Eléctrica contra petrolera: la batalla abierta entre Iberdrola y Repsol
En el trasfondo de la pugna entre las dos compañías energéticas se encuentra su poder en el País Vasco y la irrupción de la petrolera en el mercado eléctrico
A raíz de la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania, el Gobierno decidió intervenir el mercado eléctrico imponiendo límites a los precios que podían cobrar las compañías del sector por sus tecnologías inframarginales (nuclear, hidráulica y ciertas renovables) así como
un impuesto temporal a todas las energéticas (además de las grandes eléctricas, las gasísticas y las petroleras). El objetivo era el mismo: detraer para el fisco “parte de los beneficios extraordinarios derivados de los altos precios del gas natural” que, como consecuencia del sistema marginalista del mercado, contaminaba al resto.
La decisión de gravar por igual con este tributo a petroleras y eléctricas (cuyos precios ya habían sido intervenidos a través de las citadas medidas: un precio límite de 67 euros/MWh a partir del cual les eran detraídos ingresos y la llamada excepción ibérica que imponía un tope al gas para generación) desencadenó la furia nada disimulada del presidente de Iberdrola,
Ignacio Sánchez Galán, empeñado en demostrar que las verdaderas beneficiarias de los
windfall profit por los desorbitados precios del gas eran solo las petroleras y las gasísticas: las primeras porque se aprovechaban gratis de las elevadas cotizaciones internacionales del crudo (además de la subvención del Gobierno a los combustibles) y, las segundas, porque vendían caro el gas contratado a precios de saldo años antes (especialmente durante la pandemia). Para demostrar estos extremos, el presidente de Iberdrola acudió, incluso, a Moncloa con un detallado
power point que mostró al equipo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Una asimetría que pocos parecían discutir.
El enfrentamiento entre eléctricas y petroleras (léase, Iberdrola y Repsol, ya que el resto, como Endesa, Naturgy o Cepsa ha mantenido un perfil bajo) viene de lejos: desde el diseño del viejo Fondo de Eficiencia Energética y el más reciente Fondo Nacional de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (aprobado en 2021, su aplicación se ha pospuesto para evitar un efecto negativo en los precios) destinado a financiar a las renovables con derecho a una retribución regulada. En ambos casos, las eléctricas, que se consideran comprometidas con la descarbonización y las políticas de lucha contra el cambio climático impusieron que las petroleras financiaran también dichos fondos. El aplazamiento de este último es visto como un agravio entre las empresas de Aelec, la antigua Unesa.
Una vez que
las llamadas “eñes regulatorias”, aprobadas por España, hayan pasado a mejor vida (la minoración de ingresos y la excepción ibérica caducaron el 1 de enero) y que la propuesta radical del Gobierno español
para reformar el mercado europeo (contra la que arremetió el sector) se frustrase, las eléctricas han recuperado el consenso previo a la crisis: las amenazas han desaparecido y ya no abrigan ningún temor. En el caso de Iberdrola, incluso, parece vivir una luna de miel con el Ministerio para la Transición Ecológica que dirige Teresa Ribera. Quizás, sospechan fuentes del sector, “por azuzar o alinearse con la ministra”, en la particular batalla que esta mantiene con su enemigo común, Repsol, cuyo máximo exponente fueron las críticas (nada nuevas, por cierto) que sus consejero delegado, Josu Jon Imaz , lanzó en la reciente Cumbre de Davos contra la política de descarbonización y electrificación de la economía del Gobierno y los dardos que le devolvió Ribera, quien acusó al ejecutivo de
“retardista y negacionista” del cambio climático.
Las relaciones entre el Ejecutivo de Pedro Sánchez y la compañía que preside Antonio Brufa se han tensado de tal manera que, ciertas fuentes, consideran a Repsol “el bastión empresarial contra el Gobierno”. Sus responsables mantienen una actitud “muy dura y sin un mínimo de cortesía, algo impensable en cualquier país europeo”, añaden.
Los argumentos de Repsol contra la política energética del Gobierno (por otro lado, en línea con la de la Unión Europea), son de sobra conocidos, sus responsables se han ocupado de transmitirlos en sus intervenciones públicas, especialmente, en las juntas de accionistas. Repsol considera que las políticas europeas de descarbonización son erróneas e incluso suicidas; aumentan la dependencia de países como Rusia; perjudican a los consumidores y, especialmente, a la industria que no puede afrontar el coste de la energía y, por tanto, al empleo; que abandona a los sectores que no pueden electrificarse, como el transporte aéreo y marítimo. En su opinión, la transición tiene “un enfoque ideológico” y no da ninguna oportunidad a los combustibles renovables.
¿Pero qué se esconde detrás de la rencilla también explícita de Galán contra la principal petrolera española? El presidente de Iberdrola parece centrar sus críticas en los combustibles fósiles, y, por extensión, contra Repsol. No ahorra mofas contra
la estrategia de la multienergética (como se hace llamar) para convertirse también en una eléctrica, al comparar a cada una. “¿Pero cuántos megavatios tiene Repsol, 2,7 GW frente a nuestros. 63 GW? ¿Y cual es su cartera de clientes”, 1,8 millones, frente a los millones de Iberdrola?”. Aunque bien es cierto que el corazón del negocio de Repsol sigue siendo la exploración y producción de crudo, y que el camino hasta acercarse a las grandes eléctricas, algunas centenarias, como la propia Iberdrola, se avecina largo (por no decir imposible) hay quien atisba tras estos comentarios el temor de Galán a la incursión de Repsol en el mercado. Aunque este es estrecho y las nuevas cuotas solo se obtienen mediante compras, la petrolera goza de una enorme liquidez para hacer comprar: millones.
Pero existe otro trasfondo sin el cual no resulta comprensible la pugna entre ambas compañías. Según fuentes políticas, tras el pulso “por determinar cuál es la verdadera empresa vasca”, si Iberdrola, cuya sede sigue en Bilbao (aunque un tanto vacía de poder) y cuyas raíces vascas son profundas, o Repsol, propietaria de Petronor, dueña de la red vasca de gasolineras y de su refinería en el territorio, y, que no en vano su CEO fue presidente del PNV y de la propia Petronor. Las rencillas han bajado más de una vez a un terreno casi personal: como cuando Repsol se alió, en perjuicio de Iberdrola, para crear una comercializadora de luz con el Athletic Club de Bilbao, todo un símbolo; o cuando en 2021 se abrió un expediente por incompatibilidad al director de Desarrollo de Iberdrola, Melchor Gil , cuñado del exlendakari socialista Patxi López, después de que Galán descubriese , tras 10 años de servicio, que era también consejero de la filial de Repsol, Petronor.