elegir los activos, etc sabiendo que cada activo que añadamos afectará a la desviación típica de toda la cartera.
Insisto, el riesgo es complicado de medir. Pero una cosa es eso y otra cosa es directamente no medirlo. Porque así luego pasa lo que pasa.
Un ejemplo de cómo no apreciamos correctamente los riesgos es el típico inversor que repudia operar con apalancamiento (con margen) y después al echar un vistazo en su cartera vemos cómo su capital está invertido en empresas fuertemente apalancadas… Es decir, de hecho, él también está apalancado (igual que todos los propietarios de la empresa). Eso sí, con un límite: el que impondría el precio mínimo de la acción (es decir, 0). Pero en definitiva, igual que si hubiera comprado una opción o un warrant. Y peor que si hubiera puesto un stop.
Otro ejemplo típico es aquél que tiene toda su cartera en empresas de un solo páis (ignorando el resto del mundo) o solo en un sector (por ejemplo, tres acciones y las tres son compañías financieras) o solo en un activo (todo en bolsa).
Otros ejemplos son las inversiones con bajos tipos de interés en deuda de compañías no cotizadas sin mercado secundario para negociarse, los que compran opciones porque “tienen pérdidas limitadas y beneficios ilimitados” (un error más común de lo que uno podría creer), los que operan con CFDs sin entender qué es un CFD (cómo funciona por dentro), el que compra un turbo warrant muy cerca de la barrera, y muchos otros.
Insisto de nuevo: no pretendo criticar estos activos, en absoluto, sencillamente digo que el particular normalmente no valora realmente el riesgo que corre invirtiendo en los mismos. Y por lo tanto no sabe si el beneficio que está recibiendo es adecuado a su perfil.
En las próximas semanas iremos viendo de forma más profunda cómo se mide el riesgo.