Compren una accion y olvidense del precio que compraron, amnesia sobre un precio de compra
"El que no vende no pierde" o "vender es de pobres" son dos expresiones que he escuchado bastantes veces en boca de veteranos de la bolsa. Vender con pérdidas una acción puede ser un acierto o un error, depende estrictamente de la discrepancia entre lo que creemos que vale y el precio que tiene en ese momento.
Lo que sí es, con toda seguridad, un error, es recordar permanentemente el precio al que compramos una acción y que ese precio influya en nuestra decisión. Deberíamos olvidarnos de ello, deberíamos no saberlo, y ver cada día la acción como un nuevo candidato para la inversión. Esto es fácil de decir, pero no tan fácil de hacer. Es especialmente difícil para el inversor que tiene una cartera de inversión directa con pocos títulos. Al orgullo herido por el error se une, en este caso, el embrollo fiscal de compensación de plusvalías y minusvalías en uno u otro plazo, que a veces paraliza o condiciona las decisiones.
Debería ser menos difícil para un gestor de un fondo, con una cartera de valores más amplia, que se juzga a si mismo y es juzgado no por los resultados que obtenga en cada valor sino por el liquidativo del conjunto de la cartera, y que actúa sin condicionamientos de carácter tributario.
La paciencia, la constancia en el mantenimiento de las propias convicciones es una virtud. El empecinamiento, la terquedad en sostener y no enmendar los propios errores es un defecto.
Olvidar el precio de compra y centrarse en conocer el valor fundamentar fomenta las virtudes y minimiza los defectos en la toma de decisiones de inversión.
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