Lo que se está conociendo acerca de los estudios sobre el origen del Sars-Cov-2:
Teoría de la conspiración vs. Teoría de la evolución natural
Numerosos indicios apuntan a que el virus no se creó en el laboratorio chino, sino que saltó de animal a humano en el mercado de Wuhan. Sin embargo, la hipótesis de que el virus se creó en un laboratorio chino en Wuhan todavía no se ha podido descartar por completo.
14 de febrero de 2023
El experto británico en epidemias Jeremy Farrar se hizo con un teléfono móvil con número secreto, llamó a su hermano y a su mejor amigo y les dio instrucciones sobre lo que debían hacer si a él le ocurría algo. Su preocupación solo tenía que ver tangencialmente con su propia seguridad. Lo que este científico veía en peligro era nada menos que la paz mundial.
Farrar dirige el Wellcome Trust, la segunda mayor fundación de apoyo a la investigación médica del mundo, y a primeros de enero de 2020 había llegado a sus oídos algo terrible: la
nueva variante de coronavirus –que estaba a punto de saltar de China al resto del mundo–
podía proceder de un laboratorio. Varios investigadores norteamericanos habían intercambiado correos electrónicos en los que aseguraban que
el virus parecía «hecho para infectar células humanas», así lo cuenta Farrar en su libro de memorias
Spike: the virus vs. the people. Un virus creado de forma artificial y liberado premeditada o accidentalmente podía «arrastrar a una guerra mundial».
Farrar organizó rápidamente una conferencia telefónica con destacados virólogos y otros especialistas de Australia, Estados Unidos y Europa. Aquella charla de una hora de duración celebrada el 1 de febrero de 2020 acabaría teniendo trascendencia histórica. Ha sido el germen de una sospecha terrible que desde entonces alienta teorías de la conspiración por todo el mundo: que aquel fin de semana Anthony Fauci –el por entonces asesor en temas epidémicos del presidente Donald Trump– habría ordenado a los científicos que silenciaran que el origen del virus era un laboratorio chino. Lo que Fauci estaría intentando ocultar en realidad era que las autoridades sanitarias estadounidenses habían apoyado la investigación fruto de la cual surgió el virus.
Tres años más tarde, numerosos indicios apuntan a que el SARS-CoV-2 saltó de animal a humano en el mercado de Wuhan probablemente. Pero el llamado lab leak, la salida al exterior del virus desde el cercano Instituto de Virología, todavía no se ha podido descartar por completo. Sigue habiendo incertidumbres al respecto. Entonces, ¿de qué se habló realmente durante aquella hora en la que una docena de los más prestigiosos expertos en la materia, diseminados a lo largo de 19 husos horarios, estuvieron conectados?
«Antes de que se pierda el control»
Desde el pasado noviembre están a disposición pública los correos electrónicos que Anthony Fauci intercambió con Jeremy Farrar sobre aquella conversación telefónica. Además, otros siete participantes han hablado para este reportaje: Edward Holmes, biólogo evolutivo en la Universidad de Sídney; Marion Koopmans, jefa de Virología en el Centro Médico de la Universidad Erasmus en Róterdam; y Robert Garry, virólogo en la Universidad norteamericana de Tulane; además de Fauci y Farrar, así como otros dos científicos que prefieren no dar su nombre porque no pueden soportar los ataques que reciben cada vez que se pronuncian sobre el tema.
La idea inicial de Farrar era que los participantes en la conferencia telefónica «examinen los datos y emitan una opinión neutral y ponderada» como «marco para el debate posterior, antes de que este se salga de control y pueda tener unos efectos extremadamente dañinos». El motivo de su prevención es que en el ARN del virus habían visto puntos sospechosos. Sobre todo, uno: el llamado 'sitio de escisión de la furina'. El SARS-CoV-2 se vale de esa estructura para penetrar en las células humanas. Nadie había visto nunca nada parecido en un sarbecovirus, el subgénero al que pertenece el SARS-CoV-2.
¿Cómo demonios lo había conseguido? En Wuhan había un laboratorio que trabajaba con coronavirus. ¿Y si sus científicos lo hubieran desarrollado deliberadamente? Se informó a los servicios secretos. Y Farrar organizó la conferencia telefónica con su “dream team”, un equipo formado por «científicos de renombre mundial que confrontarían entre ellos sin miedo ni miramientos».
Fue un debate completamente científico, recuerda Marion Koopmans. Lo más alarmante era el sitio de escisión de la furina, pero los virólogos tranquilizaron a los demás. «Es algo que también se da en la naturaleza», dice Koopmans. En los virus de la gripe, por ejemplo.
