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Re: ¿Qué le pasa a Telefónica (TEF)?
Es el mayor tesoro del fondo del mar. No existe infraestructura de telecomunicaciones más valiosa y necesaria en el mundo hiperconectado. Los cables submarinos o interoceánicos forman la columna vertebral de Internet.
Sin ellos no existiría conectividad. Tejen el tejido nervioso sobre la que se sustenta la sociedad digital de nuestros días. De sus hilos de silicio se multiplican las ramificaciones que confluyen en decenas de miles de centros de datos en todo el mundo.
La pandemia puso en su sitio este tipo de inversiones y demostró su colosal capacidad para mantener el pulso de actividad de todo el Planeta. El teletrabajo, el ocio digital, la telenseñanza, la telemedicina, la banca online, las series en streaming... todo mantiene su pulso gracias a estos superprotegidos tubos de fibra óptica que conectan continentes y ofrecen velocidades de transmisión superiores a los 250 terabits por segundo (250 billones de bytes por segundo).
Ante una sociedad que cada año duplica la cantidad de datos producidos el año anterior, parece interesante invertir en estos activos estratégicos. Si se alza la mirada, aparece enseguida la 'economía metaversa', donde la realidad virtual, aumentada e inmersiva muy pronto formarán parte de las rutinas de los habitantes del Primer Mundo. Los cables también hacen posible que se desarrollen los gemelos digitales, la conectividad de los objetos en cualquier sitio donde repose la vista, el Internet de los sentidos, así como la digitalización de todas las empresas, hogares y personas. Y tras el 5G, llegará el 6G, 7G y sus descendientes. Todo lo anterior y lo que aún no se conoce necesitará imperiosamente de los activos en los que Telefónica, junto con su socio Pontegadea, acaba de invertir. En concreto, el 40% del capital de Telxius, por un importe de 215,7 millones de euros, hasta ahora en manos de KKR. Esta firma de inversión, junto Telefónica y Pontegadea, hizo caja con la venta de las torres de telefonía a American Towers, con un total de 7.700 millones de euros. Tras esa operación, acordada hace justo un año, la participada por los tres socios sólo conservó los cables submarinos, un negocio que suscitaba intereses dispares entre los tres accionistas: el fondo estadounidense lo desdeñaba, mientras que las dos compañías españolas lo apreciaban en su creciente valor. Ante esa incómoda situación, parecía lógico que la terna de socios alcanzaran un acuerdo, ahora pendiente del visto bueno de los reguladores para la formalización definitiva.
Por todo lo anterior, Telefónica recupera el control de su antigua filial de infraestructuras, ahora con el 70% del capital, mientras que el vehículo de inversión de Amancio Ortega aumentará hasta el 30%.
Pero el renovado afecto de Telefónica por los cables submarinos también pone de relieve otro mensaje muy relevante para los inversores y analistas: la teleco ha cambiado de perfil para mostrarse al mercado como una compañía compradora. La deuda ya es capítulo pasado y el futuro impone vigilar de cerca las oportunidades del mercado para saltar sobre ellas con reflejos en la toma de decisiones. La chequera vuelve a desempolvarse, especialmente cuando se trata de adquirir activos relacionados con la tecnología y las infraestructuras.
No importa lo fuerte que pegues, lo importante es mantenerse en pie.