Respondiendo a Enverto, Juan 1980, Quiebra, Brokerou, Sr. Chang, Granja Terra, Mohican, Be quick or be dead y demás foreros de intradía.
Tenía pendiente con ustedes responderles a una pregunta formulada hace unas semanas:
Si alguien llega a ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?
Respuesta:
Cerca de Tokio vivía un gran samurái ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por ahí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar los errores cometidos, contratacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurái, se fue allí para derrotarlo y aumentar su fama.
Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafía. Juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió a la cara, le grito todos los insultos conocidos, ofendiéndole incluso a sus ancestros.
Durante horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.
Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: - ¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada para defenderte en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?
El maestro les preguntó: Si alguien llega a ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? – A quién intentó entregarlo-respondió uno de los alumnos.
Lo mismo pasa para la envidia, la rabia y los insultos-dijo el maestro. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los lleva consigo.
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