En los días posteriores, los investigadores siguieron discutiendo por correo, según se puede comprobar en los e-mails de Fauci. A Holmes, Andersen y Garry cada vez les parecía menos probable que el virus hubiese sido creado en un laboratorio; el propio Farrar veía también una probabilidad del 50-50. El origen 'artificial' no parecía «probable», escribió el martes siguiente a la conferencia. Holmes cuenta que terminó de convencerlo un estudio que se acababa de publicar sobre un coronavirus similar encontrado en pangolines: ese virus presentaba una secuencia casi idéntica a la del nuevo patógeno. Por ese motivo escribió Holmes en otro de los correos: «Tiendo a inclinarme ahora por la teoría de la evolución natural».
Pero la discusión derivó entonces hacia otros derroteros: ¿había que dar a conocer sus conclusiones? Marion Koopmans estaba en contra. Escribió a sus colegas que existía el peligro de alimentar «nuevas teorías conspirativas». Si se planteaba en público la posibilidad, aunque solo fuese como hipótesis, «de una fuga en un laboratorio, en mi opinión se interpretaría como un '¿veis?, ellos también lo han pensado'». Por su parte, Farrar abogaba por hacerlo público; confiaba en que un «trabajo científico bien meditado» controlara el debate. No pensaba que una actitud defensiva fuese «una buena posición».
El 22 de enero, la revista especializada Nature Medicine publicó el artículo «The proximal origin of SARS-CoV-2». Sus autores eran, entre otros, Holmes, Andersen y Garry. El artículo acabaría convirtiéndose en uno de los trabajos más citados del mundo; pocos han sido tuiteados y enlazados. Desde sus primeras líneas, los autores descartaban que el virus se hubiese creado artificialmente, pero, como el documento era una mezcla de trabajo científico y opinión, los defensores de la hipótesis del laboratorio chino se indignaron y le atribuyeron un trasfondo político.
En mayo de 2021, la bola de nieve era de tal magnitud que un grupo de científicos hizo un llamamiento apremiante a plantearse en serio ambas hipótesis. Pero, en vez del demandado intercambio científico, lo que se produjo en los meses siguientes fue un debate cada vez más tóxico, y que sigue persiguiendo hoy a muchos de los participantes en la conferencia organizada por Jeremy Farrar... hasta amargarles la vida.
Marion Koopmans, por ejemplo, está en el punto de mira de los grupos de ultraderecha de su país. Recibe amenazas de muerte. «Uno de mis hijos ya no quiere que lo vean en público conmigo, tiene miedo», cuenta. A comienzos de 2021, ella y varios expertos viajaron a China por encargo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para investigar el origen de la pandemia. Cuando presentaron su informe, se produjo una cascada de críticas: habían sido demasiado sumisos con las autoridades chinas, y la conclusión final de que un accidente de laboratorio era «extremadamente improbable» fue tachada de falsa y apresurada.
Marion asegura no haber visto ninguna evidencia que respalde esa posibilidad, pero también añade que es complicado descartarla. ¿No deberían entonces haber sido más duros en sus preguntas a los chinos? «La gente no termina de entender la naturaleza de aquella misión –dice Koopmans–. El mandato de la OMS no era realizar un examen estricto, sino que estaba concebido como un estudio científico de los expertos de la OMS en colaboración con los investigadores chinos». Para los seguidores de la teoría de la conspiración, Koopmans, a pesar de su carrera intachable, forma parte de una campaña internacional de encubrimiento que pretende impedir que el lab leak salga a la luz.
«El gobierno chino le hizo cosas terribles a mi compañero» Edward Holmes, por su parte, fue el científico que a comienzos de
enero de 2020 publicó, saltándose a las autoridades chinas, la secuencia genética del nuevo virus, que su colega Zhang Yongzhen le había enviado. Gracias a ello se pudo empezar tan pronto con la producción de pruebas PCR y con el desarrollo de
vacunas. Sus estrechos vínculos con China, sin embargo, hicieron de él un objetivo principal de la ira de los conspiranoicos. En una imagen que circuló por Twitter aparecía caracterizado de serpiente con banderas chinas. «El año pasado estuve muy cerca de caer en una depresión –cuenta hoy–. A mí lo único que me interesa es la ciencia –dice con desesperación–.
El Gobierno chino le hizo cosas horribles a mi compañero Zhang después de que publicáramos la secuencia del nuevo virus. ¿Por qué iba a ser yo un títere de China?». «Si en algún momento apareciera una prueba irrefutable de que el SARS-CoV-2 fue desarrollado en el Instituto de Virología de Wuhan, aceptaría la tesis del laboratorio sin dudarlo –comenta Holmes–. Pero ¿dónde está esa prueba?».
Jeremy Farrar concluye: «Es posible que el tema del origen del virus todavía se siga discutiendo dentro de cien años».