La renta variable es el activo menos arriesgado a largo plazo
Peter Lynch (1944), gestor del fondo Magellan, dijo una vez que “la gran ventaja de invertir en acciones, para quien acepte la incertidumbre, es la extraordinaria recompensa por tener razón”. Y es que la renta variable es el activo más rentable a largo plazo.
De entre todos los activos disponibles las acciones ofrecen sin duda la mejor tasa de retorno a largo plazo. Según sus cálculos, en los últimos dos siglos, frente a una inflación media del 4%, las letras y los bonos han ofrecido una TAE del 5% mientras que la renta variable arroja una rentabilidad media anual cercana al 10%.
Desde 1871 a 1992 y a pesar de todas las quiebras, recesiones y crisis, las acciones batieron a los bonos en el 80% de los periodos de 10 años y en el 100% de los periodos de 30 años. Además, la renta variable ha resultado treinta veces más rentable que los bonos del estado. La explicación reside en que al comprar acciones se está adquiriendo una parte de un negocio y por lo tanto se está de parte de su crecimiento y expansión. "El inversor de bonos es tan sólo la fuente de dinero más próxima y lo máximo a lo que puede aspirar es a recuperarlo con intereses".
Los activos inmobiliarios también incrementan el poder adquisitivo del inversor a largo plazo, pero no de forma tan consistente como las acciones. Y en cuanto a las materias primas, posiblemente es el activo real con peores rendimientos a largo plazo, debido a su alto carácter cíclico.