Atesorar, ¿para quién?
XVIII Domingo del Tiempo ordinario http://www.alfayomega.es/dia_senor/diasenor_reportaje.html
Alfa y Omega, Semanario Católico de información, Edición Madrid nº 413 29.VII.2004, pg.15
Atesorar, ¿para quién?
Detalle de la Expulsión de los mercaderes del Templo, de Castiglione.
Fondos del Museo del Prado, Madrid
En la parábola que el Maestro nos ofrece en el evangelio de este domingo, el protagonista es un hombre rico, que obtuvo una abundante cosecha y proyectó ampliar su patrimonio. Ésta parece ser la reacción normal de tantas personas de nuestra sociedad, convencidas de que el destino de sus vidas depende de ellos.
El hombre rico de la parábola, cegado por la ganancia y con el corazón lleno de riqueza, no es capaz de estimar en su justa medida el valor de los bienes materiales. Ha puesto en ellos toda su confianza y su ilusión, pensando que le van a proporcionar su felicidad deseada: no trabajar, descansar, comer y beber. ¡Qué poco pide este hombre a la vida, cuando ésta puede ofrecerle mayores goces, típicamente humanos! Este hombre tampoco se percata de que esos bienes son caducos y de que él mismo es un ser finito, que tiene que salir de este mundo y dejar aquí todo lo que posee. Este hombre atesora sin sospechar que no lo va a disfrutar; atesora, ¿para quién?
Los bienes materiales son necesarios para vivir, pero no pueden satisfacer todas las necesidades del ser humano. Hay muchas dimensiones del hombre que estos bienes no pueden llenar: la necesidad de ser amado; el deseo de ser acogido y valorado como persona; la exigencia de libertad interior; la experiencia de la dimensión espiritual; la actuación de la creatividad; la vivencia de la capacidad estética; y, en definitiva, la realización de los ideales más nobles del ser humano.
El hombre rico, protagonista de nuestra parábola, podría haber utilizado sus bienes para desarrollar sus facultades creativas, para ayudar a otros, para hacer amigos, para llevar a cabo objetivos sociales; podría haberse servido de sus bienes materiales para obtener los bienes eternos. Pero no supo o no quiso hacerlo. Por todas esas actitudes, el Señor lo trató de necio. Cuando salga desnudo de este mundo para ir a la eternidad, ¿para quién serán los bienes que atesoró? Hemos visto muchas fortunas, acumuladas durante muchos años, desvanecerse en poco tiempo; hemos podido observar imperios económicos, que apenas han sobrevivido a quienes los crearon. Atesorar, ¿para quién?
La respuesta la ofrece el Maestro: «Así será el que atesora riquezas para sí, y no es rico ante Dios». Es necedad pensar que las cosas de este mundo puedan dar la felicidad plena y duradera; pero es verdadera sabiduría utilizar los bienes para obtener riqueza ante Dios. La gran riqueza del hombre no son los bienes materiales, sino los bienes eternos. Atesorar para la eternidad es la gran ganancia; atesorar ante Dios es el verdadero tesoro.
+ Jesús Catalá
obispo de Alcalá de Henares
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Evangelio
En aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: ``Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia´´.
él le contestó: ``Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?´´ Y dijo a la gente:
```Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes´´. Y les propuso una párabola:
``Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: ``Hombre, tienes acumulado para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida´´. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios´´.
Lucas 12, 13-21