LA NAVE DE LA MUERTE (subtítulo con el que se conoció al menos en Uruguay y Argentina) es en realidad un film de terror pero cuya trama se desarrolla en los ambientes típicos de la ciencia ficción moderna; estaciones espaciales, astronaves gigantescas como la del título, misiones de rescate en espacio profundo, etc. Precisamente, el comienzo del film nos presenta a sus protagonistas, la tripulación de una nave de rescate al mando del capitán Miller (Laurence Fishburne) con una tripulación de especialistas en todos lo campos que van de la medicina a la ingeniería. A ellos se les suma la presencia como pasajero del diseñador de la Event Horizon, el perturbado Dr. Weir (Sam Neill). Al llegar a destino, descubren que la ominosa nave está completamente abandonada, sin rastros de su tripulación original salvo por unos pocos restos humanos y una grabación que genera más incógnitas que respuestas.
El guión apuesta inicialmente a llevar al engaño al espectador haciéndolo prepararse para ver el enésimo monstruo espacial comegente. Pero la trama cambia radicalmente promediando sus cuarenta minutos. El “monstruo” no está dentro de la nave, sino que cada centímetro cúbico de ella lo es. Esto comienza a quedar claro a partir del momento en que el film se decanta por un horror más cercano al de las casas embrujadas como LA CAIDA DE LA CASA USHER que al de, por ejemplo, ALIEN; paredes que sangran, voces misteriosas, apariciones fantasmales y un largo etcétera de fenómenos sobrenaturales que inducen a los miembros de la tripulación rescatista a sospechar en que lugar de nuestro universo (¿o de otro?) estuvo esa nave durante su enigmática ausencia.
La atmósfera general de la película es bastante lúgubre, oscura. El diseño gótico de la nave protagonista es el factor más determinante para ello dando constantemente la sensación de que toda esa avanzada tecnología que la compone es hostil a la mano humana que la creó. En cuanto a sus efectos especiales, decir que son mucho más que aceptables para un film de mediano presupuesto tendiente a la serie B.
No estamos frente a la mejor producción de terror y/o ciencia ficción de lo años 90, pero resulta una muy agradable vuelta de tuerca a un subgénero como el del terror espacial cuyas realizaciones han llevado generalmente a la decepción a sus espectadores