Más de 50 millones de chinos confinados por la peor ola del coronavirus desde Wuhan
El tiempo parece haber vuelto atrás en China, que se enfrenta a su
peor ola del coronavirus desde el
estallido de la pandemia en Wuhan
hace dos años. Alcanzando su máxima cifra de contagios desde entonces, las autoridades registraron en su último recuento del lunes 5.370 casos. Contando
95 infectados procedentes del extranjero, 3.602 presentaban síntomas. Los asintomáticos, que China cuenta en una lista aparte, sumaban 1.768, de los que
121 eran importados. Aunque son pocos en comparación con otros países, para China son una barbaridad por su
política de 'Covid 0', que ha mantenido a raya la pandemia gracias a su cierre de fronteras y estrictos controles como cuarentenas y pruebas masivas.
Con 3.076 casos confirmados y 991 asintomáticos, el mayor brote se localiza en la provincia nororiental de Jilin, que tiene 24 millones de habitantes y ha sido cerrada igual que Wuhan y el resto de Hubei en enero de 2020.
Pero estos confinamientos masivos no afectan solo a sus principales ciudades, como Changchun o Jilin, sino también a grandes capitales de otras regiones porque los focos están repartidos por 20 de las 32 provincias de China.
Entre ellas destacan Shenzhen, megalópolis tecnológica fronteriza con Hong Kong con 17 millones de habitantes, la vecina ciudad industrial de Dongguan con más de 10 millones de personas y Langfang, cercana a Pekín y con más de cinco millones de residentes. En total, más de 50 millones de chinos están confinados en estos momentos en sus casas, sin poder ir a trabajar ni a clase y haciendo la compra a través de los «kuai di», como se denomina en mandarín a los repartidores a domicilio.
A ellos se suman quienes también están sujetos a restricciones en megalópolis como Shanghái, que tiene más de 25 millones de habitantes y donde barrios enteros han sido confinados, y Xi´an, con otros once millones de residentes y donde siguen vigentes algunos controles y cuarentenas tras salir de su confinamiento en enero. Además, las recomendaciones u órdenes de permanecer en casa no se ciñen solo a los lugares donde ha habido brotes. Por precaución, otras ciudades donde no se han detectado contagios también están confinando a su población. Tras la destitución de dos alcaldes y varios responsables municipales por la aparición de estos focos, las autoridades locales se curan así en salud y aplican el viejo dicho de más vale prevenir que curar.
El problema es que
no saldrá gratis. Además del
impacto social por la
fatiga psicológica que causa la pandemia, la economía se resentirá porque algunas de las ciudades cerradas son importantes motores industriales. En el sur, es el caso de Shenzhen, que alberga
multinacionales tecnológicas como Huawei, y Dongguan, corazón manufacturero de la «fábrica global». Agravando la ya seria crisis de suministros, que afecta a todo el planeta, el gigante Foxconn se ha visto obligado a
cerrar algunas de las factorías de donde salen los iPhone y otros aparatos electrónicos. Y, en el norte, marcas de coches como Toyota, Audi y Volkswagen han parado la producción en sus plantas de Changchun.
Con estos confinamientos y tres rondas de pruebas a todas las poblaciones afectadas, las autoridades chinas siguen aplicando su
política de 'Covid 0' para
atajar los brotes del coronavirus antes de que se descontrolen. Pero ahora se enfrentan a la
variante BA.2 de Ómicron, que ya ha colapsado los hospitales y disparado la mortalidad en Hong Kong. Con más de 25.000 casos diarios y entre
200 y 300 fallecidos al día, esta ciudad de 7,5 millones de habitantes ha superado ya las
4.000 víctimas mortales, más de las que hubo en Wuhan hace dos años. Una altísima mortalidad que, en buena parte, se debe a la baja vacunación de los mayores.